Lapo mental 66

La luz entraba por la rendija de la puerta y rayaba el suelo sin arañalo. Durante los primeros días fue lo único que me distrajo de mis temores. La línea se movía conforme avanzaba el día, recorriendo casi toda la habitación. Y digo casi porque ciertas esquinas se libraban una y otra vez de ese haz que parecía desinfectar todo cuanto tocaba. La seguía con ansia pues era lo único real que allí había, lo único que me mantenía lejos de la locura.Nunca mientras estuve allí me acerqué a aquellas zonas de oscuridad permanente. La primera noche y la segunda fueron las peores. No dormí y me mantuve tenso todo el tiempo. Además, los de fuera no me traían comida, aunque la pedí. Ni siquiera agua. La tercera noche no aguanté más y dormí profundamente; al despertar encontré un plato de sopa fría y un mendrugo de pan pegados a la puerta. En todo el tiempo que estuve allí, jamás vi a nadie, y si alguna noche perdía el sueño pensando en mis cosas, sabía que al día siguiente no comería. No sé cuánto tiempo pasó, tres años, cuatro, no sé.

Al salir me fui directo a votar al partido demócrata.

Al salir me fui directo a votar al partido demócrata.

Lapo mental 65

-Es noviembre, otoño, y llueve, y me llueve todo a mí. Hojas amarillas, marrones, rojas y alguna verde alfombran el suelo embarrado del Retiro, alguna se pega a mis botas, otras lo intentan sin éxito. El pelo mojado y las manos en los bolsillos, y al final del camino, junto a la estatua del traidor destronado, me espera ella, sonriente. Y cuando me estoy acercando una sombra sale de detrás de algún sitio y se la lleva.

Y deja la mirada caída, quizá porque le ha llegado el eco de aquella sensación de pérdida y de impotencia. El psicólogo piensa su siguiente respuesta; no parece haber meditado mucho la primera, deduce el paciente.

-La conoce, a la mujer, digo.

-No, jamás la vi antes, pero en el sueño sí, no lo dudaría, en el sueño el lazo es fuerte y cuando se va, cuando se la lleva, es... es doloroso.

-¿Tiene nombre, reconocería su cara, su voz, algo?

-No lo sé, quizá, y a veces me sorprendo buscándola, sabe, por la calle, pero no está. Sabré que es ella si ella sabe quién soy yo, si me mira como me mira en el sueño. Pero lo que quiero es que se vaya.

-La odia, le molesta.

-No, pero el sueño se repite cada día, y cada día despierto con esa sensación de pérdida, llorando, sabiendo que no la podría recuperar aunque quisiera porque no existe. Ella sólo respira en mi cabeza.

Lapo mental 64

Qué pena no ser ave de paso...

Reflexionar sobre la vida siempre me ha parecido perder el tiempo, ese tiempo que tanto reclamo y que, si llega, se queda lo justo para echarlo de menos cuando sin avisar marcha a mejores tierras. Y sin embargo ahora es lo que me viene a la cabeza. Demasiado tiempo para ser ave de paso, demasiado poco para disfrutar plenamente sin tener la sensación de que el fin se acerca. Y cómo usarlo... Vivir intensamente, vivir contemplativamente, encontrar el modo en que ambas formas puedan llevarse bien en cada uno de nosotros es complicado, o quizá lo hacemos complicado, no sé. Hay veces en las que despertar es un suplicio que no termina porque una cadena de fuertes eslabones te sujeta, te obliga a seguir dando pasos, como el respirar o el girar de planetas, sin razón ni voluntad.

Dentro de nosotros hay un reloj al que una vez dieron cuerda; no sabemos cuándo cesará su compás, ni por qué, ni para qué, pero es seguro que ese día llegará, es lo único que sabemos. Una vez me dijeron que lo importante es conseguir que ese ritmo sea una fuerza alegre, un impulso de vida, de supervivencia, de mejora, y no un lastre que amargue, que agote las ganas de estar, castigo por nada, injusta penitencia.

