Frío

Escribo rápido para que la sangre vuelva a los dedos -se nota llegar, calentica y viva-; en la calle la lluvia me ha enhebrado los poros de la cabeza, huérfanos de folículo piloso, pobres, como tortura china y serrana. He llegado mojado, tras la puerta y el golpe de calor me he visto los zapatos chorreando y he imaginado mis pies helados y encogidos, buscando más calcetín del que hay para superar el entumecimiento. En casa se está bien, artificialmente, claro, es una mentira que dura lo que aguanta el gasóleo calefacción.

"La dura y fría realidad siempre espera su momento para colarse entre tus huesos, amigo", me dijo una vez el viejo de la gasolinera con un palillo entre los dientes. Quise reírme, y quién no, a mí también me sonó a vaquero de espagueti western, pero como su brazo era tan ancho como mi pierna y supuse que su sentido del humor sería tan limitado como mi resistencia al dolor, opté pagar e irme.

Entro en calor poco a poco para evitar que las moléculas de mi cuerpo se quiebren por el cambio brusco de temperatura. Lo sé, es algo que no va a pasar a no ser que me haya bañado en nitrógeno líquido previamente, pero es un miedo y como cualquier miedo es irracional, y si pongo la calefacción muy alta de golpe y vengo de la calle y el calor de la casa y el frío de mi cuerpo chocan, sé que reventaré en pedacitos como teselas de fondo de piscina, se ponga la física como se ponga.

Y todo por una barra de pan, que encima está como un yunque.

La Hermandad

En el centro de la sala circular, en torno a la mesa redonda de piedra negra, se encuentran sentados algunos de los Elegidos. Las luces de las antorchas en la pared y los intrincados pasadizos subterráneos confunden incluso a los que llevan años asistiendo a las reuniones de la Hermandad. Sólo unos pocos conoce de su existencia. Y así debe ser. Los presentes esperan en silencio las palabras de su Guía.

-Bien, hermanos. Estamos aquí para sumar un nuevo miembro a la Hermandad.

La reacción de los asistentes a la inesperada noticia es un respetuoso pero desconfiado silencio. El Guía se gira y con un gesto manda acercarse a alguien que hasta ese momento aguardaba entre las sombras. Es una mujer. Parece fuera de lugar. Es la única allí que no viste la túnica azul ni oculta su rostro bajo un velo blanco.

-Supongo que ya la conocen. Ella es Susanna Maiolo.

Los Elegidos asienten y la tensión del momento parece desaparecer en cuanto reconocen a la heroína que recientemente tiró al suelo al Papa Benedicto XVI.

-Susanna, futura hermana, le quiero presentar a los miembros de nuestra humilde hermandad. A mi izquierda, Muntazer al Ziadi. Lo reconocerá porque fue quien le tiró el zapato a George W. Bush. No tuvo muy buena puntería, pero la intención es lo que cuenta. A mi derecha, el hermano Massimo Tartaglia, que reconocerá como quien le saltó los dientes a Berlusconi, con mejor tino que el hermano al Ziadi. Y por último hoy está con nosotros, a su derecha, Juan Fernández Khron, al que pocos conocen, y uno de los fundadores de la Hermandad: en 1982 logró herir con un puñal al Papa Juan Pablo II. En fin, Susanna, creo que hablo en nombre de todos si le digo que es un honor para la Hermandad de los Agresores Cutres de Dignatarios Mundiales que sea usted uno de sus miembros.

-El honor es mío... pero le quería preguntar, si no es mucha indiscreción...

-No no, adelante, hermana.

-¿Usted, Guía, quién es? ¿Cuál fue su agresión?

Los hermanos presentes se vuelven hacia su Guía con un gesto de adoración que estremece a la nueva Elegida y esperan atentos la ya conocida respuesta de su superior.

-Yo... por ahora para usted seré sólo el Guía. Mi agresión la conoce, aunque todo el mundo sigue pensando que fue un accidente... ¿Recuerda el incidente en España de Rajoy y Aguirre con el helicóptero?

El otro

El tabernero terminó de limpiar las últimas mesas. Las dos mozas que servían ya se habían ido y en pocos minutos él mismo se iría a casa con su mujer. Sólo quedaba un cliente por echar que se había quedado dormido sobre la mesa, rodeado de vasos vacíos. Así acababa el hombre cada noche desde hacía meses. Trabajaba todo el día y al terminar la jornada, aparecía por allí para ahogarse en alcohol. Y nadie le decía nada. ¡Qué le iban a decir al pobre hombre! El tabernero se acercó a él y lo zarandeó para despertarlo. "José, amigo, despierta, ¡que voy a cerrar!", le gritó al oído. El borracho abrió los ojos pidiendo con un gesto de la mano otro vaso más. El tabernero no esperó más. Lo levantó de la silla y lo arrastró hasta la calle sin demasiada oposición. "José, anda, espabila, tienes que ir a casa. Tu mujer y tu hijo te esperan allí", le siguió gritando. Entonces José se irguió y respondió con la lengua bien trabada y algunas lágrimas de alcohol en los ojos: "¿Mi hijo? Ese niño no es mi hijo, bien lo sabes tú, ¡Jesús no es mi hijo!", y se marchó tambaleándose por en medio de la calle.

Evoluciones y revoluciones

Evoluciones que nos llueven, algunos se quedan boquiabiertos, otros ojipláticos. La mayoría, como mínimo, sorprendidos. Hay quien se sonríe, ¡jeje, hasta dónde vamos a llegar! Hay quien se indigna, ¡esto es el principio del fin! Los hay que se abanderan, ¡así así, esto es lo que queremos! Otros se manifiestan, o gruñen, o guardan un ambiguo silencio, hay quien golpea la pared con el puño, quien lo celebra con amigos y cervezas, quien se ve desincronizado con el mundo, quien reacciona, quien se paraliza. También los hay indiferentes, inmutables, los hay pasados de vueltas, ¡ya nada me sorprende! Cínicos, hipócritas, frustrados vitales, progres de carné, reaccionarios, esnobs, fashionados sociales, modernos conservadores y conservadores modernos. En espiral, a ritmo variable, cogiendo aire de vez en cuando, preparados para todo o nada, sin mirar atrás, como la vagina de las patas. Quién te ha visto y quién...

Etimofraseologías

'Me has dejado sin palabras': El origen de esta conocida frase data data de finales del siglo XIX. Según conocemos, la historia nos dice que cuando Ottmat Mergenthaler, inventor de la linotipia, se encontraba preparando uno de sus prototipos junto a uno de sus ayudantes, en un momento en el que el inventor quiso hacer unas pruebas se encontró con que se habían llevado los tipos (las letras) a otra máquina, razón por la cual gritó '¡Me han dejado sin letras!'. La frase saltó a la calle y pronto quedó como la conocemos hoy en día. Curioso, ¿verdad?

'Poner la mano en el fuego': La procedencia de este dicho se remonta a la época en la que se practicaba el llamado juicio de Dios. También conocida como Ordalía, ésta era una institución jurídica que dictaminaba, atendiendo a supuestos mandatos divinos, la inocencia o culpabilidad de una persona o una cosa acusadas de quebrantar las normas establecidas o cometer un pecado. Esta costumbre pagana, que fue común entre los germanos y otros pueblos antiguos, se ejecutaba de formas muy diversas. No obstante, casi todas consistían en pruebas de fuego. Ante el tribunal, el acusado debía sujetar hierros candentes o introducir las manos en la lumbre o en una hoguera. Posteriormente las pruebas se dejaron de realizar con fuego y se sometía al acusado a pruebas con distintos tipos de picante, quien tenía que tragar grandes cantidades sin beber agua. Si aguantaba sin perder la conciencia, era considerado inocente. En Japón todavía se hacen pruebas similares a la hora de entrar en grupos mafiosos como la Yakuza sólo que allí usan wasabi.

'Más se perdió en Cuba': El saber popular y la poca seriedad de los historiadores apuntan a que esta frase se empezó a decir tras la pérdida de las colonias españolas en el desastre de 1898. Y nada más lejos de la realidad. La frase se acuñó popularmente en La Rioja cuando el oidio, una enfermedad procedente de Norteamérica, llegó a esas tierra a finales del siglo XIX y se llevó toda la cosecha de vid, lo que redujo al mínimo la producción de vino de ese año. Por esos pueblos se empezó a decir 'más se perdió en las cubas', con el mismo uso que le damos ahora pero claramente asociado a la epidemia sufrida en sus campos. El timpo y el boca a boca acabó por mutar la frase y cambiar 'las cubas' por 'Cuba' aunque manteniendo el mismo significado de fondo.


Salieri, M. Estudio (curioso) de la lengua española; 143 p. Vol. I, Ed. Truño. Chapinería, 1998.

El último café

"La vida es como cuando vas al baño en mi curro… nunca sabes cuándo te va a tocar respirar la mierda de otro".



Se acabó el café de la máquina. En estos casos la gente se enfada mucho, la golpea y demás catarsis particulares. Yo no. Lo que hago es imaginar que para acabarse el café de la máquina los de la oficina hemos tenido que usarla varios cientos de veces. Y la recargaron sólo hace dos días. Inmediatamente después me vienen a la mente los efectos que el delicioso miercafé que le meten tiene en el organismo humano. Miro el reloj: las 14.35. Es decir, que el váter lleva siendo usado toda la mañana.

Entonces siento un alivio interior-masivo por no haber sido el 'suertudo' que se ha tomado el último café de la máquina, con todos los posos y los efectos intestino-destructores que le habrán llevado invariablemente a necesitar hacer uso de las a estas alturas infrahumanas instalaciones para el desalojo de materia orgánica sobrante de origen humano.

¿En la Estrella de la Muerte tendrían máquina de café? Humm.

Mi ansiado encuentro

Laura y Jacinto dijeron que sería "incapaz". Y un huevo. Por lo pronto le he echado morro y no he tenido ningún problema para entrar, porque esto lo he visto hacer mil veces en la tele y yo hago lo que sea por poder ver a mi ídolo. Cualquiera que me vea pensará que soy un profesor de literatura: llevo chaqueta de pana marrón con coderas verdes, vaqueros, gafas de pasta, una maletica bien grande para libros y demás y barba de tres días. Y ha sido más fácil de lo que pensaba. He entrado, he dicho mi nombre falso (profesor Juan Pérez) y he pasado a la sala de conferencias. Así de fácil. Hasta me han dado una identificación con mi nombre y una foto en la que sale un señor canoso que curiosamente se llama Juan Pérez, como falsamente me llamo yo. ¿Ha sido suerte? Quizá. Yo no lo creo.

Me he sentado en uno de los asientos reservados en la segunda fila y me he tragado dos conferencias hasta que ha llegado la de mi ídolo. Al verlo casi me orino encima de la emoción. Marco Salieri ha entrado como si nada, como si estuviera en su casa. De hecho he creído ver que llevaba unas pantuflas de cuadros. Qué seguridad transmite. Como en su obra. He hecho una lista con las preguntas que le quiero hacer, unas cien o así, y seguro que cuando dejen preguntar a los asistentes no voy a ser capaz de levantar la mano, y no digo ya de abrir la boca. A mi derecha se sienta un señor calvo con un portatil. Mientras presentan al señor Salieri el hombre este no para de escribir y su tecleo me pone nervioso. Sin poder evitarlo leo en su pantalla: "El mundo onírico de M. Salieri". Pienso si decirle algo pero espero y cuando mi ídolo empieza a hablar, mi vecino se pasa a la libreta, mucho más silenciosa que el ordenador.

