Lapo mental 84
Las campanadas llegaban apagadas por la doble capa de cristal de la ventana. Seguro que Ramón García y Ana Obregón hacían el bobo delante de millones de españoles; perdido ya el sentido del ridículo, este par de momias se atreven a todo, pensé. Aburrida, hice coincidir el sonido del badajo con chorros de vaho de mi boca con los que rompía el frío que me daba en la cara sin compasión. Sonó la última y comenzó el año nuevo. Aplausos, besos y abrazos. Abajo, algunas personas salían del edificio, vestidas de punta en blanco, achispadas por el vino y el cava, con ganas de pasar una buena noche. Una rubia miró hacia arriba y no sé cómo, me vio, y sin llegar a creérselo del todo, hizo que sus amigos también me miraran. Debe de ser impresionante ver a una señora mayor, entrada en carnes y medio desnuda, entrar en el nuevo año sentada en la cornisa de una ventana. Debe impresionar, pensé, y la situación me sacó una carcajada que sólo yo oí. Agarré mi copa de vino y brindé en mi honor mientras abajo mis vecinos seguían gritando no sé qué.
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