Lapo mental 63

Peli para ver: "Olvídate de mí"

Eternal Sunshine of the Spotless Mind

Directed by
Michel Gondry

Jim Carrey .... Joel Barish
Kate Winslet .... Clementine Kruczynski
Gerry Robert Byrne .... Train Conductor
Elijah Wood .... Patrick
Thomas Jay Ryan .... Frank
Mark Ruffalo .... Stan
Jane Adams .... Carrie
David Cross .... Rob
Kirsten Dunst .... Mary


Lapo mental 62

Airbag
En la próxima guerra mundial
en una destrucción desgarradora
he nacido de nuevo
en el signo de neón
enrrollando de arriba a abajo
un airbag salvó mi vida
en una explosión interestelar
he vuelto a salvar el universo
en el profundo profundo sueño
del inocente (completamente aterrorizado)
he nacido de nuevo
en un rápido coche alemán
me sorprende haber sobrevivido
un airbag salvó mi vida
en una explosión interestelar
he vuelto a salvar el universo
...

Radiohead

Lapo mental 61

El androide sabía que se le olvidaba algo. Rebuscó entre los bolsillos de su chaqueta: la documentación, la tarjeta de crédito; en el pantalón: un pase para entrar en las zonas permitidas, un cargador solar, una pelusa; en el bolsillo inútil de la camisa: nada. Volvió a entrar en el cubículo.

Allí estaba, sobre la mesa, el tornillo que le faltaba.

Lapo mental 60

Fábulas (con moraleja(s))

La Fábula del Loro y la Puerta Interdimensional

Hace muchos muchos años en lo más profundo de la selva amazónica vivía un Loro (moraleja: tiempo atrás en la selva había loros). Gustaba el Loro de volar y de comer y de todo aquello en lo que sus alas o su pico o sus patas tuvieran cierto protagonismo (moraleja: si eres loro, asegúrate de tener alas y pico y patas, que si no te vas a aburrir mazo). Los demás animales de la selva lo miraban de reojo y casi no le hablaban, puesto que de todos es sabido que en la selva los animales miran raro, y hablar no hablan, ni esos animales, ni otros, si acaso los loros y si tienen voz humana cerca para imitar, que de ellos no sale el hablar así como así, sin entrenar ni nada (moraleja: si eres un ser pluricelular, mejor no seas un animal, que no pueden hablar; vegetal tampoco).

En esto que un día, por entrar en el meollo, el Loro se levantó inquieto y se puso a volar como un poseso de un lado para otro hasta que se perdió (moraleja: cómprate un plano de tu selva no vaya a ser que un día te pierdas). Cansado, jadeante, se posó sobre un pedrolo en medio de un calvero donde permaneció al menos un rato hasta que se puso a pensar si se quedaba o se iba, y en el caso de que decidiera irse, adónde iría... así es que como no era loro de grandes reflexiones pero sí práctio, optó por quedarse y ahorrarse decidir su destino (moraleja: ir pa na es tontería).

Pasaron las horas y llegó la noche, algo con lo que el Loro no contaba (moraleja: por mucho que algo se repita día tras día, hay peña que se sigue sorprendiendo; véase Crónicas Marcianas). El miedo le pudo, temió por su vida, que es la que tenía más a mano, y tembló como sólo saben temblar los loros (moraleja: si ves a alguien temblar, o tiene frío o tiene miedo, o ambas cosas).

Entonces, ante él, se abrió una Puerta Interdimensional, así, redonda, de la que salían rayos blancos y azules y que hacía un ruidito metálico constante. El Loro se metió dentro y desapareció.

Moraleja: Si te pierdes en una selva, no temas, seguro que alguna puerta interdimensional te saca del apuro. Si eres un loro.