La conferencia trata de la "literatura de farmacia", como él la denomina. Nadie hasta ahora se había atrevido a hablar tan claramente de un tema tan polémico. Porque no sé si lo he dicho, pero Marco Salieri es un polémico escritor, el más polémico de todos, diría yo. Durante un par de horas ha hablado Salieri. Sólo ha parado para beber agua un par de veces y otra para tomarse unos phoskitos. Todo el mundo sabe que tiene bajo el azúcar y no le dicen nada, claro. Alguna risita ha habido cuando se lo ha sacado del bolsillo, pero han sido acalladas rápidamente. Lo que es el no saber...

Cuando ha llegado el turno de preguntas he levantado la mano tan rápido que creo que me he dislocado el hombro.

Historia de una patada

No sé, estoy confuso. No soy un hombre inteligente. Mi herencia genética es pobre y me cuesta hilar pensamientos y razonar con ellos. A veces lo intento pero pocas veces llego a conclusiones fundamentadas. El otro día me puse a ello y la cosa acabó muy mal. Hay tantas cosas que no entiendo... Cuando paseo pruebo. Es donde mejor pienso y aprovecho para entender el mundo que me rodea. La otra noche estaba en ello cuando se cruzó aquel periodista. No fue culpa suya. Yo ni siquiera sabía quién era. No suelo ver la televisión a no ser que haya fútbol o algún programa de zapping o bromas de esas que tanto me gustan. Yo pensaba en ese momento, y es mal momento para cruzarse conmigo, lo admito. A ver si me acuerdo: pensaba en el lío de Tiger Woods, en Raúl en el banquillo, en los crucifijos de las escuelas, en el curioso color rosa de los billetes de metro, en cómo será estar dentro de un acelerador de partículas y en el origen misterioso del telexto de la tele. No sé qué me pasó. Me bloqueé, quizá. Algo en mi cabeza se recalentó, se saturó, no pudo más, y no sé cómo ni por qué, le solté un patadón al tío ese, tan fuerte que hasta sentí sus costillas quebrarse contra mi pierna. Y me arrepiento. Porque es culpa mía, por intentar hacer algo para lo que no estoy preparado, porque, ahora lo sé, pensar es realmente peligroso; sobre todo si lo hago yo.

1.641 días

Son muchos días, pero más son los que quedan por delante (digo yo...).

Naturaleza de guante blanco

Un pájaro -me gustaría concretar la especie pero sólo distingo entre grandes, pequeños y gallinas- pequeño me roba una aceituna del árbol -me gustaría deciros qué tipo de árbol es pero es que sólo distingo entre verdes, rojos, marrones y sin hojas; este da aceitunas: aventuro que será un 'aceitunero', pero es mucho aventurar- que crece frente a mi ventana y que, a su vez, se queda con los pocos rayos de sol -sería increíble concretar el tipo de estrella pero es que... ¿amarilla?- que logran sortear el muro de nubes -si fuera por mí, en serio... ¿cirros? ¿cumulonimbos?... si es que es mejor no concretar y así no liarla más- que esta noche no me dejará ver las estrellas.

Lapositando

"Lapositar" es un nuevo verbo que un servidor quiere ofrecer a los hispanohablantes para cuando lo necesiten, que nunca se sabe. La verdad es que lo mismo no lo usan nunca. Yo mismo me lo acabo de inventar y a saber cuándo lo vuelvo a utilizar. Para que se entienda bien el significado de esta palabra de nuevo cuño la incluiré en la siguiente frase:

'Ahora mismo estoy lapositando.'

Creo que queda claro el significado. Clarísimo.

¿No?

A ver, para los torpes:

Lapositar: acción de escribir un lapo mientras se empollan unas oposiciones.

¿Ya?

(De nada.)

Colas

Soy el último. Miro y delante de mí hay 300 personas, más o menos. Tras diez minutos pregunto al que hay delante de mí si sabe que hay al principio de la cola. Él tampoco lo sabe. Seguimos esperando. Una mujer se coloca detrás de mí. Ya no soy el último.

Doc y Marti McFly

Al final de la tercera parte de la mítica trilogía 'Regreso al Futuro' vemos a Doc con mujer e hijos visitar a Marti en su tren-máquina del tiempo. Lo que nadie sabe es que la historia no iba a terminar ahí. No, la historia iba a continuar un poco más y el final no iba a ser tan tan tan feliz.

Año 2040. Marti McFly es ahora un viejo viudo y decrépito que regenta una tienda de guitarras eléctricas siempre a punto de desaparecer. Doc, con su aspecto de siempre (pelo cano, edad indeterminada), entra en la tienda y saluda a Marti. Ha pasado mucho tiempo desde la escena del tren-máquina del tiempo, aunque no el mismo para los dos.

Marti: ¿Por qué has venido? ¿Por qué ahora?
Doc: Quería ver cómo estabas...
Marti: Mentira, Doc, sabes bien que es mentira.
Doc: ...

Marti se recuesta en su silla tras el mostrador. Doc se acerca y se sienta a su lado.

Marti: ¿Estarás conmigo hasta el final?
Doc: Claro amigo, aquí estaré.

FIN.

El mundo onírico de M. Salieri

Notas para un ensayo-crítica-borrador, "El mundo onírico de M. Salieri" (quizá tesis, algún día), sobre el autor M. Salieri y la influencia de lo onírico en su literatura, por Michael S. Conde.

"A falta de sueños, buenos son lapos" es la eterna coletilla del polémico escritor Marco Salieri que siempre sorprende con sus declaraciones en las que entremezcla haikus descafeinados, retorcidos y pedestres con muestras de cierta humanidad malentendida.

Pocas veces, admite en privado, ha podido disfrutar del despertar agitado, excitado, dislocado y atontado que sigue a los sueños. Es lo que más envidia "del resto de los mortales". Quizá sea por eso que sus creaciones están tan cargadas de ese onirismo flatulento tan suyo (nota: otros autores, ¿drogas?).

Reflejo en su obra (nota: seleccionar otros ejemplos anexos I, II):


El ojo atravesado
Lo primero que hace cuando suena el despertador es tratar de atrapar algún hilacho de sueño, una imagen suelta aunque sea, pero jamás lo consigue. [...] Entre repullos pasa la noche y luego nada de nada. Será un castigo por el mal hecho una futura vida, los efectos de un golpe en la sién que no recuerda, de una abducción o una mala digestión, quizá,
o algo peor. Al despertar hoy, el reloj marcaba las 46: 68.

"Es frustrante", confiesa tras presentar su ponencia 'La literatura de farmacia: posología y contraindicaciones' en el ciclo de conferencias 'Otras literaturas, por llamarlas de alguna manera', "es mi mayor deseo y nada puedo hacer para alcanzarlo". Recientemente Salieri se ha sometido a un tratamiento en fase experimental en las instalaciones de la clínica Rubber contra el consejo de sus médicos, que han hecho todo lo posible por disuadirlo. "Le explicamos que había probables e incontables efectos secundarios no testados, que hasta las cobayas habían rehusado participar en las pruebas iniciales", explica el doctor Aguado, pero Salieri siguió adelante con el tratamiento (nota: localizar expediente, entrevista a vecinos, infancia, otros médicos, ¿novias?). Los resultados han sido "descorazonadores", admite visiblemente disgustado, "no sólo no recuerdo los sueños sino que encima ahora cada día me levanto con algún síntoma nuevo: esta mañana no me sentía los pulgares, ni los de las manos ni los de los pies; y ayer sólo podía mear sentado".

Al preguntarle si mezcla sueños y realidad en sus creaciones literarias se enfada y me pregunta si no he leído su entrevista en 'LiterHartura'. Cuando le respondo que no, hace como que no me ha oído (nota: revisar entrevista mencionada, artículos). "¿Sueños y realidad? Puede ser. A falta de sueños, buenos son lapos", dice entre risas algo artificiales.

Los protones y mi tortícolis

Justo cuando encienden el Colisionador de Hadrones y consiguen que unos inocentes protones se choquen entre sí, va y me da una tortícolis de caballo que me tiene medio inutilizado.

¿Nadie más ve que esto no puede ser simplemente una coincidencia?

Trascendente

-Di algo trascendente, anda- le pide mientras liga los huevos, el aceite y la sal con la batidora-, venga, no te cortes.
-Ponle ajo...-le dice al Oráculo, dubitativo.
-Eso es, Neo, eso es.

(Escena en la cocina del Oráculo, no incluida en el montaje final de 'Matrix'.)

El viernes se acaba (o no) el mundo

Después de gastarse 27 millones de euros en reparar el LCH parece (y digo "parece" porque visto lo visto nunca se sabe...) que el viernes, este viernes, se acabará el mundo. Por fin podrán darle al botón "Crear BigBang-Agujero Negro" por el que nos iremos todos, como el agua por el váter tras tirar de la cadena, a un mundo sin espacio ni tiempo, ni mundo.

(Y si no pasa nada, será porque se les habrá roto otra vez...)

Dos pacharanes

El polémico escritor Marco Salieri había quedado con otro polémico escritor cuyo nombre no voy a desvelar en este texto por deseo expreso suyo. Lo llamaré 'Migue' para mantener el anonimato y no llamarlo siempre "el otro", "el innombrable", "Voldemort" o cosas peores.

Salieri y Migue solían quedar para tomarse un pacharán o dos y hablar mal del mundo y bien de ellos mismos. Al ser incomprendidos y polémicos tenían problemas para encontrar a gente que los aguantara más de cinco minutos y en momentos de desesperación, solían hacerse compañía. El promotor de esta última cita había sido Migue. Tras leer el lapo 'La Banda del Bastón', de su colega Marco, le había asaltado una duda que quería resolver cara a cara con el autor.

-Tú sabes que mis antepasados son polacos... -dijo mientras se sentaba violentamente en la terraza el polémico Migue. Ni saludó siquiera.
-Mmm, claro, sí, me lo contaste hace tiempo, ¿qué pasa con eso? -respondió Salieri recolocándose en la silla a la defensiva.
-Que he leído tu lapo y no sé, me ha sentado mal. Me lo he tomado como algo personal. Ya sé que no debería pero...-Migue se quedó pensativo, luego pidió los pacharanes de siempre.
-¿Personal? ¿Qué mierda quieres decir con eso?
-Pues personal... ¿a qué viene lo de los polacos? ¿Son delincuentes, trabajadores ilegales, mafiosos? ¿Por qué has puesto polacos y no rumanos o lituanos o españoles mismamente?
-A ver, Migue. Son polacos, una cuadrilla de polacos. Trabajadores, no sé, no tendrán papeles o no le habrán hecho contrato y si les hacía falta el dinero... y puse polacos como podría haber puesto currantes de cualquier otra nacionalidad.
-Ya. Pero tú contra los polacos no tienes nada.
-Nada, así en general, nada. -Guardaron silencio hasta que llegó el camarero con las bebidas. Salieri le pegó un tiento al pacharán en cuanto lo tuvo delante.- ¿Hablas polaco?
-No no, qué va. Ni tengo contacto con nadie de allí, de mi familia digo.
-Es raro.
-El qué.
-Pues eso, que tengas familia polaca, que vamos, que por dentro eres medio polaco, que a lo mejor tienes familia que estuvo en medio de la guerra, allí, en Polonia, judíos y eso.
-Sí, raro es.

Acabaron en silencio sus bebidas. Una rubia potente pasó por delante de la mesa y ambos volvieron la mirada hacia ella unos segundos. Salieri se dirigió a Migue mientras jugueteaba con el vaso vacío de pacharán.

