"Cuando llegó el Día del Fin del Mundo, yo estaba en casa durmiendo. Supongo que habría gente despierta, barrenderos, insomnes, prostitutas, juerguistas, taxistas, perros, y todos aquellos que vivían en un país con un par de franjas horarias más allá o seis o siete más acá. Lo que es a mí, me llegó mientras dormía y la primera parte me la perdí. Ahora que ha pasado el tiempo, tampoco creo que importase mucho perder ese par de horas o tres; no debió pasar mucho, porque cuando desperté y vi el resto, comprendí la situación sin necesidad de preguntar a nadie sobre esas horas perdidas. Mucho ruido, gritos, gente corriendo, fuego... lo esperado. Pasé miedo, lo admito, pero al pasar los días (es un mito eso del "día" del fin del mundo, superó la semana) me fui acostumbrando, y creo que el resto de la gente también. No volví a casa desde que el primer día, no me apetecía. Ya nada importaba, ni mi casa, mi coche, mi trabajo, y lo que para muchos fue un castigo, para mí fue una liberación, lo que para tantos el caos, para mí la respuesta. Corrí durante horas, buscando a la gente que quería pero ya no estaban, quizá también corrían buscándome, no lo sé, pero también eso perdió sentido. Lo único que quedó fue la incógnita de saber cuándo terminaría y qué pasaría después.
"Cuando todo acabó los que sobrevivimos no tuvimos que esperar mucho para saber cuál iba a ser nuestro destino."
3.nov.3 D.DFM.
Diario del masajeador de pies número 2.367 de Dios.
3.nov.3 D.DFM.
Diario del masajeador de pies número 2.367 de Dios.
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