en el buzón

acodada en la ventana, con el pelo cegado por la seda roja del pañuelo que le regalé, entorna los ojos la zorra aquella que un día me dijo que me quería y luego se fue a buscar una polla más grande y sin pasado que le preparara el café por las mañanas. desde el coche no se distinguen los años pero seguro que ya sus ojos los dejan ver, y sus carnes blandas, y el tinte en el lavabo. parece feliz y eso es lo que más me jode, así es que me cago en una bolsa del pryca y le dejo todo el mojón en el buzón.