-¿Leíste la entrevista del imbécil aquel, el de la revista?
-Sí.
-Y qué te pareció.
-Estuviste borde. En tu línea, vamos.
-¿Dirías que estuve polémico?
-Mmm, no sé, más que polémico estuviste borde. No polemizaste, no.
-Pues vaya...
-Pero estuviste bien.
-¿Sí?
-Sí.
-Pues gracias.
-De nada. ¿Otro pacharán?
-Sí, no... Bueno, venga, pero es el último, eh.

Me caí de culo y me cambió la vida

Salí camino de la panadería (1 barra/55 céntimos) y metí la pata en el medio charco que me hizo ver todas las estrellas en pleno día. Es duro caer de culo pero más duro es hacerte añicos el coxis, que no sirve nada más que para hacerse uno polvo si se cae de culo. En el suelo estuve, gritando, llorando, dos horas, y no es que la gente pasara a mi lado haciendo como que no me veía. Es simplemente que no pasaba gente, que es lo más normal del mundo en mi pueblo apenas habitado.

La ambulancia llegó, me recogió como pudo y me llevó al hospital. Fractura de coxis, me dijo el doctor después de hacerme una radiografía. Eso ya lo sabía yo, señor doctor, desde el mismo momento en que me la di contra el suelo. Me miró algo enfadado y me explicó con demasiado detalle, mal dolor le dé, cómo sería el proceso de curación: largo y doloroso, en resumen.

Dos meses estuve tumbado de lado en el sofá, mirando por la ventana de mi casa. Y ahí fue cuando descubrí mi afición por los pájaros. Frente a la ventana hay un árbol en el que siempre hay alguno que o pasa, o se va, o se posa. Qué bonitos son, pensé, me gustan, esto es lo mío.

En cuanto pude sentarme, me apunté a un curso por internet de taxidermia de aves y animales pequeños. Después de varias práctias online me di cuenta de que así no iba aprender nada y me compré unas redes para intentar atrapar pájaros a los que disecar y así ir cogiéndole el tranquillo al asunto. Esperaba labrarme un futuro así, ya que no había visto nunca una tienda o negocio dedicado a la taxidermia y supuse que ese sector estaría falto de gente experta en el tema que ofreciera sus servicios por un módico precio. Después de disecar al cuarto pájaro dejé de vomitar, y el quinto bicho la verdad es que me quedó bastante presentable.

En pocos días me hice una página web donde ofrecí mis servicios: www.momificaves.com. A las pocas horas de colgar la web, recibí el primer pedido: mi primer cliente quería un guacamayo, pero yo no tenía ninguno, ni en mi pueblo suelen vivir, que yo sepa. Rechacé el trabajo y dejé bien claro en la web que los animales los ponía el cliente. En un mes tuve dos clientes: uno quería disecar a su loro, que estaba muy viejo, y el otro pretendía que yo viajara hasta su pueblo, que estaba en la quinta hostia por cierto, para hacer lo propio con una mula. De locos. De la mula pasé, claro, por grande, mamífera y lejana. Con el loro el problema era que el animal seguía vivo y el trabajo no era inmediato, así es que era como no tenerlo. Le hice un presupuesto al señor y prometió llamarme en cuanto "tuviera lugar el fatídico deceso de su cariñito", me dijo el tío.

En fin, que ahora, si algo soy es taxidermista, y todo por caerme de culo.

Oferta de trabajo

Esta tarde he visto clavada en la puerta de la biblioteca de mi pueblo una curiosa oferta de trabajo. Los requisitos para el puesto son tres: estar empadronado aquí, tener el graduado escolar y carné de conducir. Sólo cumplo una. Pero eso es lo de menos.

Las labores que hay que realizar en el puesto, por lo leído, son variadas. No concretan demasiado pero se deja bastante claro que quien acepte el trabajo realizará todo tipo de tareas y no podrá rechazar ninguna. Se podría decir que se busca para el puesto un chico para todo con mucho aguante que quiera trabajar media jornada por 400 euros.

Lo curioso de la oferta es que conseguir el puesto implica sufrir constantes, cómo decirlo, "experiencias cercanas a la muerte".

Es en el tanatorio.

Estracto del Libreto de la ópera "El Imperio Contraataca"

Acto III

Escenario: El fondo y los laterales del escenario simulan ser paredes de la Estrella de la Muerte. Algunas luces parpadean, rojas, azules, amarillas, y hay una ligera neblina. En el centro, Darth Vader y Luke Skywalker discuten en La menor. El primero viste de negro (túnica negra hasta los pies) y el segundo de blanco (túnica blanca hasta los pies).

Música: La de siempre pero flojica.

Texto (es en inglés, los sobretítulos pueden ir en cualquier idioma o no ir)


Narrador en off

Luke llega a Ciudad Nube y se enfrenta a Darth Vader. Es en este momento donde el Lord oscuro le revela la terrible verdad: Luke es hijo suyo. Luke es tentado por el lado oscuro pero prefiere tirarse al vacío antes que unirse a su recién encontrado padre.


Darth Vader
Luuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuke!

Luke
¡Quéeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!

Darth Vader
He pensadoooooooo que quizá podrías unirte a míiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.

Luke
¿A tiiiiiiiiiiiiiiiiii? ¿A lado oscuuuuuuuuuuuuuuuro? Jamás jamás jamáaaaaaaaaaaaaaaas

Darth Vader
Unirte a míiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.

Luke
¿A tiiiiiiiiiiiiiiiiii? ¿A lado oscuuuuuuuuuuuuuuuro? Jamás jamáaaaaaaaaaaaaaas, jamás

Darth Vader
(agarrando a Luke de los hombros hacía sí)
Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Luke
Nooooooooooooooooooooo

Darth Vader
Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Luke
Nooooooooooooooooooooooooooooooooo, jamás.

Darth Vader
(abraza a Luke, que se resiste)
Pero tienes que hacerlo, Luuuuuuuuuuuuuuuuuuuuke, porque ¡yoooooooooooooooooooo sooooooooooooooooy tu paaaaaaaaaaaaaaaaaaaaadre!

Luke
No no nooooooooooooo,
no es posiiiiiiiiiiible,
no no noooooooooooooooo,
estás mitieeeeeeeeeeeeeeendo,
qué me dices,
no es verdad,
qué me dices,
noeeeeeeeeees veeeeeeeeeeeeeeerdaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaad.

Darth Vader
Eso diiiiiiigo,
soy tu paaaaaaaaaaaaadre,
eso diiiiiiiigo,
sí sí síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.

Luke
No no nooooooooooooo,
no es posiiiiiiiiiiible,
no no noooooooooooooooo,
estás mitieeeeeeeeeeeeeeendo,
lo que dices,
no es verdad,
lo que dices,
noeeeeeeeeees veeeeeeeeeeeeeeerdaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaad.

Darth Vader
Sí lo diiiiiiigo,
soy tu paaaaaaaaaaaaadre,
sí lo diiiiiiiigo,
sí sí síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
¡Y ahora veeeeeeeeeeeeeeeeente tú a mi laaaaaaaaaaaaaaado
y gobernemos el mundo los dooooooooooooooooooooos
juntoooooooooooos los dos
los dos
los dooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!


Luke
No no no
No no no
No no noooooooooooooooooooooooooooooooooooooo.
Jamás.

(Luke, desesperado, se deshace del abrazo de su padre, salta del escenario y desaparece. Queda Darth Vader solo; un grupo de soldados imperiales aparece en escena.)

Darth Vader
Mi hiiijo, mi hiiijo, ha saltado al vacío y me ha dejaaaaaaaaaaaaaado.

Coro de soldados imperiales
Su hiiijo, su hiiijo, ha saltado al vacíio y le ha dejadoooooooooooooo.
Oh no
oh no
oh no

Darth Vader
Oh noooooooooooooooooooooooooooooooooooo.

(Se cierra el telón.)

Fin del Acto III.

Un cacho de pan francés evita el fin del mundo

Amigos y amigas de la ciencia infusa. Hace meses que esperamos que la máquina que acabará con el universo se ponga en marcha. Si hacemos memoria (también podemos ver las entradas anteriores del blog y no desgastar más neuronas) recordaremos que hace unos meses se estropeó tontamente y nos quedamos con las ganas de ver cómo reventaba todo.

Pues bien, la avería ha sido reparada y ya está todo listo para recrear el momento primero, el punto en el que el tiempo empezó a ser y el espacio de nuestro universo a expandirse a todo trapo... "¿en serio?" (creo oír entre mis fieles lectores). No, es coña. Cuando parecía que el LHC se iba a poner al fin-por fin-finalmente en marcha, alguien la ha vuelto a cagar.

Dicen que ha sido un pájaro que ha dejado caer un trozo de pan en un transformador eléctrico...

Interpretaciones posibles:

1. Hay que ser un cobarde sinvergüenza para echarle la culpa a un pobre pájaro. Me juego el cuello a que el mismo que la cagó la otra vez cargándose los imanes se estaba comiendo un bocata de jamón y tomate y se le han caído unas miguillas que han roto el cacharro. Que digo yo que vaya mierda de transformador si se jode con un trozo de pan...

2. El pájaro ha sido el culpable y nadie miente en este asunto. Ridículo entonces, porque: a) cómo puede un pájaro colarse en un lugar tan protegido, caro e importante; b) cómo no se inventan otra excusa que los deje un poco mejor ante la opinión pública... ¿un pájaro y un trozo de pan pueden con la ciencia más avanzada?

3. El pájaro es un enviado de la Gran Energía Creadora que quiere evitar el fin del mundo. Tiempo atrás la GEC utilizó una paloma para llevar una rama de olivo. Ahora utiliza al pájaro para llevar un trozo de baguette que inutilice la máquina demoniaca con la que el hombre pretende acabar con su gran obra. El Pan es su Carne y con su Carne nos Salva del Mal.

4. La industria panificadora está teniendo pérdidas. La gente cada vez compra menos pan y todo es una maniobra para que las baguettes salgan en los periódicos de todo el mundo. Esperan con eso aumentar las ventas de baguettes y, de rebote, de otros tipos de pan.

5. Los científicos están asustados. Tanto tiempo sin poner en marcha la máquina les ha hecho desarrollar un miedo atroz al fracaso y nadie se atreve a empezar con el proyecto. Como nadie quiere dar el paso final, se han inventado una excusa para no pulsar el botón que arranque el cacharro hasta que alguno de ellos supere el trauma.

En fin, que hay respuesta para todos los gustos. De todas formas dicen que dentro de unos días la rotura estará solventada... Veremos, que, qué queréis que os diga, yo no me fío nada de nada.

Los huevos de Soraya

Quién dice miedo. Quién se atreve a apuntarnos con su dedo acusador, el índice suele ser éste por tradición, y llamarnos cobardes. Quién. ¿Acaso no saben que España es tierra de valientes? El Cid, el Gran Capitán, el héroe Eloy Gonzalo y, cómo no, Ortega Cano. Aquí no nos rendimos y, si caemos, nos levantamos con más fuerza para alcanzar lo inalcanzable.

Soraya quedó penúltima en Eurovisión y eso, que tumbaría la moral de cualquiera, no ha hecho sino darle la fuerza patria, el influjo nacional, el coraje ibérico, la bravura visigoda y el encono orgulloso de la casta española que la llevará, sin duda, a lo más alto, al preciado altar victorioso que es el podio del próximo festival de paladines duelistas de la canción europea, donde se elevará cual virgen poseída por los hados olímpicos y se hará con el deseado y máximo honor que un artista puede anhelar, el sueño, la meta, el destino de los más grandes, el hito que hará que pase a la Historia como la más grande heroína, que tras caer en desgracia resurge de sus cenizas con el ritmo de nuestros corazones hilado en su impresionante voz de mítica e idolatrada diosa de dioses.

