Otras vidas

Cuando te mueves tanto, o te mueven, te cambia tanto la vida que puedes llegar a no reconocerla. Todo cambia a tu alrededor: gente, espacio, tiempo, y al final cambias tú, que no eres sino un simple ingrediente más en la ensalada-largometraje que te ha tocado vivir. Puedes entonces afirmar que esta nueva etapa es otra vida distinta. La cuestión, supongo, es saber adaptarse. Cuando eres niño puede parecer más fácil, pero es mucho más traumático, ya que no decides, y ser irresponsable y dejarse llevar es genial, pero alguien decide por ti, y nadie te asegura que la decisión vaya a ser la correcta. Tampoco si la tomas tú, pero al menos la tomas tú.

Pasan los años y parece que todo queda atrás. Uno se queda con lo último. Con la vida reciente, con la gente que te ha acompañado en tu última etapa. Algunos quedan de fases anteriores, pocos, de todas formas. Pero esas vidas cortadas a medias y retomadas a veces, y rehechas, y semienterradas para comodidad de la psique, tan sensible ella, están ahí, siguen estando ahí.

Ahora sigue habiendo cambios, distintos de aquellos otros, bifurcaciones encadenadas, opciones que hay que tomar o descartar en poco tiempo, o mucho, o nada, y que vuelven a determinar qué será lo que viene y qué se deja atrás, quién serás y quién dejarás de ser, y no hay mucho más que hacer. Atrás quedan cientos de vidas descartadas, miles quizá, que nunca fueron ni serán.

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