Revisión #416: Planeta Azul 36

Como cada quinientos AMMs (Año Medio Multiversal), dirigimos nuestra mirada hacia el Planeta Azul. Si os soy sincero, me paso los últimos cincuenta años antes de este momento de lo más nervioso, preguntándome qué estará pasando por allí. Es, sin exagerar, el planeta más interesante asignado a mi grupo de trabajo. Más de una vez he tenido que luchar contra la tentación de reprogramar el plan establecido y dirigir los sistemas a ese pequeño planeta acuoso dominado por humanos (así se llaman a sí mismos). Pero consigo contenerme. De otra manera, es seguro que sería degradado por la Agencia, quizá retirado definitivamente.

La evolución durante los últimos milenios en el Planeta Azul ha sido mínima. La última vez que eché un vistazo la civilización más avanzada se encontraba en un estado bastante primitivo pero tuve la sensación de que se avecinaban cambios. Pronto, aposté con otro Observador, llegará el Progreso, paso necesario antes de la Autodestrucción. Pocas especies superan esta fase. Nosotros lo conseguimos, obviamente, pero somos una rareza en el multiverso. La fecha exacta (consulto la base de datos), según el calendario local dominante, fue el 19 de octubre de 1469. Recuerdo que uno de los hechos más importantes del día fue la unión de dos líderes, la reina Isabel y el rey Fernando (rey y reina son conceptos muy extraños en el resto del multiverso... son cargos de dominio heredados, resumiendo, que se dan en estadios muy primitivos de la evolución histórica y sólo en algunas especies menores).

Los sistemas empiezan a recibir datos del Planeta Azul. Las primeras imágenes y sus interpretaciones aparecen ante mí. No puede ser... Los sistemas han de estar equivocados. Reviso las cifras. Son correctas. Según los datos, casi dos mil millones de seres están pendientes de la unión entre un protorrey, William, y una protorreina, Kate. Vuelvo a consultar los sistemas, incrédulo. Repaso el resto de variables: religión, dictaduras, guerras, desigualdades... Uf, menos mal. El Progreso ha llegado, como esperaba. Pronto pasarán a la siguiente fase, aunque el ritmo es demasiado lento en comparación con otras civilizaciones. La Agencia no confía en este tipo de civilizaciones. No suelen recuperarse tras la Autodestrucción. Una lástima.

Sugiero en el informe la posibilidad de acortar más las revisiones de este planeta (cada 250 AMMs) y rebajarlo de categoría (de AAA a A-) en la Escala de Confianza de la Agencia. Habrá que ver si cambia la tendencia o tenemos que darlos por perdidos.

Siguiente objetivo: Revisión #653: Planeta en Desarrollo 361.

Flato

El portero estaba vencido. Los defensas, a muchos metros a su espalda. El delantero, pues, tenía en su pie el gol de la victoria. Casi a puerta vacía. Cargó su pierna, cual catapulta, y justo antes de golpear el balón, le dio flato.

Cuando te da flato no hay nada que hacer. Te da, te jodes y ya. Se acabó lo que se daba. La pierna intenta acatar la orden del cerebro pero se distrae, qué fatalidad, con el jodido flato. El flato es el talón de Aquiles de todo deportista. El flato es el Caballo de Troya que te suelta una coz del todo inesperada. El flato te roba la hombría, el gesto heróico, el triunfo y, a un futbolista, la concentración y el tino. El flato es una puta mierda, dicho mal y pronto. El flamante flato flatulento de los cojones. Y allí estaba.

El balón se fue blandito hasta las manos del portero, suave, inocente, que miró al delantero sin comprender. "Puto flato", pudo leer en sus labios. Claro, cómo si no, pensó el guardameta, cómo si no.

El peluquero

Hace muchos años que no voy a una peluquería. Es un acto completamente innecesario dada mi alopecia galopante. Así es que he perdido algo propio de esos lugares: la conversación con el maestro de las tijeras y el peine, primero, y el vínculo peluquero-cliente que se crea después. El vínculo es lo más. Esa relación tan especial no se da en ningún sitio más. La habida entre el dueño del bar y el cliente habitual se le acerca... pero es distinta. Que un tío te toque la cabeza, corte tu pelo, el contacto, la cercanía... no sé, eso sólo se puede parecer a la relación del cirujano con el paciente, y en este caso el segundo está anestesiado, así es que no cuenta.

El vínculo entre peluquero y cliente es algo que echo de menos. Recuerdo al último peluquero de mi vida, que no fue el último en sentido temporal, pero sí el último con el que se dio ese lazo, esa confianza, ese llegar y que sin que tú le dijeras nada él supiera cómo querías el corte. Eso es algo que nunca se olvida.

