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andar.

Fin.

200 Lapos Party 2008

Es un placer para mí anunciar la '200 Lapos Party 2008', una megafiesta a la que por supuesto estáis todos invitados. El motivo de tal acontecimiento es, claro está, celebrar el lapo 200 escupido en este blog. Habrá alcohol, mujeres y gominolas rojas, la combinación perfecta. Para las chicas os tengo preparada una sopresita. Seguro que os gusta. La fiesta empezará con las campanadas de medianoche y acabará cuando el último de los invitados pierda el conocimiento. Podéis traer a vuestros amigos, conocidos o a cualquiera que encontréis por la calle.

La fiesta tendrá lugar el próximo viernes 18 de enero en la Sala Copérnico (Moncloa). Os espero allí. Me reconoceréis porque iré vestido de negro, labios carmín arrebatador y boa verde al cuello.

No faltéis.

El ataque de los poetas del asombro

Cuando la esperanza dejó de aparecer en el diccionario, llegaron los poetas del asombro. Si hubieran surgido unos años antes nadie les habría hecho caso. Llegaron cuando tenían que llegar, dijeron los cronistas, justo cuando a nadie le importaba ya nada, y unos días antes de que a alguien se le ocurriera decirlo en voz alta.

Atacaron al amanecer, aprovechando que la gente estaba dormida o atontada, con la guarda baja. Aparecieron con sus versos retorcidos y claros, martilleantes, sinceros, y sus sonrisas irónicas, y en pocas horas se hicieron con el control. Los pocos políticos que quedaban se rindieron, desarmada su prosa manipuladora por las hábiles fintas rítmicas de los poetas del asombro.

Fue un renacer. Otra historia después de la historia. Un aplauso general y un nuevo mundo. El del imperio de los poetas del asombro.

Flores

Flores sobre la mesa, sobre el sofá, sobre el suelo, colgadas de la lámpara. Más flores. Flores pegadas en el techo, flores en el váter, flores en el espejo y más flores. Flores en la basura, dijo aquel cantante, flores rotas, flores. Soy alérgico a las flores, y a más cosas.

Diálogo

Para que haya un diálogo es necesario que al menos haya dos personas hablando y de nada me sirve que estés aquí si no hablas. Cualquiera que ponga la oreja en la puerta podría pensar sin dudarlo un momento que aquí sólo estoy yo, hablando solo, como un tarado, o haciendo como que hablo con alguien, lo que me haría aun más tarado, si cabe.

Callas. ¿Es tu manera de decirme que me calle? ¿Quieres hacerme sentir imbécil? Pues no lo estás consiguiendo. No pienso rendirme y seguiré hablando aunque no me contestes, porque sé que me estás escuchando, y algo dentro de ti se está moviendo, quizá cambiando. Ni asientes ni niegas. Acabaré pensando que tu silencio significa que estás de acuerdo conmigo en todo lo que digo, lo que dice bien poco de tu criterio, y menos del mío, que me hace perder el tiempo contigo.

Dejemos de hablar de por qué no hablas y escucha lo que te voy a decir:

Me gusta, por deporte...

Escupir contra el espejo y esquivar el lapo antes de que me dé;
Aguantar lo más que pueda sin poner la calefa hasta que me duelan los nudillos;
Dejar durante horas la yema del huevo frito pegada al plato antes de fregarlo;
Despertarme antes de que el despertador me despierte, sólo unos segundos, sólo;
Dejar correr el agua consciente de lo incívico de tal acto (es lo único que puedo despilfarrar);
Acatar órdenes sabiendo que podría no obedecer y pasar de todo;
Perder el tiempo hasta límites inhumanos, como hago ahora;
Cerrar los ojos cuando ando por la calle hasta tropezar (lo llamo el paseo ruso);
Dejar pasar el tiempo hasta que todo yo termine.

Improvisando

Dos coches de policía cortan la calle y un grupo de fuerzas de asalto saltan de una furgoneta en el momento en el que el inspector Carrasco llama la atención del sargento que controlaba la situación hasta su llegada.