Lapo mental 59

Descripción de mí mismo hecha por mí mismo

(Texto encontrado revolviendo en Mis Documentos)

Yo no he sido siempre yo. Hubo momentos a lo largo de mi vida en los que creí ser otro, pero con el tiempo me di cuenta de lo poco práctico que esto resultaba. Bastante tengo ya conmigo como para que encima tenga que cargar con otro, que encima además me caía mal, era mucho más feo y más gordo y tenía cierto aire a Ignatius Reilly. Hice entonces todo lo posible por no volver a caer en tales tonterías y me contenté con quien soy. Pasé de pseudoyós.

Describirme no es fácil, al menos desde mi punto de vista. Y es comprensible. Yo me veo subjetivamente, de otro modo yo sería otro y a quien miraría no sería a mí, sino a otro, no sé si me explico. Tampoco importa. Lo que importa es que mi descripción psicológica va a estar bastante sesgada por mis complejos y el estado variable de mi autoestima; y la física por mi miopía, la inversión de mi imagen en el espejo y por el simple hecho de que ya estoy acostumbrado a verme, y ya se sabe que de ver tantas veces algo, acaba por gustarte. De todas formas lo intentaré aunque pido perdón por las imprecisiones, que si miento algo no es consciente, es pura sugestión.

Por dentro soy como todo el mundo. Inseguro, algo más viejo que por fuera, seguro, y con espíritu joven. Un lío con tantos nudos que no hay marino que los deshaga. Me río de todo, incluso de mí mismo, aunque prefiero reírme de los demás. Lo sé, está mal visto, es cruel, pero uno se lo pasa mejor y además de mí ya dejo que se rían los demás y si encima me río yo ya resulta molesto. Me considero sociable por naturaleza, me gusta la gente, no toda, pero todo el mundo puede aportar algo, y si no, se saluda y punto. Me siento muy bien rodeado de gente y son pocos los momentos en los que necesito estar solo. Puede parecer que es que no me gusto y por eso rehuyo la soledad, pero no es así. Simplemente he desarrollado la habilidad que llamo “Soledad del Metro”, que me permite estar envuelto en gente y estar solo al mismo tiempo. Muy práctica.

Por fuera… Dejémoslo para después.

¿He dicho ya que me río de todo? Ah, sí. Sigo.

Como complemento a mis opiniones, creo que pueden aportar algo algunas de las pinceladas que de mí han hecho quienes yo considero amigos, a mis enemigos no les pregunto. Ahí van: “está loco, pero es divertido”, “es un niño con pensamientos de mayor, pero se los calla”, “es un cabezón”, “es un guarro y un desordenado”, “¡a ver si se afeita ya de una vez!”, “es menos raro de lo que parece”, “es muy bruto, no para de decir animaladas”, “dice que es tímido aunque lo disimula muy bien”, “es un pesado, me raya”… Bueno, como veis hay para todos los gustos. De todas formas tampoco hagáis mucho caso a lo que dicen éstos, que son amigos pero tampoco tanto.

Lapo mental 58

Un paquete de kleenex arrugado y abierto del que asoman cinco pañuelos, una nómina doblada dos veces, un martillo deforme, un bote de desodorante de bola, una taza con café tibio, y leche, y azúcar, una tortuga de peluche, un ratón, un altavoz, un lapicero lleno de monedas, un cd sin nombre, tres cds en cajas con música, un teléfono móvil, un monitor y sobre él una lista de marcas de corrección, una moneda de cinco céntimos, una figura de plástico de bugs bunny, una cucharilla verde, una moneda de diez céntimos, un bolígrafo azul, cuatro monedas croatas, una publicidad de burguer king, una guía de editores españoles y dentro un cd de sting, una figura de plástico del pato lucas, un teclado, el resguardo de una compra en un supermercado, una octavilla anunciando un concierto, una barra de incienso sin usar...

Mi mesa. Hay quien diría que es un caos, y tendría toda la razón.

Lapo mental 57

Antes, mucho antes del comienzo de los recuerdos, cuando reinaba el olvido y no éramos más que futuro amordazado...

