Lapo mental 90

Lo que más le gustaba era agarrar el cuchillo y buscar la mejor parte, blanco y carmín, la mezcla perfecta. Y así lo hacía cada día al volver del trabajo. Subía las escaleras sabiendo que él la esperaba impaciente sobre la encimera, colocadito en su guillotina, ansioso como ella por sentir el cuchillo, hambriento de filo y generoso de sabor. Meter la llave, girar y casi oler su salado aroma, y correr hasta la cocina y quitar con mimo el paño... manjar divino, su droga, pensaba, y cortaba sin cesar, mudo el jamón, feliz, como ella.

Para Tania.

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