-Qué pasa aquí, sargento, ¿un loco que quiere ser famoso por un día? -El inspector tiene barba de dos días. Todos piensan que es un tipo duro, un padre de familia ejemplar y un esposo fiel. Por suerte, nadie lo reconoce cuando las noches de los viernes es presentado ante su público como Nika Glamour, la drak de moda en el ambiente madrileño.
-Inspector, es una trabajadora recién despedida. Por lo visto llevaba unas semanas acosando a sus superiores y compañeros. Ha entrado a la fuerza en la segunda planta de este edifico y tiene retenida a una veintenta de teleoperadores. Hemos interrogado a algunos compañeros que estaban desayunando en el bar de enfrente. Al parecer la secuestradora tiene más de un tornillo flojo...
-Vaya manera de empezar la semana, sargento. ¿Ha comunicado ya sus exigencias?
-Pues sí, señor, y no se lo va creer...
-Sargento, llevo veinte años en esto. No creo que a estas alturas haya algo que pueda sorprenderme... -El inspector sonríe y se ajusta las braguitas de seda lilas que viste bajo el pantalón.
-Señor, la secuestradora exige -dice mi mirando su libreta- que le devuelvan un martillo. -La media sonrisa del sargento hace pensar al inspector que le están tomando el pelo.
-Sargento, no bromee con algo tan serio, por dios. -Carrasco le coge la libreta del sargento y lee incrédulo la reducida lista de exigencias de la secuestradora.- ¿Un martillo?
-Sí, señor, se lo requisó la policía hace unos días cuando amenazó con él a sus antiguos jefes. Al parecer para ella tiene cierto valor sentimental.
-¿Un martillo?
-Sí, señor, un martillo.

El inspector Carrasco toma aire, cierra los ojos y recuerda la ovación que el viernes anterior recibió de su público fiel tras una de sus famosas improvisaciones. Sonríe levemente y se dirige a su sargento.

-Bien, sargento, busque ese martillo y acabemos con esto.
-¿Tiene algún plan, señor?
-No, pero ya improvisaremos algo... -dice mientras se gira para dirigirse hacia la puerta del edificio acordonado. Tras él, el sargento sonríe y bajando la voz para que sólo el inspector lo escuche le responde.
-Claro, que a usted se le da muy bien improvisar...

A martillazos

La vida no tiene más vueltas que las que tiene y cuando se pasa de rosca hay que recurrir al martillo. Con un par de golpes se arregla todo. Lo difícil es volver a desenroscar y seguir como si no hubiese pasado nada. Al tornillo le bailan las vueltas y la tuerca más bien parece una arandela. El único indemne en esta historia es el martillo. Y si te lo requisan, ni él se salva.

Cuéntamelo bajito

Salgamos esta noche a pasarlo bien, anda

no, amor, mejor nos quedamos, que hay tortilla fría, vino y

Salgamos, aunque sea sólo un rato, tú llevarás aquellos pendientes y yo la camisa que

no sé, amor, tengo los pies frios y me tiemblan las manos, envuélveme con la manta

Si salimos te cuento mi secreto,

mmm, cuál, el de cuando eras niño, el otro, el de aquel día en que

No, no es ninguno de esos, es un secreto que ni siquiera tú conoces, es mi secreto

jo, ya me has picado... espero que sea bueno, me visto y nos vamos

No olvides los pendientes

y tú ponte la camisa que te regalé, la de

La del bolsillo raro, esa, ya sé cuál es

y el secreto, me lo contarás esta noche, cuando volvamos, esperaré todo el tiempo ansiosa por conocerlo y cuando volvamos a casa me lo contarás bajo la manta, me calentarás los pies y me lo contarás bajito para que no nos oigan los vecinos y será también mi secreto

Eso es, será también tu secreto.

De ríos

Dijo Heráclito, o un primo suyo muy avispao, que "uno no se baña dos veces en el mismo río". De esto se deduce que este filósofo no era de Almería, porque si hubiera nacido por aquellas tierras habría añadido "y ni una sola si el río está seco".

Pide un deseo

Las fiestas de cumpleaños en la Luna son como las que se montan en cualquier satélite: hay música, alcohol, tarta y siempre algún desfasado acaba potando donde no debe. En esta fiesta el cumpleañero se llama Hukh y está harto de la fiesta. Él no la organizó. Fue sorpresa. Si hubiese sido por él ahora estaría durmiendo en lugar de estar aguantando a uno que le está comiendo la antena con rayadas varias.