Antes, mucho antes. Antes de distinguir la palabra del gruñido, de ser malos y buenos, antes, cuando todavía casi no éramos, la pena sólo era ficción y el resto, sueño; mucho antes.

Antes, soñé y aquí os confío, antes fuimos reflejo escondido dentro de un espejo, humo viajero de polizón en nube de paso, piel quemada y olor a podrido, bostezo contagioso, actor secundario en algún sueño perdido, ganas de lo que sea y, a veces, el primer aviso de una tonta corazonada.

Lapo mental 56

Una tarde de sol (de Manolo García)

Que pena no ser ave de paso
ni derrota de carta marina
que dulce ser el trapo blanco henchido
al viento del velero que alegre se encabrita
que lento ser ciprés viviendo erguido al cielo
y saber que todo en este mundo necesita su tiempo

Que pena no ser ave de paso
ni proa que acuchilla siete mares
O relumbre del zarcillo de bella muchacha
que descalza baila por los parques

busco en el ruido de las plazas
busco en las calles de ciudades que ya no conozco
busco el aroma de mujeres que pasan
a sus cosas, a su lucha, a la tarea que les toca

guardo una tarde de sol
una tarde de sol por si hace falta
ese es un tesoro que nadie podrá arrebatarme
guardo la mirada risueña de alguna muchacha
guardo en un bolsillo el color de la piel de una naranja.

Mejor pluma del ala de un perro que pasar los días esperando
ahumar el avispero de la mente, que se dispersen la desidia con sus sombras.

Que pena no ser ave de paso
o arrecife sobre barra de corales
al alba pálida ave de paso
que flota sobre espumosos mares
o destello de un pez de hoja de lata
flor de agua
que reluce y baila en los estanques.

Te busco entre la gente de las plazas.
Te busco en las calles de ciudades que ya no recuerdas
Te busco en el perfume de mujeres que pasan, en los silencios que crecen cuando ellas no hablan.
Te guardo una tarde de sol por si la quieres. Ese es un tesoro que nadie podrá arrebatarte.
Te guardo una mirada risueña que nada pretende.
Te guardo en un bolsillo el calor de mi piel por si vinieses.

Lapo mental 55

Tic

La niña vivía dentro del gran reloj de madera del salón del Palacio del Bosque. Siempre había vivido allí, recordaba, y nadie había previsto que aquella situación pudiera cambiar. Cuando el carrillón marcaba con su mecánico andar metálico el comenzar del día, la niña despertaba de su sueño de tic-tacs y bostezaba, y tras cerrar su minúscula boca abría sus enormes y azules ojos soñolientos dando por terminados su noche sin estrellas y sus sueños de niña.

Lo que más le gustaba era sentir el ritmo del tiempo, aunque ella no sabía qué era aquello, el transcurrir continuo que pasa sin saludar ni despedirse, el futuro siendo presente y luego pasado ante sus ojos, reflejado en las doradas manecillas asimétricas de su reloj, siempre girando sobre su eje, atrapadas en la esfera como ella lo estaba dentro de aquel reloj de madera del salón del Palacio del Bosque.

Así pasaba las horas la niña del reloj, y los segundos fueron minutos y los minutos horas, y así hasta que los años se sumaron hasta ser siglos y la niña, sin saber que al otro lado del cristal del reloj de madera el tiempo arañaba la vida sin compasión, volvía cada noche a esconderse bajo las sábanas en espera de un nuevo amanecer.

Tac

Lapo mental 54

El Arte de Meter la Pata

Existe. No hay duda. Otras artes llegaron antes y las hemos asimilado en nuestra cultura con naturalidad. El arte de amar, del que mucho se habla y del que poco se sabe; el arte de la guerra, con el rojo sangre como color predominante; el arte que tienes, quillo, que te sale de dentro y que no se enseña ni se aprende; el arte por el arte, que es lo mismo que decir que eres pobre pero que disfrutas con lo que haces; y el arte puro y duro (lo de duro va por las cuevas de Altamira).