Qué huevos tienes, Soraya.

La Banda del Bastón

Los viejos de la Banda del Bastón sembraron el terror por toda la sierra durante muchos años. Pueblo tras pueblo, ninguno quedó libre de sus felonías. Se llevaron gallinas, puercos y hasta una mula vieja, por no hablar de algunos robos menores o las incontables humillaciones. Al alcalde de Villainquina lo dejaron como su madre lo trajo al mundo, atado en la encina de la plaza del pueblo y sin un pelo en el cuerpo. Al cura de San Eufrasio le hicieron comerse todas las hostias que había en la iglesia y beberse todo el vino.

El viejo del bastón era el cabecilla y otra quincena de jubilados lo acompañaban en sus fechorías. Todos le temían. En sus ojos no había piedad y no dudó jamás en usar la violencia cuando lo así consideró necesario. Era un malhechor de los de antes. La leyenda dice que no siempre fue así, que hubo un tiempo en que andaba entre los demás como un vecino más, y trabajaba, y hasta tenía una familia. Fue al llegar la jubilación cuando su mente se trastocó. Entonces convenció a sus compañeros de centro de día de su pueblo y se tiró al monte. O eso dicen.

Fue un polaco, Marcio Salierisky, quien después de muchos años consiguió pararlo. Las historias del final del viejo del bastón son incontables, todas ellas increíbles. La verdad nunca es tan espectacular como la leyenda. O casi nunca. Como cada noche desde hacía un mes el polaco Salierisky y su cuadrilla construían un chalet en Torreinsulsa, todo en dinero negro, claro, y seguro que sin permisos municipales. Casualmente la Banda del Bastón había elegido ese pequeño pueblo para una de sus incursiones y la calle donde los polacos levantaban la casa como camino de entrada para llegar hasta uno de los silos de grano que pensaban vaciar. Salierisky los reconoció al instante. Nunca los había visto pero las descripciones corrían de boca en boca y desde que llegara a España había oído una y otra vez las historias del viejo del bastón y su banda. El viejo andaba apoyándose en un palo y muy despacio le seguía un camión con las luces apagadas y con tres viejos más en la cabina. "Qué le trae a este pueblo, viejo", dicen que dijo Salierisky con voz autoritaria. El nonagenario levantó una mano y el camión se detuvo. Fijó la mirada en el polaco y levantó amenazante el palo que le servía de bastón. Luego miró el chalet, sonrió mostrando su boca desdentada e hizo una señal para que los demás viejos de la banda bajaran del camión.

Al día siguiente la policía detuvo a toda la Banda del Bastón, cuyos miembros se habían pasado toda la noche, embelesados, viendo el buen hacer con el ladrillo de la cuadrilla de polacos.

Cosas que aprendí estos días (y olvidaré antes del finde)

Adidas fue creada por dos hermanos que se enfadaron. Eran algo nazis pero uno más que el otro y por eso el menos nazi se fue y fundó Puma. Adidas se llama así por su creador Adolf Dassler (Adi-Das).

En Túnez los hombres son los que van a la compra. No permitirían que sus mujeres llevaran el peso de las bolsas.

De toda la vida, los chinos cuando están enfermos se ponen mascarillas para no contagiar a los demás.

La fundadora de la 'Iglesia de Cristo, Científico' se curó de una hostia enorme y por eso sus fieles creen que las enfermedades se curan rezando.

El queso y el vino no van bien juntos, pese a la tradición. De hecho antiguamente se daba queso a los compradores al por mayor de vino para que no notaran que lo que estaban tomando y comprando era vino malo. El queso anula los matices del sabor del vino. De ahí viene la frase "darla con queso".

Según la Constitución, el tutor del futuro Rey de España ha de ser español de origen. En cambio el regente no tiene por qué serlo.

Para hacer un agujero con un taladro en la pared o en el culo de un macetero, conviene usar primer una broca pequeña y luego pasar a una mayor.

Las peras "conferencia" son esas que parece que se han caído en un charco de barro.

La palabra "sibarita" viene de los habitantes de Síbaris, una ciudad italiana donde se vivió del comercio; la gente se forró y se dedicó a no hacer nada.

El viejo del bastón

El polémico escritor salió echando leches del café Gijón y sin rumbo fijo. Lo único que quería era alejarse de allí, de las preguntas incómodas del periodista, del desayuno interminable que había pedido sabiendo que sería incapaz de comérselo, de las miradas que la gente le lanzaba, a él y a su chándal, su inseparable chándal. La huida le hizo sudar pero no hizo nada por evitarlo. Al contrario, aceleró el paso hasta que su falta de forma y de oxígeno se hicieron con el control de su cuerpo y lo arrastraron hasta un banco. Resoplando, se sentó al lado de un viejo con bastón. Los viejos con bastón, en opinión de Salieri, eran como un cuchillo de doble filo. Si no había que fiarse de los viejos en general, si además el susodicho era usuario de bastón o similar, había que temerlo como al mismo demonio. Pero se asfixiaba y no podía ponerse exquisito con el banco y su actual inquilino. El pulso le golpeaba en las sienes, el aire entraba y salía con dolor y el viejo del bastón lo miraba espectante. Esperaba quizá verlo morir allí mismo, y seguro que si algo así sucedía ni pestañearía. A los viejos la muerte ya no les soprende. Cuando vio que el escritor empezaba a recuperar el aliento, volvió su mirada a su objetivo anterior, un perroflauta que hacía malabares con unas pelotas de goma. A Salierie el gesto no le gustó ni un pelo. Durante unos segundos imaginó que se levantaba y con la velocidad de un felino le robaba el bastón al viejo y corría sin volver la vista atrás hasta su casa, lo colgaba en la pared del salón, como un trofeo de caza, y pasaba la tarde imaginando el gesto sorprendido, enfadado, impotente del viejo sin bastón. En lugar de eso, se levantó, se fue hasta casa y convirtió al viejo del bastón en la víctima odiosa que moría en una de sus creaciones literarias.

Chin-chímini

El viento sopla mi chimenea y le saca unos sonidos muy curiosos.

Y no sé si quiero que mi casa sea una ocarina divina.

Ahora que no querer no va a ser suficiente para acallar esos susurros, molestos de día y estremecedores de noche. Y de nada me va a servir pedir silencio a gritos por la chimenea, si acaso para sentir vergüenza propia y ajena (siendo yo el otro, reflejado en el espejo, propio y anejo).

Me he visto llamando al periódico para anunciarme como un demandante de sordinas para chimeneas pero he colgado y he recurrido a los tapones de oídos de toda la vida. Más baratos y menos absurdos.

Ahora oígo el tumtum de mi corazón y mi garganta tragar y el eco del silencio estomacal y, sinceramente, no sé yo qué es peor.

Entrevista al polémico escritor Marco Salieri

Entrevista publicada en el número de octubre de 2009 de la revista especializada "LiterHartura".

Marco Salieri se presenta a la entrevista en chándal. No es que hubieramos concretado otro tipo de vestimenta para nuestro encuentro, pero en el Café Gijón la gente no deja de mirarnos, y no sin cierto desprecio. Para evitar esta incomodidad, me siento de cara a la pared y dejo al entrevistado frente al resto de clientes. Por su gesto relajado e indiferente no parece importarle demasiado lo que piense el resto de la concurrencia. Cuando llega el camarero, pide un café, un zumo de naranja, dos cruasanes plancha, tostadas con tomate y un mollete de jamón y queso.

JM: Bien, señor Salieri...

MS: Llámeme Marco, si no le importa.

JM: Bien, Marco. En primer lugar me gustaría agradecerle que haya accedido a entrevistarse conmigo. Sabemos que no le gustan estos encuentros.

MS: Cierto. Pero bueno, mi editorial me ha dado un ultimátum y no he podido negarme.

JM: Ah, humm, bien. En fin. El motivo de la entrevista, como ya sabrá, es hablar de una de sus últimas creaciones, que ha traído consigo bastante polémica, porque...

MS: Lapos.

JM: ¿Decía?

MS: Lapos, que son lapos, lo que usted ha llamado creaciones literarias tiene un nombre: lapos, lapos mentales.

JM: Sí sí, claro. Eso... lapos. Disculpe, no quería faltarle...

MS: Pues si no quiere, no lo haga. Y vayamos al grano, que tengo que ir a comprar el pan: quiere usted hablar de La reliquia, supongo.

JM: Efectivamente. Como sabe ha suscitado muchas críticas, tanto en el mundo de la literatura como en otros sectores. La Asociación Española de Anticuarios ha enviado a los medios un comunicado en el que expresa su indignación, leo textualmente, "tanto por el cliché que es el personaje protagonista como por presentarlo como un estafador". ¿Qué piensa de esta acusación?

MS: Son chorradas. Claro que es un cliché y claro que es un estafador. Pero eso no significa que todos los anticuarios sean unos estafadores. Además, es ficción. La ficción, y me siento bastante ridículo al tener que realizar esta afirmación tan obvia, no es realidad. Si un anticuario escribiera sobre un escritor asesino jamás se me ocurriría decirle que se retractara de sus palabras ni nada parecido. Son chorradas, insisto.

JM: Entonces puedo afirmar, si no le he entendido mal, que usted no tiene nada en contra del gremio de anticuarios.

MS: Pues no, nada en contra. Aunque después de leer su comunicado podría tener alguna razón para tenerles cierta inquina. Pero vamos, que no voy a perder ni un segundo con ese tema. Hay mucha gente en el mundo que merece ser odiada y por buenas razones.

JM: Como por ejemplo...

MS: Los periodistas.

JM: Bien. Cambiemos de tema. La denuncia de Sony...

MS: Eso lo lleva mi abogado y me ha dicho que no comente nada al respecto...

JM: Pero usted afirma en su... lapo que la empresa cerrará...

MS: Como le he dicho, no voy a hablar del tema. Si acaso volver a recordarle que es ficción, sólo ficción.

JM: Teme llegar a juicio...

MS: Déjelo.

JM: Vale. Por último quería referirme a las críticas estrictamente literarias. Se le ha tachado de redundante por el comienzo del lapo: "En la centenaria tienda de antigüedades el anciano quitaba el polvo que cubría las vetustas reliquias." Quería usted decir que el sitio es viejo y redunda con 'centenaria', 'antigüedades', 'anciano', 'vetustas' y 'reliquias'.

MS: Efectivamente, redundo.

JM: Bueno, algunos críticos señalan que quizá es excesivo...

MS: Efectivamene, es excesivo.

JM: Entonces lo hizo así a sabiendas.

MS: Sip.

JM: Tiene entonces algo que decirle a sus detractores.

MS: No, bueno, sí. Que si no les gusta lo que escribo, que no lo lean, y todos tan contentos.

JM: Precisamente por este tipo de reacciones suyas se dice que es una persona que lleva mal las críticas. ¿Es cierto?

MS: Claro. Las malas no me gustan. A nadie, supongo. Si yo le digo a usted que está haciendo una entrevista de mierda quizá tampoco se lo tome bien.

JM: Claro, pero...

MS: Pues eso. Y le voy a ir dejando ya, que tengo mucho que hacer.

JM: Ah, bien, pues gracias de nuevo, y hasta otra.

MS: A usted por el desayuno.

Salieri se levanta y sale con paso ligero del café. En la mesa queda medio café, el zumo de naranja, un cruasán sin tocar, las tostadas y el mollete de jamón y queso. Pido la cuenta mientras me como el mollete abandonado por el escritor.

El niño del globo

Dentro de un par de décadas...