-Mira, tío, ya sé que hay que estar al día y que si quieres que te inviten a todas las fiestas tienes que decir Mar de la Tranquilidad y no Juktu Jah, porque es lo que se lleva, porque los humanos así lo llaman y ellos imponen la moda, pero no es de recibo que porque yo quiera seguir llamándolo como nuestros antepasados lo bautizaron tenga que ir pidiendo perdón a todo el mundo porque "no soy moderno". ¡Qué les den! Al final nos pasará como a los españoles (sabes, los de los toreros y el flamenco), que acabaron llamando a su Armada la Invencible como si ese fuera su nombre cuando no fue más que un apodo irónico puesto por los ingleses (los de la caza del zorro que conducen por la izquierda) para reírse de sus enemigos... ¿Entiendes lo que quiero decir?

Han venido todos sus amigos. Incluso ha creído ver a un par que ya no lo son pero que algún amigo poco actualizado se han encargado de traer. Su copa está a punto de acabarse. El brasas sigue con su perorata infumable, pero mejor estar ahí que al otro lado de la sala. Allí está su ex con la que oficialmente se lleva bien, su novio minero (sí, es minero, hasta en eso es chic) y unas amigas que se han atado las antenas para parecer aristócratas exiladas. A veces le miran y sonríen. No sabe si es que se ríen de él o que están planeando liarlo con alguna. El otro sigue con lo suyo.

-Como lo de Cara Oculta. ¿Oculta para quién? Porque para nosotros no está oculta. Siempre ha sido el Lado Oscuro pero si lo llamas así se ríen porque creen que estás hablando de Star Wars. ¿No es indignante?

Lo deja con la pregunta en el aire y tras esquivar otra conversación y rechazar dos ofertas de sexo puntual planteadas más por compromiso que por deseo real, sale a la terraza. La Tierra, Ilk, la fuente principal de diversión para los uktas, sigue su curso en el cielo y tras contemplarla unos segundos sólo se le ocurre que vista así bien parece un pedo ukta flotando en el espacio.

Allanamiento

Gracias a mi entrenamiento diario permanezco alerta incluso mientras duermo, así es que cuando entraron en casa reaccioné inmediatamente. En dos segundos ya tenía la recortada en las manos y mi mente pensaba en todas las estrategias posibles para defender mi casa y mi persona. Había uno en el salón. Entré rápidamente para no darle tiempo a defenderse y descargué el arma sobre él. El estruendo alertó al resto, que no ocultó su miedo. Gritos y carreras. Cabrones, grité. Hablaban entre ellos en un idioma extraño. Venid aquí si tenéis huevos, les dije. Entré en el pasillo y fui abriendo con la culata de mi arma una a una las puertas a mi paso. Dónde estáis, hijos de puta. A mi espalda, sentí. Me giré y allí estaba el segundo. Lo abatí sin pensarlo. Quedaba uno. Tenía que estar en una de las tres habitaciones que tenía delante, escondido, en silencio, muerto de miedo. Tu amigo Melchor está desangrándose en mi salón, grité. Miro el cuerpo inmóvil del pasillo. Gaspar no ha tenido tanta suerte, amigo, está bien muerto. ¿Esperas escapar de aquí con vida? No pierdas el tiempo. Cargué la escopeta y me dirigí a la primera habitación. Hey, negro, sal... que tengo aquí un regalito para ti.

Tarde

Es demasiado temprano para mí. Las seis y cuarto de la mañana. El día todavía no es consciente. Yo tampoco. Me siento en el banco del metro. 2 minutos dice el cartel del techo. Basura por todas partes. Sigue la huelga. Cierro los ojos.

Abro los ojos. Me he dormido. Lo sé porque aún puedo oler la tarta de chocolate de mi sueño. La hizo una mujer que se parecía a mi madre, a susan sarandon y a alguien más. 3 minutos dice el cartel del techo. Llego tarde, seguro.

En mi regazo hay una cáscara de plátano. Qué guarra es la gente.