Y tras las artes de siempre, si bien en un segundo plano, surge el Arte de Meter la Pata. Cualquiera diría, desconocedor del asunto protagonista de este lapo, que cualquiera puede ser un talentoso metedor de pata (insertador de gamba, según otros); un servidor no está nada de acuerdo. Sólo unos pocos son (somos) capaces de desarrollar esta técnica artística hasta niveles que podría calificar de geniales. Sí, ciertamente cualquiera puede meter la pata, pero Meter la Pata, así, con letras gordas, es cosa de artistas natos.

Un mediocre metedor de pata podría llevar a cabo un acto de este tipo provocando daños temporales, alguno estructural, quizá, pero son los menos, y pasar por un genio del arte ante los ignorantes ojos del profano espectador o víctima de turno.

Un genio del Arte de Meter la Pata no deja puerta entornada, ni ventana mal cerrada, ni resquicio por el que buscar el perdón suplicado. Un genio de tal arte la caga al cien por cien, provoca daños permanentes y no hay cojones de arregarlo. Al meter la pata destroza todo lo que hay a su paso, y de paso, si puede, se queda sin pierna. Un genio metedor de pata devasta, asola sin criterio el espacio físico y emocional en un radio de kilómetros a su alrededor...

Concluyendo, quien Mete la Pata con arte deja un recuerdo imborrable en su víctima o víctimas y así perdura para siempre. Una forma como otra cualquiera de pasar a la Historia.

Para otro momento dejaremos otro de los dones que el caos nos dejó como regalo deseinteresado: el Don de la Inoportunidad.

Lapo mental 53

La moneda rodó sobre su canto hasta golpear la mano abierta e inerte del hombre muerto. Fue cruz.

La sonrisa del señor de la chaqueta azul, con carcajada contenida incluida, iba dirigida directamente contra el otro, más bajito y sin chaqueta. Es mío, dijo el sonriente, y hoy te gano diez a dos. El señor bajito gruñó y dio la espalda a la escena siguiente: el señor de la chaqueta azul recogía la moneda y se la llevaba al bolsillo mientras con la mano libre tocaba la nuca del cadáver. Una simple caricia, pareció. El muerto se olvidó de su estado y retomó la verticalidad. Por un momento su rostro denotó duda, quizá sorpresa, pero al poco comprendió todo y sonrió, triste.

Lapo mental 52

Castigo divino

Las hay guapas, las hay tontas; muchas veces, y no me gusta generalizar, son guapas y tontas al mismo tiempo. Un lujo, una filigrana de la naturaleza, como el oso hormiguero, el ornitorrinco o los punks que votan al PP.

Las hay feas, las hay listas; muchas veces, y no me gusta generalizar, son feas y listas al mismo tiempo. Como las ostras. Feas por fuera, ricas por dentro...

Está claro que esto no es sino un castigo para el hombre: "hijo, te comiste la manzana, así es que no puedes tenerlo todo en la vida, elige o muere". Me callo lo que pienso sobre el comentario divino.

Pero hay excepciones, bellas excepciones. Son guapas, inteligentes, actractivas por dentro y por fuera. Problema: tienen un cacho de cerebro que les dice que nanai de hombres, que como son tan guapas y listas, que prefieren estar con guapas y listas... mujeres resentidas, quizá, o simplemente con una brújula particular que a los hombres nos fastidia el invento.

Ahí están ellas, entre nosotros, nos miran, porque nos miran, pero no nos ven; si acaso de reojo se dan cuenta de nuestra existencia, a veces simplemente porque estamos entre sus ojos y la chica a la que están mirando atentamente. Lesbianas, las llaman; mujeres resentidas, las llamo, quizá porque no estoy dispuesto a pensar que no haya marcha atrás en su "decisión", porque pienso que puede ser eso, una decisión de ellas, y no simplemente el fruto mismo, inevitable, ineludible y jodidamente insalvable, de la invariable voluntad del destino-dios-naturaleza-caos-puto manipulador que nos maneja a su antojo.