El hombre de la chupa de cuero seguía de pie frente a mi casa. Llevaba ahí casi seis horas, a veces apoyado en la farola, otras sentado en el bordillo de la acera. A ratos parecía esperar a alguien. Miraba el reloj y daba paseos nerviosos. Sin embargo, había momentos en los que parecía estar allí porque sí, por estar.
De pronto se le cayó encima una sonda espacial to bestia y se murió.
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