Llega mi tren. Está casi vacío. Me siento y apoyo la cabeza en el cristal de la ventana. Arranca. Cierro los ojos.

Abro los ojos. Me he dormido. Lo sé porque aún puedo sentir el enfado que sentí en mi sueño. Un señor mayor me quería convencer de que el Madrid había perdido la liga el año pasado. El tren se ha parado. Miro por la ventana. Me he pasado cuatro paradas. Salgo del tren y busco el camino hacia el otro andén. Hoy llego tarde, muy tarde.

Entro en mi tren. Me siento y me esfuerzo por no cerrar los ojos. Lo consigo, brevemente.

Abro los ojos. Me he dormido. Lo sé porque los perros no hablan y siento muy vívida una conversación con uno que tocaba el banjo. El tren se ha parado. Es mi parada. Me bajo y camino hacia el exterior.

Estoy frente al portal de mi trabajo. Toco al timbre. Nadie abre. Toco al timbre. Una señora sale con un abrigo de pieles. Vive allí. Le pregunto. No, me dice, los sábados no están. Es sábado. Es sábado. Los sábados no trabajo. Frente al edificio hay un parque. Voy allí, me tumbo en el césped y cierro los ojos.

Simples hormigas

Dos hormigas se fuman un canuto trompetero mientras contemplan el atardecer desde lo alto de la W del famoso cartel de Hollywood:

Hormiga 1, tras una calada: ¿Has visto el efecto de la luz del sol sobre la ciudad? Es increíble. Todo queda envuelto por un manto anaranjado, irreal... La ciudad se apaga, ¿verdad? Pronto las miles de luces la salvarán de ser engullida por la oscuridad de la noche.

Hormiga 2, cogiendo el peta: Estás hecho un poeta. Yo sólo veo gente sucia después de un duro día de trabajo que quiere volver a casa, darse una ducha y meterse en la cama para soñar con lo que no tiene hasta que todo vuelva a comenzar al día siguiente, sin esperanzas reales, sin tiempo para ver cómo la ciudad se mancha de naranja antes de pintarrajearse para una noche de neón e insomnio.

Hormiga 1, que se atasca con el mechero: Visto así... tenemos suerte de ser simples hormigas, hermano.

Hormiga 2, que se levanta: Creo que no te das cuenta, porque en el fondo no somos tan distin... ¡Mira, tío, una mosca muerta!, ayúdame a cogerla y la llevamos a casa.

Hormiga 1, que tira el canuto: ¡Puuuta madre, genial, tío, dale!

Idem

Estamos en enero y todo vuelve a comenzar.
Las rebajas, el frío, la cuesta, los buenos propósitos...
Otra vez, y otra vez.
Enero.
Me apuesto el cuello a que luego viene febrero.

Silencios

En un salón, suena una melodía, algo de jazz, con origen el otro lado de la casa. Él está sentado en un sillón. Se mira las manos. Ella está tumbada en el sofá. Lo mira a él.

Ella, en silencio: Deberíamos hablar pero es tan difícil. Míralo, ahí, está pálido. Seguro que está pensando en lo que pasó ayer. Discutimos. Nos dijimos cosas horribles. Me pasé, y el también, y ahora no sabemos cómo romper este silencio. Pero es que a veces me mira como si... no sé, como si estuviera harto, y creo que se está cansando de mí. Se lo dije ayer y me gritó que si es que estaba loca... pero yo sé que tengo razón. En esos momentos me dan ganas de mandarlo todo a la mierda. Pero ahora... ahora me gustaría cogerle la mano y decirle que no pasa nada, que todo está bien, que estaremos siempre juntos, que no tiene que dudar de mí ni de mis sentimientos... que entiendo que dude, pero que seré paciente, que intentaré cambiar, que lo aceptaré tal y como es...

Él, en silencio: Creo que tengo las manos pequeñas en proporción a mi cuerpo. Me ha sentado mal la comida. Si me tiro un pedo ahora rompo el sillón, jeje. Me voy a cagar.

Él se levanta bruscamente y se va hacia el baño.

Ella, en silencio: Lo sabía. No soporta estar conmigo. Esto se acabó.