Y por qué me acuerdo de esto ahora... porque hoy he comido en un restaurante regentado por un peluquero retirado de fama comarcal (nacional, según él), que me ha servido el menú del día, medio torpemente, y ahora, horas después, sigo preguntándome cómo es posible que haya querido renunciar a su trabajo, a su arte, a lo que se le da bien (muy bien, según él) y, sobre todo, a ese vínculo especial con el cliente que tanto echo de menos.

Sin internet

He estado una tarde y pico sin internet. ¿Grave? No, lo he llevado bien. Relativamente bien. He descubierto que el día tiene muchísimas horas. Más de las que creía. Algunas de ellas elefantiásticamente eternas. También he confirmado que un ordenador sin internet tiene un uso anecdótico, más si eres, como yo, una persona que no le da más uso exointernáutico que el que le da, que es 0,1 tendiendo a 0. Otra cosa gorda: sin internet Spotify no funciona. Lo sé, es una obviedad. Pero no te creas, que no lo es tanto... que he tardado en darme cuenta de que la razón por la que no se oía la canción era porque no había conexión. Internet es como la electricidad, el agua, y, diría más, como el oxígeno en las arterias. Vital es poco.

No tener internet ha sido llevadero. Recuperar la conexión ha sido traumático. Mientras he estado sin internet en el mundo han pasado tantas cosas que cuando he vuelto al cibermundo ha sido todo un shock: me sentía como mi abuela cuando trataba de hacerle entender los fundamentos físicos de su televisor... completamente desfasado. Al entrar en Twitter la gente se reía de algo que todos conocían menos yo. Al abrir el periódico online una crisis política se había resuelto y yo ni siquiera sabía que había comenzado. En Facebook, sin saber cómo, mi lista de amigos había sufrido dos bajas. No te digo ya la cola de series pendientes de ser descargadas... ¡infernal! Y eso que han sido sólo unas horas.

Mañana me voy diez días de vacaciones. Y serán diez días sin internet. Sin internet. Diez días, diez. Un 1 y un 0. 10. X en romano. Todos los dedos de las manos de un ser humano completo.

¿Os he dicho que me voy diez días y que no tendré internet?

Jaja jaja ja


ja


ja



ja ja



ja


ja

Libros

Hoy toca seleccionar libros. Muchos irán a la biblioteca de pueblo. Una treintena, para mis hermanos. Y otro montón se quedarán en casa, creo que los menos. Es difícil elegirlos. Conmigo se quedarán los regalados y los de mis autores favoritos, a los que sigo libro tras libro, y los ensayos. Para mis hermanos reservo algunos de los que más me gustaron pero sé que no releeré. Mejor que los tengan ellos y los disfruten como ya lo hice yo. A la biblioteca donaré el resto: algunos que me gustaron, otros que no, medianías y algún clásico releído.

No es fácil elegir bien. Tampoco es fácil deshacerse de ellos. No soy un fetichista de los libros, por suerte, pero han estado siempre conmigo y les cuesta dejar su sitio en los estantes. Pero es necesario. Nuevo espacio para nuevos libros, o para otras cosas, que para surtirme de libros ya están las bibliotecas.

Vecinos

Hoy han llegado los nuevos vecinos. Traen un bebé, suyo, imagino.

Ya ha empezado a llorar.

(S.O.S.)

Por el campo

Por donde yo vivo los conejos suelen ir a su bola por el campo. No hay orden. No hay reglas. Nadie inventó jamás, ni pensó en inventar, un Código de Circulación para Conejos, Liebres y otras Bestias, aunque no habría sido mala idea. Así es que cuando vagabundeo por el campo (es lo que hago, no andar, ni pasear, ni marchar ni correr (plantear esto último va más allá de la ciencia-ficción según mi estaticus modus vivendi)) y veo dos o tres conejos salir disparados en una huida loca (¿huyen de mí?), desenfrenada, me pregunto si no sería posible cogerlos un día, sentarlos como las personas, y explicarles que no es necesario que vayan follaos por la vida, que no hay prisa, que la slow life es posible, que nada tienen que temer de un inocente urbanita metido a homo ruralis como yo, que además no me gusta el conejo (soy más de pollo), que si quieren venir a mi casa están invitados, que hasta tengo zanahorias si las quieren... no sé, un poco más de cordura y menos correr, que eso es de no tener cabeza y muchas ansias, y de la malas. ¿Y viviendo así, con esas prisas, cómo pretenden evolucionar?