-Oye, ¿tú eras aquel chaval al que su padre hizo esconderse para que todo el mundo creyera que se había ido volando en un globo? ¿El del montaje que las teles siguieron en directo? ¿Que al final todo se descubrió y no veas qué estafa?
-Sí, ¿por?
-No, por nada, ¿y a qué te dedicas?
-Estudié derecho y ahora soy concejal de urbanismo.
-No sé por qué... pero te pega.
-Eso me dicen, sí.

La reliquia

En la centenaria tienda de antigüedades el anciano quitaba el polvo que cubría las vetustas reliquias. Cuando la cascada puerta se abrió y el cascabel sonó el viejo supo que el hombre que estaba entrando en su anacrónico santuario iba a volver patas arriba su tranquila existencia. Los años habían ido pasando casi sin notarlos. Sólo sus rodillas empezaban a quejarse. La tienda de coches de su derecha era ahora un dispensador de comida rápida. El Zara de su izquierda había cerrado hacía años y sus hijos habían vendido el local a unos kazajos que habían montado un ruidoso centro de ocio. Sólo él seguía allí. Dejó el aspirador sobre el cristal rayado del mostrador, recolocó sus gafas de pasta y trató de enfocar la mirada en la figura que se le acercaba desde la puerta.

-Buenas tardes, señor.- La voz chirriante del hombre hizo que el viejo torciera el gesto.- Me han dicho que quizá usted tenga lo que estoy buscando.

-¿Y se puede saber qué es lo que necesita?- La fama de poseer lo que ya nadie tenía era conocida en muchos círculos de la ciudad, y no sólo de la ciudad. A diario le llegaban pedidos de todo el país y a veces del extranjero.

El cliente se quitó la mochila que cargaba y la puso sobre el mostrador. Abrió la cremallera y el viejo se mordió el labio. Después de tantos años en el negocio todavía sentía aquella excitación que sólo las reliquias traen consigo. Le costaba no meter él mismo las manos y sacar lo que aquel extraño hombre traía. Pero no tuvo que esperar demasiado. El hombre puso delante de él una PS5, modelo de 2014, que reconoció nada más verla por el diseño aplanado y los bordes metálicos. Una PS5 en su tienda. No podía dar crédito a lo que veían sus ojos.

-Necesito una batería para este modelo, señor. Lo he buscado por todas partes pero es imposible. Desde que Sony cerró hace treinta y tantos años todo se mueve en mercado negro, y a precios altísimos. Además, no me fío. Pregunté en varios foros y todos le señalan a usted como el único que podría tener una batería válida. La tenía en casa guardada desde hacía tiempo y antes que tirarla he preferido arreglarla. Mi abuelo jugaba con ella cuando era pequeño, sabe.

El viejo observó la PlayStation detenidamente. Estaba muy bien conservada. Suponía que los circuitos estarían bien. Su dueño ya los habría revisado. Sólo faltaba la batería.

-Pues, señor, lamento no poder ayudarle. Hace años que vendí la última que me quedaba. Cuando mi propia PS5 se estropeó del todo me deshice de juegos, batería y todo lo demás. Desde el Cambio Tecnológico de 2031... ya sabe, no hay recambios ni técnicos que sepan cómo arreglar estas máquinas. Ahora son sólo...

-Reliquias, sí, lo sé. Entonces no me queda nada que hacer. Sólo guardarla y olvidarla.- El hombre empezó a guardar la consola en la mochila.

-O venderla. Hay gente que tiene otros modelos cuyas piezas son compatibles y cuando se averían pagan bien por recambios de segunda mano. Yo mismo podría encargarme de buscarle compradores. No es fácil y llevará su tiempo, pero algo podrá sacar.

-Ah, claro. Bien bien, me parece bien. Mejor eso que nada, supongo.

-Claro, hombre. En cuanto sepa algo, le llamo y le cuento.

Firmaron los documentos y el hombre se marchó dejando allí la consola. El anciano esperó unos minutos y luego sacó una pequeña caja fuerte de debajo del mostrador. Encajó temblorosamente la llave que colgaba de su cuello en la cerradura y sonrió de nostálgica felicidad al ver dentro sus mandos y la colección de juegos que había guardado durante tanto tiempo esperando este momento.

Y la batería.

A cuatro manos

A la guitarra, un servidor. Me salen los acordes de una de "Las buenas noches" mientras tecleo en el ordenador. Lo sé, nadie tiene cuatro manos, pero como esto es mi blog y pasa lo que a mí me da la gana, pues eso, que toco y escribo a la vez. Si queréis discutir sobre las probabilidades de que algo así ocurra en la realidad, o incluso en la ficción, ya si eso otro día monto un foro, charla-coloquio o tertulia y nos enzarzamos. Hoy no.

Que sea ficción no significa que sea fácil. Me explico. Mientras escribo estoy pensando en lo que toco y mientras toco, en lo que escribo, y es inevitable que al teclado me venga la letra de la canción, o sus acordes, o me dé por cantar lo que escribo, que de musical no tiene nada, ni rima, ni encaja en el 4/4 (o compás de compasillo, donde por compás hay cuatro notas de igual duración resultantes de la subdivisión de una redonda, o sea, negras; no sé si me explico; igual da). Y me harían falta dos manos más para la percusión.

Pues eso. A la guitarra un servidor y al teclado (de ordenador) yo mismo con un lío de tres pares. Y lo peor es que a la vez está sonando en mi spotify una de Jamiroquai, que no sé cómo no me vuelvo loco con esta multitarea cuyo único resultado será el de un dolor de cabeza mayúsculo y sus epílogas y minúsculas aspirinas.

Fábula del camino, el viejo y el caballo

El viejo tenía la cara como el desierto: grande, amarilla, reseca, milenaria, cálida, profunda, arenosa y encantadora. Con una mano acariciaba el cuello del caballo. En la otra sostenía un cigarrillo. El camino se había dividido en dos y no tenía ni idea de por donde tirar.

-Buenas tardes.
-Buenas tardes -me respondió.
-Verá usted... es que voy hacia el río...
-El río. Ahora lleva poca agua. Mejor ve en primavera. ¿Verdad Lozano?

El '¿Verdad Lozano?' no iba para mí, deduje al ver que el viejo se volvía ligeramente hacia el caballo. Me quedé mirando como un tonto al animal esperando su confirmación.

-Ya imagino. Pero es que ya que estoy me gustaría llegar y ver la zona...
-Sí sí. Pues mira. Por los dos caminos llegas. Por uno llegas antes que por el otro. ¿Verdad Lozano?

Lozano tenía que saber mucho de caminos. Se habría recorrido todos los de la zona mil veces y, como yo, preferiría coger el más corto. A él quizá le daría igual volver de noche a casa, pero un servidor es de los que prefiere ver por donde pisa.

-Pues el corto, si me dice usted cual es... me vendría muy bien.
-Claro claro. -Entonce se echó el cigarrillo a la boca, volvió palmear el cuello de Lozano.- El corto, claro. La de veces que me habré hecho yo ese camino. Setenta y dos años tengo y desde los ocho trabajando por estos caminos...
-... Mmm, ah...
-...y estos caminos antes no estaban como ahora...

Tras media hora larga de monólogo el viejo (se llama Gregorio, tiene cinco hijos, un rebaño de ovejas, dos caballos: Lozano y Kika, fue taxista en Madrid, albañil, vendedor de fruta y creo que guardabosques a ratos, le gusta cazar, hace queso, vende lana y dos hermanos mayores murieron en la guerra, es viudo, una vez fue con otros viudos a buscar novia a otro pueblo pero sólo había mujeres malas, con el pelo que le sale de las orejas se puede hacer una escoba) se calló. Miré el cielo y el sol ya estaba poniendo el cartel de 'cerrado'.

-Entonces vas al río...
-Iba, Gregorio, iba, que ya se está haciend...
-Pues nada entonces. Hasta otra, y vaya con cuidado, que se está haciendo de noche.
-Lo mismo digo...

Moraleja: Lleva siempre un mapa y si ves un viejo con un caballo, corre lo más que puedas.

Hoy es fiesta

Y por eso todo está cerrado.
Me comeré el pan de ayer, el que ya me comí.
Como hoy es fiesta, se rumia.

¿Tengo que saber yo que hoy es festivo aquí?
Se acabaron los tomates.
Se acabaron las patatas.
Y no tengo cebollas.

Ayuno obligatorio.
Me cago en la Virgen del Rosario.

La niña de rizos azules y el nido

La niña de rizos azules tuvo un presentimiento justo antes de que el nido cayera sobre su cabeza. Al sentir el golpe gritó y corrió agitando sus pequeños brazos, rompiendo con su huida el silencio en todas las habitaciones de la gran mansión. Cuando llegó al salón de baile el espejo que ocupaba una de las paredes le devolvió su reflejo y detuvo la carrera. Tras reconocerse, vestido verde, zapatos de charol y lazo lila en la muñeca, miró todavía asustada sobre el reflejo de su cabeza para descubrir el nido, que permanecía enganchado fuertemente a su enmarañada mata de pelo. Con cuidado, se despegó el nido de la cabeza y lo depositó sobre la mesa central.

Entre las ramas entrelazadas había tres huevos. La niña los cogió uno a uno para comprobar si alguno se había roto con la caída. Todos estaban perfectamente. Entonces pensó en la madre de los futuros polluelos. Seguro que estaría buscándolos como una loca. Lo sabía porque una vez ella se perdió en el parque y su madre llamó a la policía, y cuando la encontraron jugando junto al estanque la madre lloró mucho y ella no supo qué decirle para que no estuviera triste. Con cuidado, llevó el nido hasta el jardín de la entrada, y buscó el lugar exacto donde se encontraba cuando sucedió el accidente. Sobre el árbol más cercano descansaba un pájaro negro y grande que al verla saltó y planeó hasta posarse a un metro de ella. La niña dejó el nido en el suelo y el pájaro se acercó a los huevos. Los miró unos segundos y con tres certeros picotazos, los rompió y se los empezó a comer. La niña de rizos azules comprendió, demasiado tarde, que aquel pájaro no era el dueño de los huevos y, con un suspiro y un par de lágrimas en los ojos, volvió a su habitación a jugar con la Play3.

El niño freak

Con cinco años y esa barba de profesor Bacterio adónde crees que vas, niño. No has visto que estás fuera de lugar. Nadie te respeta y tú insistes en lucir tu barba, como un premio, un don divino que sólo tú tienes. Te crees algo y te tomas las burlas como alabanzas. Date cuenta. Estás haciendo el ridículo con esa barba doblemente anacrónica: ni se lleva ahora ni se lleva con tu edad, niño. Aféitate. Cercénala. Castra ese colgajo que no te hace mayor como tú crees. En un niño una barba así no te hace mayor, te hace un freak. No ves que sólo sirve para atraer a miles de afilados dedos índices. Y tú sigues siendo feliz. Inconsciente. Tú y tu barba, niño, adónde vais.

¡Chapi en Fiestas!

Este viernes comienzan las Fiestas de Chapinería (Madrid) en honor a la Virgen del Rosario. Habrá música de baile, toros, un mercado de artesanía y muchas actividades para jóvenes y mayores.

En fin, un montón de excesos, juerga y despelote.

Por supuesto, todo el orbe está invitado a acercarse y a disfrutar de las Fiestas. Compartiremos así estos momentos de ocio rural que nos ha dado la vida.

Mudanza parcial

Como estamos viendo, en Nosonlapos se está disparando el número de reseñas de series de televisión. Esta explosión demográfica me ha dado el aviso de que las series quizá se quieran independizar del resto de entradas y por ello les he creado un nuevo blog en el que se podrán tener su espacio propio: Críticas en Serie.

