Tres semanas en casa sin salir, sin hacer nada productivo, sin limpiar. Las pelusas me miran con lástima desde las esquinas, algunas se ríen, las de debajo de la cama se avergüenzan, y no paran de llegar nuevas a casa; por lo visto se extendió el rumor, todo verdad, confiad en mí, de mi retiro voluntario de ermitaño diletante y mi zulo se ha convertido en meca de ácaros y demás detritus. Es curioso ver cómo evoluciona una casa cuando se abandona al caos. Se vacía el frigo de comida, quedan sólo restos inútiles, complementos alimenticios insustanciales, huele mal, no sé por qué; las bolsas de basura se quedan con parte de lo que antes era apetecible y ya son trinchera homologable; y la hornilla, aceitosa, con trozos pegados de qué sé yo, hace juego con los platos, coro desafinado enterrado en la fosa común que es el fregadero. Creo que si continuara con mi encierro durante unos meses más solucionaría el hambre en el mundo, es curiso cómo la cocina se va extendiendo por toda la casa llevando su excedente allá donde menos te lo esperas; esta mañana descubrí que el salón ya no es habitable, huele igual que el frigo y los platos con restos se han hecho fuertes en el sofá, la mesa y la televisión. Pronto querrán salir de casa.
Lo del suelo es lo más raro. No he abierto las ventanas en ningún momento y a pesar de todo el suelo podría servir para montar un terrario para hormigas. He sellado con cinta las ranuras de las ventanas y la mierda sigue entrando, ¿me estaré volviendo loco? Se me acabó la ropa limpia. Opté por ir desnudo pero el frío pudo conmigo; ahora llevo una sábana atada, cual senador romano, es más cómodo para ir al baño.
Ayer se acabó el papel higiénico, pero no lo eché de menos, el váter lleva tres días atascado y he vuelto a los orígines, lo hago en un A4 y lo encesto en la escombrera que hay bajo mi ventana. Para mear prefiero la botella de ariel, cuando la llene irá también por la ventana.
Esta mañana me quedé sin víveres. Pensé que todo había terminado, que tendría que volver a salir, fin del sueño y vuelta a la vida real. Entré en depresión durante unas horas hasta que recordé que en el supermercado de al lado puedes hacer pedidos por teléfono...
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