Espero que estén a su gusto y sigan su habitual ritmo reproductivo. Dejaremos Nosonlapos para el resto de reflexiones y temáticas.

Momentánemente dejaré las entradas sobre series en los dos blogs. Pasados unos días, desaparecerán de este blog y podrán volar libres en el nuevo.

Un saludo.

NO a Madrid 2016

Que por qué NO a Madrid 2016...

...primero, porque en sí el movimiento olímpico me la suda mucho (dicho en fino): esta razón podría tener algún tipo de explicación pero no la tiene; segundo, que me tira patrás el rollo protagonista: Madrid, guay, qué bien, somos los mejores, vamos, olé y demás; tercero, no entiendo por qué la gente se emociona tanto con el tema, y hasta se presentan voluntarios para ayudar a conseguir que Madrid tenga los Juegos (a lo mejor no hay otros voluntariados que ayuden a la gente de otra forma... o sí, a saber). Y la verdad estas opinión más emocional que racional no tiene sentido en mí, que soy futbolero y entiendo que la gente siga unos colores y demás... pero el rollete olímpico, pos no me entra. Que luego está bien ver a la gente correr a ver quien llega antes... pues sí, aunque no deja de ser algo absurdo (lo mismo que darle patadas a un balón, pero no sé, una cosa me llega y la otra no), y lo de la antorcha de un lado para otro, y los países picaos por conseguir ser la sede... no sé, es casposete como mínimo.

Y eso.

Vuelven las hombreras

Lo que demuestra que el hombre puede pisar dos veces la misma mierda.

¿Lo puedes entender?

'Como quieras'. Eso dijo, sabes, y luego se fue. Yo esperaba algo más. No una escenita de gritos, lágrimas y retahíla de rencores. Tampoco es eso, pero un poco de más pasión, algo de frustración, un jarrón volando sobre mi cabeza, pues sí. Qué menos que un portazo, una mirada de incomprensión, un par de palabras salidas de tono. No sé. Algo. ¿Lo puedes entender? ¿Te parece normal? Se lo pedí, se fue y ahora el enfadado soy yo. Y no tengo a quien mandar a la mierda.

En qué piensan los conejos (iba a poner 'cojones' pero me he contenido)

Ayer me tiré cuesta abajo por la M-510 a todo trapo, sorteando señales de 'Peligro, curva peligrosa con peligro para tu vida y la de los demás, pero sobre todo para la tuya, que vas en bici. PD: que no se diga que no te he avisado, eh. Peligro'. Y, efectivamente, las curvas + la pendiente + los coches + mi bici + yo predecían un resultado (=) muy (+x+) sangriento.

Lamentablemente para la especie humana no fue así. En lugar de sangre salió un líquido trasparente, cálido y salado que luego supe era lo que aquí vienen llamando 'sudor'. Después de un rato reflexionando sobre el mecanismo que me hacía, humm, sudor, humm, ¿sudorar, sudar, llorar sudor?, en fin, ya me entendéis, y tratar de averiguar por qué el pecho parecía un tamtam (para mí que fue porque las cuestas a la vuelta en lugar de bajar subían, y mucho) decidí ponerme manos a la obra e inventar un sistema mecánico, autosuficiente y barato que montado en mi bici sustituyera el pedaleo humano por uno que no necesitara del esfuerzo del piloto, o sea, el mío. Tras dejarme perder toda la tarde encerrado en mi garaje ideando mi invento mi mujer me dejó caer que alguien se me había adelantado varios años en la creación del mecanismo, al que había bautizado con el obvio y simplón nombre de 'motor' (lo confirmé, está en wikipedia). En fin, no se puede ganar siempre.

Parcialmente frustrado, volví a mis meditaciones matinales y me acordé de los conejos. En mi camino suicida de ayer adelanté a un par de conejos que corrían felices (realmente no sé si eran felices, pero es lo que imagino que sentirá alguien que puede ir desnudo corriendo por el campo a las doce de la mañana sin que nadie le diga nada) y me paré a reflexionar (es un decir, seguí pedaleando mientras pensaba, lo que ahora, en frío, me horroriza: dedicar parte de mi cerebro a pensar en otra cosa que no fuera salvar la vida en esa carretera fue una tremenda temeridad (=estupidez)): ¿en qué piensan los conejos? Y en eso estoy.

La autovía

Qué pasa si tu coche se queda sin carga en medio de la autovía, me preguntaste una vez. Hace cien años te habría dicho que nada, que simplemente tendrías que haber llamado a la grúa, o hacer dedo hasta la gasolinera más cercana. Ahora la respuesta, te dije, sería un gesto de sincera lástima. Antes de que el virus H, el antiguo N1H1, creara por mutación las nuevas especies todo era mucho más seguro. Actualmente las ciudades mantienen un cerco de seguridad bastante aceptable, pero siempre hay alguno que se cuela y provoca masacres puntuales en los barrios periféricos. Es algo que ya hemos aceptado como normal e inevitable. En los trayectos entre ciudades es donde el peligro es una constante, y conviene tenerla siempre en cuenta. Creo que mi respuesta fue clara. Estabas avisado.

El coche se detuvo en el arcén. El marcador de energía indicaba que todavía te quedaba carga para otros mil kilómetros pero la realidad era muy distinta. No tuviste tiempo para enfadarte con la mala suerte. En cuanto la manada te olfateó, el final de este lapo, lo siento amigo, se hizo más que obvio.

Blandiblú

Dimos la orden de cerrar el hostal en cuanto los sensores hicieron saltar la alarma. Cuando llegué los clientes salían cargando sus maletas y con cara de mala leche. Me hubiese gustado empatizar con ellos en ese momento pero la alarma era de Grado 1 y no había tiempo para mostrarse humano. Los equipos de detección y contención ya estaban montados en el sótano, casi a pleno rendimiento. El oficial al cargo miraba atentamente los valores en la pantalla de su ordenador. Al verme entrar en el improvisado centro de mando me resumió la situación: en menos de dos horas el hostal y probablemente la mitad del barrio colapsarían. Para que el lector pueda hacerse una idea de lo que significa 'colapsar' según nuestra gradación estándar diré que lo que hasta ahora eran unas diez manzanas de edificios quedaría convertido en una masa pegajosa y azul que desprendería un fuerte olor a cabello de ángel. Es decir, algo inexplicable para la mayoría, con muchos muertos y un montón de preguntas que habría que responder con mentiras muy creíbles, ya desarrolladas, por cierto, en el Protocolo 1 iniciado al saltar la alarma. De media teníamos unas tres o cuatro alarmas de este tipo en Nueva York al año. Esta iba a ser la séptima en seis meses, lo que tenía al departamento en un perpétuo estado de histeria. Los análisis no paraban de dar valores fuera de escala. Algunos técnicos había aventurado hace años un posible colapso total. Nadie les había hecho caso. Un augurio demasiado malo como para tenerlo en cuenta. Y ahora qué, les preguntábamos. Pero ellos no sabían más que nosotros. Sólo habían leído los datos y dado sus conclusiones. No sabían cómo evitarlo. Trataron de explicarnos que el efecto era parecido al de meter un animal vivo en un microondas, sólo que iba afectando por zonas hasta ese final previsible. ¿Y el moco azul en la que se convertía todo? Ni idea, decían. La habían analizado y se parecía bastante al 'blandiblú'.

El oficial me miró buscando la orden que ya conocía; era la misma que le llevaba dando todo el año: sacad al mayor número de personas de la zona y esperad. Después del colapso, sellad el área. Mandaré a los de limpieza y los comunicados a la prensa.

Salí de allí deseando que el colapso se adelantara y nos quitara a todos de en medio.

De hormigas

En el mundo de las hormigas, Mao es un dios y los EREs son cosa de la ciencia ficción. Allí nadie es más que nadie, ni la hormiga reina, a la que llaman así para que no se sienta un simple medio de producción, una máquina alienada al servicio del hormiguero, pero ni es reina ni nada parececido. El bien común es ley y sus endoesqueletos, la única y homogeneizadora vestimenta. Una única clase y un único objetivo: sobrevivir.

En el mundo de las hormigas, las hormigas rojas son una redundancia.

Las campanas

Quiero ser el que tañe las campanas de la iglesia del pueblo. Y hacerlo al ritmo de una de Juanito Valderrama, si me dejan.

Acaban de sonar las de las 10.30, bien puntuales. El hombre de las campanas debe de llevar una vida tranquila, y entre concierto y concierto quizá estudie para cura. A lo mejor está en prácticas y si no supera la prueba de las campanas lo dejan de monaguillo. Qué frustrante sería. Pero este pasará la prueba. Las toca bien, a su hora y con energía. Su momento estelar será cuando tenga que tocar a muertos (seculares, párvulos...) o alguna señal particular que se salga de la rutina diaria. Emocinante. Pero eso será sólo el principio. En poco tiempo se le sabrá a poco. Entonces querrá dar misa, casar, dar el bautismo, escuchar las confesiones de los pecadores del pueblo y escribir sermones que elevarán el espíritu a los fieles. Porque quiere ser cura del todo.

Yo me contentaría con tañer las campanas, aunque fuera sólo una vez. Hasta ahí me llega la vocación.

Oigo voces (y III)

El técnico de Telefónica ha venido. El Salvador vestido de Azul. Y para nada, el pobre. Cientos de kilómetros en su TelMóvil en vano.

Su diagnóstico: nada mal hecho en la instalación, ningún problema del cableado, de la acometida, del cajetín, del par de cobre, de la línea (la 'línea' como concepto, intangible, ente intelectual, ánima de segunda). La culpa: de mi teléfono, que por lo visto además de teléfono es una megaantena captadora de señales de radio. Entiendo que mi chicharra (robada hace 8 años en uno de mis miles de cubiles teleoperísticos) ya tenía su tiempo, pero hasta hace la mudanza me ha ido perfectamente. ¿Era demasiado pedir que siguiera así otros 8 años? Al parecer sí.

De todas formas le pienso sacar más rendimiento: se la voy a vender a los del proyecto SETI y seguro que con ella consiguen escuchar algún ruidico alienígena (no sé, la retransmisión de un partido de fvqjrgyàrgbol, que tanto gusta por Andrómeda).

Ayer y hoy

Oigo voces (II)

No soy yo. Es el teléfono. Definitivamente.

Para salir de dudas he seguido el método científico y concluyo: sólo oigo voces cuando hablo por teléfono, y más concretamente por el teléfono fijo. Además, no son voces cualquiera. Es la radio. Se oye la radio. La radio se oye por mi teléfono fijo. Por mi puto teléfono fijo se oye la radio. Y no sólo una emisora. Si presto atención puedo oír dos distintas. Una en primer plano y otra al fondo. Y no soy sólo yo (descartada la locura) quien oye las voces. Quien esté al otro lado del hilo telefónico sufre la misma alucinación (que no es tal, finalmente).

En fin, que la radio se mete en mi teléfono, y no sé cómo. He llamado al 1002 y Carlos, el teleoperata, me ha dicho que lo mirarán. Antes de que colgara le he preguntado si en el caso de que no se pudiera arreglar podría elegir yo la cadena de radio que va a martirizarme durante todo un año cada vez que hable por teléfono. Me ha dicho que no sabe, y ha colgado.

Oigo voces

¿Será por la mudanza que oigo voces? Tanto cargar y descargar, empacar, colocar, recolocar, subir, bajar no puede ser bueno para la cabeza.

Un adiós

No nos despedimos como debía ser. Tendrá que ser así.

No hay mucho que decir. No hay palabras para algo así. Si me oyeras seguro que estarías de acuerdo conmigo. Siento no haber sido más y mejor amigo tuyo. Ahora ya da igual. No hay tiempo para cambiar nada, para corregir nada. Casi nos vemos, casi quedamos para vernos. Casi. Ya estabas mal. Egoístamente prefiero recordarte como eras antes de. Tampoco nos esforzamos demasiado. Pero eso son mierdas. Tendría que haber estado más cerca. Aunque no éramos esa clase de amigos, ¿verdad? Podríamos haberlo sido. Quizá. Y esto son más mierdas.

Ahora ya no estás y eso es lo que hay, y da igual lo que yo diga o haga. Todos jodidos, y tú el primero en esta fila de mierda.

Adiós JP.

Más ecológico

Ya no me despierta el ruido del tráfico. Ahora lo hace el ladrido de los perros y los pájaros y su sinfonía de porculeo animal.

El camino de baldosas amarillas

Hay cosas que te hacen sentir bien en este mundo, y no son las que todos pensamos. La familia, los amigos, la salud, el trabajo, el amor, etc. Si preguntas por ahí todo el mundo te hablará de lo mismo. Pero eso es porque la gente no se para a reflexionar sobre qué es lo que los mantiene unidos a algo, a la historia, al planeta, lo que hace que merezca la pena seguir viviendo, lo que nos motiva a levantarnos cada día, a seguir respirando. No voy a ir yo ahora de místico... no penséis que he creado de la nada una filosofía de vida. No me puedo apuntar el mérito de algo así. Lo que nos hace lo que somos siempre ha estado ahí. Sólo hay que fijarse un poco. Sólo un poco, nada má, y el camino de baldosas amarillas se iluminará ante vosotros. Y cada uno tendrá su propia verdad, tan real como la de los demás. La mía, y con esto os abro mi corazón mucho más de lo que hecho jamás, mi gran verdad, el gran motivo, la causa y razón de ser de todo lo que soy, para lo que soy...

(perdonad un momento, es que..., he visto algo en internet..., quizá, quizá deba replantearme..., sí, lo siento, no creo que sea el mejor momento para esto, estoy... abrumado, todo lo que hasta ahora daba por..., no entiendo. Mirad, es tan...)

Dios, localizable

Los creyentes ya lo tienen más fácil para localizar el paradero de Dios. No digo que ya sepan donde está exactamente, pero los datos son claros. Siempre se ha dicho que "Dios está en todas partes". Esta frase ha llevado a muchas discusiones ya que, en mi opinión y en la de otros muchos (entre los que incluyo a varios amigos míos y a un vecino con el que hablo del tema de tanto en tanto), esa frase esconde realmente otra mucho más razonable: "no tenemos ni idea de dónde está Dios". Este desconocimiento ha alejado la fe de muchas personas. Y es comprensible. Si ya es difícil de creer que un hombre resucita, convierte el agua en vino y tiene una madre virgen, tener ilocalizado al creador (ni teléfono, ni msn, ni nada... ni un mísero apartado de correos tiene) hace muy complicado mantener a los creyentes más racionalistas.

La pista ha llegado estos días de mano del secuestrador-violador Phillip Garrido, este simpático hombre que ha mantenido 18 años a una niña, ahora no tan niña, encerrada en el patio de su casa. Hasta de lo más oscuro y repulsivo puede surgir un rayo de esperanza, diría un creyente. El bien está hasta en las manzanas podridas, diría otro. La verdad está ahí fuera, diría el de Expediente X. Pues bien, el tal secuestrador ha visto la luz. Corrijo. Ha oído la voz de Dios, según sus propias palabras, que le ha sacado de su locura (quizá para meterlo en otra). Su voz. Su Voz, corrijo. Y esto qué nos dice. Analicemos.

Hace 18 años el secuestrador-violador Garrido cogió a la niña y se la llevó a su casa. Es de esperar que Dios viera este suceso en el mismo momento en el que sucedía. Bueno, no exactamente. Desde el lugar del suceso hasta la residencia de Dios, y he aquí la pista que nos da este hijo de puta, hay una distancia que la luz tuvo que recorrer hasta los Ojos de Dios. Esquematizo: secuestro - luz que viaja hasta Dios - Dios ve secuestro. Bien, ya tenemos una pista. Pero cómo saber la distancia entre la Tierra y Dios. Aquí viene la segunda parte: la Voz. Partiendo de que Dios ve y al momento reacciona (yo lo hago, tú lo haces, Él lo tiene que poder hacer también), la imagen del secuestro llega a sus Ojos y su Boca habla para regañar al hombre este. Entonces su Voz recorre el espacio hasta los oídos del secuestrador. Partimos de que la Voz de Dios puede ir por el espacio, que ya es mucho suponer, pero bueno, y que viaja a la velocidad del sonido. Estas constantes pueden ser modificadas si descubrimos que Dios puede lanzar su Voz mucho más rápido, pero yo, en confianza, no lo creo, porque si su Voz viaja demasiado rápido puede que un tímpano humano no lo resista, y que sepamos este hombre no ha tenido problemas de oído desde que recibió el mensaje. Pues bien, como decía, la regañina divina llega al secuestrador y han pasado 18 años.

Completamos el esquema: secuestro - luz que viaja hasta Dios - Dios ve secuestro - Dios habla - regañina llega a secuestrador = 18 años. Ese es el tiempo que ha tardado la luz en llegar a Dios y el sonido en volver al secuestrador. 18 años. Pues nada. Pistaza. Ahora los científicos-creyentes con sus calculadoras podrán hacer sus cuentas y sacar una distancia muy maja que acotará infinitamente los sectores espaciales en los que podría estar este creador misterioso.

La mejor pista de la localización de Dios que se ha tenido jamás. ¿Verdad?

Náusea

Al entrar en el vagón de metro sentí unas irrefrenables ganas de vomitar. Una vaharada infernalmente apestosa y lacerante se metió por mi nariz y casi me hace gritar de dolor, angustia y ganas de morir. En los ojos un picor pocilguero me hizo lagrimear. Con mucho esfuerzo conseguí entender en parte la escena que tenía ante mí. Diez personas sentadas en un extremo del vagón y un hombre solo en el otro extremo, por el que precisamente yo estaba entrando. El hombre era la causa de aquel olor nauseabundo, sin duda alguna. De pronto, la puerta se cerró tras de mí y quedé atrapado allí. Sin pensarlo dos veces, corrí hasta el otro lado donde suponía que aquel suplicio sería más llevadero. Al poco de llegar e intercambiar algunas miradas de incomprensión con los demás pasajeros me atreví a preguntar "¿pero es que nadie le dice nada?". Algunos negaron con la cabeza, otros ni me hicieron caso. Una mujer se aceró a mí y me aclaró todo a medio susurro, "es por su trabajo, ¿no lo reconoces?, es Pedro Duque, el astronauta".

La bala

He llevado quince años una bala en la cabeza y aquí me ven, sano como una manzana. Me casé con la bala en la cabeza, tuve dos hijos con la bala en la cabeza y me divorcié con la misma bala en la cabeza. Cuántas cosas he vivido desde aquel tiro, desde que el azar quiso que aquella bala se alojara en mi cabeza, ella, inquilina involuntaria, presa de mi cráneo; yo, casero sin beneficio, carcelero sin llave. Quince años. Y ahora la tengo en la mano, extraída hábilmente por un cirujano calvo de renombre, deformada, recién parida, sin llanto, y ya muerta. Si fuera un loco haría que me la volvieran a meter en el cuerpo, allí donde tanto tiempo ha descansado, en su casa, en mi cabeza dolorida, juntos para siempre. Si fuera un loco. El doctor dice que es normal. Es mucho tiempo. La bala ya formaba parte de mi, me dice. Yo eso ya lo sé pero me lo callo. Quince años. Y ahora cada día me guardo la bala en el bolsillo y rezo para que nunca se vaya de ahí.

Contra el Sol

Cariño, ¿dónde teníamos guardado el Rayo Destructor del Sol? ¿Estará en el trastero? Ah, sí, aquí está. A ver si funciona. Espera, sácame una cerveza fresquita del frigo. Eso, gracias. ¿La munición? ¿No? Espera, que bajo al chino a ver si tienen.

Ya, cariño. ¿Me ayudas? Eso, coloca la base ahí, ya está cargado. El ángulo es bueno, sí, mira en la pantalla, ves, en el centro aparece el Sol. El sistema corrige cualquier desviación, dicen las instrucciones. Qué buena idea tuvimos al comprar esto. La gente dice que la teletienda no sirve para nada pero en momentos como este se agradece que estén ahí. Bueno, cuando quieras. ¿Le das tú o le doy yo? Venga, dale. ¡Perfecto! Mmm. No pasa nada. A ver, aquí dice que el proyectil viajará a un tercio de la velocidad de la luz y que en 24 minutos alcanzará su objetivo. Mira, si hasta ponen una cuenta atrás y todo. Bueno, pues a esperar.

24 minutos después.

¡Toma! ¡El Sol a la mierda! Cariño, anda, enciende la luz, que no se ve nada. Sí, la factura de la luz se va a poner por las nubes pero ¿no notas ya el fresquito?

El último día

Hoy es el último día. No el último último, no os confundáis. Sólo es un último día como otros muchos que ha habido y que habrá, sin duda. Es el último de una época que se cierra, como las tapas de un libro, aunque siempre con la posibilidad de volverse a abrir más adelante, quién sabe. Cuando algo se acaba inmediantamente se lo empieza a echar de menos. Es inevitable. Por los buenos recuerdos, aunque también por los malos, que pronto se suavizan hasta convertirse en anécdotas dignas de ser contadas una y otra vez. Por la gente, sobre todo, protagonista de esos buenos recuerdos, por esos momentos que van dando forma al camino que se hace al andar, el andar de los demás acompasando el de uno mismo, el de uno mismo, paso a paso, con el de los demás. Hoy es el último día, decía. Mañana será el primero, y ya veremos qué tal se nos da.

Dudas

¿Dónde se irán las huellas que dejaste en la playa? Nadie ha visto a ninguna huella volver del fondo del mar. ¿Hay un Cielo donde corren de un lado para otro durante toda la eternidad? ¿Se cruzarán con las mías hasta desdibujarse, todas ellas, en un baile sin pasos definidos ni ritmos humanos? ¿Se reconocerán o darán vueltas, perdidas por siempre, ciegas, sordas? El mar se las lleva hasta el fondo que tanto miedo da, frío, oscuro, y allí qué puedes esperar que suceda sino algo malo. ¿Puede ser el infierno de las huellas tan frío que se quiebren los trazos que recuerdan a tus dedos? Pregúntale a la arena, aunque no te aseguro respuestas, pues su memoria va y viene con la marea.

Cambio de vida

La cola era larga como un día sin pan, y había de todo. Amas de casa en plena reconversión laboral, canteros hartos de picar piedra, abogados iluminados por una nueva fe, políticos derrotados, y jubilados con toda una vida por delante. Y yo, claro. Mi etiqueta estaba poco clara. Lo único que esperaba es que la asignación fuera mejor que la anterior, como siempre.

Cuando mi turno llegó pensaba en fútbol. Quizá eso influyó, no sé. La funcionaria me pidió los datos y los introdujo en su computadora. Tras unos segundos, el dispensador expulsó una tira con mi nombre y mi nuevo trabajo: utillero en un equipo de segunda regional. El hombre que había tras de mí miró por encima de mi hombro y sonrió con sorna al leer el resultado. Quizá para él era poca cosa, pero para mí era el premio gordo. Agradecí a la funcionaria el destino (realmente pensaba en la máquina que, basándose en no sé qué algoritmos matemáticos, había llegado a la conclusión de que ese sería el destino más adecuado a mi perfil laboral y vital) y salí por la puerta con unas ganas tremendas de celebrarlo.

Visión de futuro

Clavé el letrero luminoso en la puerta de mi nuevo negocio: una inmobiliaria. Donde trabajaba antes la cosa estaba bastante mal, pero aquí todo son posibilidades. Cuando me propusieron abrir la sucursal aquí tuve mis dudas, pero si uno lo piensa, es donde está el negocio: está algo frío pero al ver las fotos del satélite dan ganas de irse a vivir allí al momento.


Revisé los folletos antes del buzoneo. Todo estaba perfecto:

"Tierras gélidas formadas por la fuerza del hielo. Géiseres de hielo que hacen tan curiosa su superficie. Un vecindario tranquilo. Qué más se puede pedir. Y el metro cuadrado, por los suelos. Los colonos que vengan aquí lo harán como aquellos que dejaron todo por un futuro en América. Tierras vírgenes con todo por hacer."

Si mi padre pudiera ver esto esto lloraría de la emoción. Titán, por fin urbanizable.

¡Se ha caído Twitter durante 2 horas!


¿Y?


Bueno, dejemos la ironía y reflexionemos: a lo mejor esta caída de la web hasta ha servido para que algunos muchos se den cuenta de su adicción, como podemos ver en las declaraciones de un reciente enganchado a Twitter:

"Es que no sé vivir sin decirle a todo el mundo que voy a ir a hacer la compra y explicarles en menos de 140 caracteres todas las cosas que q"

"Todavía no sé escribir en tan poco espacio, a ver, pero si esto no funciona cómo sabrá la gente cada una de las mierdas que hago y yo lo que"

"Hacen los demás."

Bueno, este no se ha dado cuenta. Además, es bobo.

La cara tras la cruz

A la media hora el detective Granados estaba en casa con su traje gastado y sus preguntas inesperadas. ¿Le ha pasado alguna vez algo así? ¿Le duele algo? ¿Ha mezclado ginebra con whisky? ¿Cenó anoche algo de difícil digestión? Antes de que escupiese la quinta pregunta le dije que todo estaba bien, que se fuera a la comisaría que ya intentaría yo arreglar este embrollo.

Pero vayamos por partes. Resulta que ayer me levanté y no era yo. Lo sé porque en el espejo lucía una melena pistonuda y un tatuaje con un motivo que no me grabaría ni borracho: el perfil griego y seductor de ese gran hombre que es JM Aznar. Si no fuera por la recién descubierta melena, habría saltado por la ventana. Grité del susto y mi voz tampoco era la de siempre con lo que volví a asustarme y a gritar. Después de varios minutos con el nombre en la punta de la lengua conseguí recordar a qué me sonaba mi extraña voz: era como la del doblador de Morgan Freeman. De hecho me bajé de internet el guión de Cadena Perpetua y leí algunos párrafos de su papel y, efectivamente, la voz, clavadita, un calco de la del doblador ese. Entonces llamé a Granados, para nada, una pérdida de tiempo, como se ha visto en el párrafo anterior.

¿Qué podría haberme pasado? Después de pensar un rato, del café y del momento all-bran decidí contactar con el doblador de Morgan Freeman. Quizá él supiera algo. Llamé al 11888, pregunté por dobladores-Morgan Freeman y la señorita me dio el teléfono en un momento. Al principio el hombre este me atendió muy amablemente. Cuando se dio cuenta de que mi voz era como la suya se pilló un rebote increíble. Que me denunciaría por plagio vocal, creo que fue lo que dijo, sí, eso fue. Le aseguré que no pretendía quitarle el trabajo ni nada de eso, que sólo era por esto que me había pasado, pero no me creyó y colgó. Hostiaputa, dije con la voz de Morgan Freeman. Me arrepentí al momento. No le pegaba nada decir esas palabras a mi nueva voz. Entonces empecé a partirme de risa diciendo cosas como "copón", "ahora vas y lo cascas" o "cuñaaaaao". Qué risa, tú.

En fin. Que todo el día así, perdido, y al final me fui a la cama. Esta mañana me he asomado al espejo y todo seguía igual. A la mierda mi teoría de "la maldición de un día". A todo el mundo le ha pasado alguna vez: te levantas y durante todo el día da igual lo que hagas que la cagas o te cagan. Te levantas y no hay café, se ha jodido el termo y es pleno invierno, la grúa se ha llevado el coche, te deja tu novia por tu jefe que te acaba de echar a la calle por haber dejado embarazada de gemelos a su mujer... lo típico, vamos.

Después me he puesto a pensar y mira, qué carajo. Que me si quedo así para siempre, pues nada, qué remedio. Lo del tatuaje lo he arreglado esta mañana: he ido a que me hagan un apaño y punto: le han añadido un gorrito y ahora mi tatooAznar es el mismísimo Chaplin. El resto de los cambios una vez asimilados creo que han sido para mejor: con mi nuevo pelazo y la voz de Morgan Freeman seguro que ligo muchísimo más. Y nada más que por fastidiar, esta tarde me he ofrecido a las productoras españolas como doblador de Morgan Freeman, y mucho más barato que el gilipollas que lo hace ahora (hasta ahora, jeje).

Cosas del azar

Explotaron todos a la vez, cuando nunca había fallado ninguno. Son cosas de la técnica, que hace buenas migas con el azar y los picos de tensión. En unos segundos todo ardía. A las llamas yo las veía a cámara lenta, como en un vídeo musical en el que el grupo parece estar en medio de un concierto sin público, en una escena imposible de caos donde únicamente ellos transmiten orden. El olor a plástico quemado, a papel quemado, a cualquier cosa quemada, y el calor. Los gritos no eran míos. Yo permanecía calmo en medio de aquella escena cada vez más real. Esto es estar en shock, me dijeron después. Yo les dije que sí, que sí, que eso sería, pero si soy sincero simplemente me quedé parado viendo arder todo, porque sin duda fue la cosa más bonita que vi jamás.

S.O.S.

07/08/11 (creo) - Isla de los Últimos (el nombre es mío)
Después de dos meses aquí (creo)

Cuando el mundo se casi acabó quedamos en esta isla los que podemos ser los últimos seres humanos sobre la Tierra: Woody Allen, Migue, Paris Hilton, Chus, Carmen Calvo, Nati Abascal y un servidor. Se puede decir que esto es una mezla de Perdidos, Supervivientes y mi peor pesadilla (aclaración: mi peor pesadilla consiste en que creo que me despierto, oigo una música que viene de la calle, entonces me asomo y veo a Paris Hilton, Woody Allen y Nati Abascal vestidos de tunos, guitarra y bandurrias en ristre, cantando la tradicional tonadilla "Clavelitos" a las jodidas cuatro de la mañana). ¿Que cómo hemos acabado aquí esta mezcla improbable de personas y personajes...? No viene a cuento.

Al principio estuvimos muy unidos. Juntos ante la adversidad. Luego nos separamos por idiomas pero como Woody se cansó de la superficial conversación de Paris (perdonad que los llame por su nombre de pila, la confianza es lo que tiene) y Chus se hartó de hablar en gallego consigo misma, nos agrupamos por sexos. Esto consiguió mantenernos más o menos ocupados durante unas semanas. Migue, Woody y yo hablábamos de cine y literatura y las chicas de sus cosas. Ha sido la época más feliz en la isla pero, como todo, colapsó. Los culpables, lo admito, hemos sido Migue y yo. Y es que llegó un momento en que, parece mentira eh, nos hartamos de Woody y nos pusimos a hablar de fútbol (él es de Barça y yo del Madrid, lo que da para cientos de horas de conversación). El americano no pudo con esto y se fue a vivir a una cueva aparte. Al principio no nos importó demasiado pero las chicas, que por lo visto estaban llegando ya a acuerdos con los que seguir adelante con la especie humana y tal, nos dieron a entender que sin Woody faltaría variedad genética a la hora de reproducirnos (para mí que el interés venía porque él es el único famoso y les daba más morbo). Teníamos que hacerle volver al grupo. Después de discutirlo, me mandaron a mí como representante. En un minuto llegamos a un acuerdo: él se zumbaría a Paris el primero.

Viendo cómo estaba el asunto, las únicas en edad fértil son Chus y Paris. Nati y Carmen, tristes por no poder aportar hijos a la circunstancial y previsible última tribu humana se han ofrecido a ejercer de abuelas y a quedarse con los niños cuando los demás nos vayamos de vacaciones. En fin, es lo que hay, que les agradecemos las buenas intenciones y eso. Así es que, con las mismas, nos hemos puesto a preñar como conejos.

Y en eso estamos. Según nuestros cálculos, los de Paris, que resulta ser un hacha en estadística, en unos doscientos años llenaremos la isla de niños retrasados mentales (no quedará otra que cruzar hermanos con hermanas, primos con madres y lo que surja, y eso seguro que no acaba bien) que no tendrán recursos naturales para subsistir, ni técnicos, como hemos comprobado, para salir de la isla.

Espero que este mensaje llegue a alguien que haya tenido la suerte de sobrevivir en el continente en lugar de en esta isla de mierda y venga a salvarnos, o por lo menos a llevarse a Paris, que quiere imponer la moda del taparrabos en la isla y yo ya no tengo edad para esas tonterías.

M.

No sé si Woody Allen me ha visto

Pues eso. Paseando ayer por la orilla del Támesis nos cruzamos con Woody Allen, que estaba allí trabajando. No es que se nos acercara y nos dijera "hola, soy Woody Allen y estoy trabajando". No hizo falta, aunque le habríamos dado las gracias si nos hubiera dirigido la palabra, aunque fuera para decir algo tan obvio. Había cámaras, focos, actores y estaba él, Woody Allen. Supusimos que estaría en medio de un rodaje, simplemente.

Pasó a metro y medio de mi señora y de un servidor, y conseguí no tirarme a sus pies como un pychofán estándar. Fue ella quien lo vio, y quien fue vista, que es lo más importante. Ella dice que cruzaron las miradas y que, supone, al verse reconocido, bajó la cabeza, así es que cuando lo miré él me apuntaba con la calva. Vi a Woody Allen y eso está bien, está genial, incluso. La duda estriba, y aquí viene lo más importante, en si él me vio a mí. Porque eso es lo verdaderamente crucial. Yo puedo verlo cada vez que quiera. Pongo una peli suya y ahí está. Lo que no es tan fácil es que él me vea a mí. Mi esposa dice que sí, que me vio, pero yo lo pongo en duda. Si tú eres Woody Allen y vas andando pensando en tus cosas de director de cine genial y te cruzas con una pareja con pinta de españoles, y ella es guapa, pues la miras a ella, y el maromo que hay al lao te la suda soberamente. Y como ves que la tía te mira con sorpresa y te esperas que te asalte, porque eso hacen los fans, pues miras para otro lado para ver si te libras del abordaje habitual.

Así es que probablemente, casi seguro, te lo digo yo, Woody Allen no me ha visto. O sí.

Diálogo interior

Ante todo:
No he escrito porque no he estado.
Ahora estoy pero en breve no estaré.
Con ires y venires poco se puede hacer.
Hasta las palabras se encogen.
También las frases.
No estaré, decía.
Me voy para venir, eso sí.

Nadie te ha pedido explicaciones. No debería darlas, pues. Están de más. Sobran. Como éstas mis redundancias.

Ya, pero las doy.
Me da la gana.
Habrá quien se sorprenda al no ver al pesao de los lapos.
Quizá me piensen muerto, o algo peor.

No creo.

¿Eso es todo?

Sí. No... bueno.

Qué.

Nada realmente. Es todo.

Ah.
Pues hola y adiós.