Frío

Escribo rápido para que la sangre vuelva a los dedos -se nota llegar, calentica y viva-; en la calle la lluvia me ha enhebrado los poros de la cabeza, huérfanos de folículo piloso, pobres, como tortura china y serrana. He llegado mojado, tras la puerta y el golpe de calor me he visto los zapatos chorreando y he imaginado mis pies helados y encogidos, buscando más calcetín del que hay para superar el entumecimiento. En casa se está bien, artificialmente, claro, es una mentira que dura lo que aguanta el gasóleo calefacción.

"La dura y fría realidad siempre espera su momento para colarse entre tus huesos, amigo", me dijo una vez el viejo de la gasolinera con un palillo entre los dientes. Quise reírme, y quién no, a mí también me sonó a vaquero de espagueti western, pero como su brazo era tan ancho como mi pierna y supuse que su sentido del humor sería tan limitado como mi resistencia al dolor, opté pagar e irme.

Entro en calor poco a poco para evitar que las moléculas de mi cuerpo se quiebren por el cambio brusco de temperatura. Lo sé, es algo que no va a pasar a no ser que me haya bañado en nitrógeno líquido previamente, pero es un miedo y como cualquier miedo es irracional, y si pongo la calefacción muy alta de golpe y vengo de la calle y el calor de la casa y el frío de mi cuerpo chocan, sé que reventaré en pedacitos como teselas de fondo de piscina, se ponga la física como se ponga.

Y todo por una barra de pan, que encima está como un yunque.

La Hermandad

En el centro de la sala circular, en torno a la mesa redonda de piedra negra, se encuentran sentados algunos de los Elegidos. Las luces de las antorchas en la pared y los intrincados pasadizos subterráneos confunden incluso a los que llevan años asistiendo a las reuniones de la Hermandad. Sólo unos pocos conoce de su existencia. Y así debe ser. Los presentes esperan en silencio las palabras de su Guía.

-Bien, hermanos. Estamos aquí para sumar un nuevo miembro a la Hermandad.

La reacción de los asistentes a la inesperada noticia es un respetuoso pero desconfiado silencio. El Guía se gira y con un gesto manda acercarse a alguien que hasta ese momento aguardaba entre las sombras. Es una mujer. Parece fuera de lugar. Es la única allí que no viste la túnica azul ni oculta su rostro bajo un velo blanco.

-Supongo que ya la conocen. Ella es Susanna Maiolo.

Los Elegidos asienten y la tensión del momento parece desaparecer en cuanto reconocen a la heroína que recientemente tiró al suelo al Papa Benedicto XVI.

-Susanna, futura hermana, le quiero presentar a los miembros de nuestra humilde hermandad. A mi izquierda, Muntazer al Ziadi. Lo reconocerá porque fue quien le tiró el zapato a George W. Bush. No tuvo muy buena puntería, pero la intención es lo que cuenta. A mi derecha, el hermano Massimo Tartaglia, que reconocerá como quien le saltó los dientes a Berlusconi, con mejor tino que el hermano al Ziadi. Y por último hoy está con nosotros, a su derecha, Juan Fernández Khron, al que pocos conocen, y uno de los fundadores de la Hermandad: en 1982 logró herir con un puñal al Papa Juan Pablo II. En fin, Susanna, creo que hablo en nombre de todos si le digo que es un honor para la Hermandad de los Agresores Cutres de Dignatarios Mundiales que sea usted uno de sus miembros.

-El honor es mío... pero le quería preguntar, si no es mucha indiscreción...

-No no, adelante, hermana.

-¿Usted, Guía, quién es? ¿Cuál fue su agresión?

Los hermanos presentes se vuelven hacia su Guía con un gesto de adoración que estremece a la nueva Elegida y esperan atentos la ya conocida respuesta de su superior.

-Yo... por ahora para usted seré sólo el Guía. Mi agresión la conoce, aunque todo el mundo sigue pensando que fue un accidente... ¿Recuerda el incidente en España de Rajoy y Aguirre con el helicóptero?

El otro

El tabernero terminó de limpiar las últimas mesas. Las dos mozas que servían ya se habían ido y en pocos minutos él mismo se iría a casa con su mujer. Sólo quedaba un cliente por echar que se había quedado dormido sobre la mesa, rodeado de vasos vacíos. Así acababa el hombre cada noche desde hacía meses. Trabajaba todo el día y al terminar la jornada, aparecía por allí para ahogarse en alcohol. Y nadie le decía nada. ¡Qué le iban a decir al pobre hombre! El tabernero se acercó a él y lo zarandeó para despertarlo. "José, amigo, despierta, ¡que voy a cerrar!", le gritó al oído. El borracho abrió los ojos pidiendo con un gesto de la mano otro vaso más. El tabernero no esperó más. Lo levantó de la silla y lo arrastró hasta la calle sin demasiada oposición. "José, anda, espabila, tienes que ir a casa. Tu mujer y tu hijo te esperan allí", le siguió gritando. Entonces José se irguió y respondió con la lengua bien trabada y algunas lágrimas de alcohol en los ojos: "¿Mi hijo? Ese niño no es mi hijo, bien lo sabes tú, ¡Jesús no es mi hijo!", y se marchó tambaleándose por en medio de la calle.

Evoluciones y revoluciones

Evoluciones que nos llueven, algunos se quedan boquiabiertos, otros ojipláticos. La mayoría, como mínimo, sorprendidos. Hay quien se sonríe, ¡jeje, hasta dónde vamos a llegar! Hay quien se indigna, ¡esto es el principio del fin! Los hay que se abanderan, ¡así así, esto es lo que queremos! Otros se manifiestan, o gruñen, o guardan un ambiguo silencio, hay quien golpea la pared con el puño, quien lo celebra con amigos y cervezas, quien se ve desincronizado con el mundo, quien reacciona, quien se paraliza. También los hay indiferentes, inmutables, los hay pasados de vueltas, ¡ya nada me sorprende! Cínicos, hipócritas, frustrados vitales, progres de carné, reaccionarios, esnobs, fashionados sociales, modernos conservadores y conservadores modernos. En espiral, a ritmo variable, cogiendo aire de vez en cuando, preparados para todo o nada, sin mirar atrás, como la vagina de las patas. Quién te ha visto y quién...

Etimofraseologías

'Me has dejado sin palabras': El origen de esta conocida frase data data de finales del siglo XIX. Según conocemos, la historia nos dice que cuando Ottmat Mergenthaler, inventor de la linotipia, se encontraba preparando uno de sus prototipos junto a uno de sus ayudantes, en un momento en el que el inventor quiso hacer unas pruebas se encontró con que se habían llevado los tipos (las letras) a otra máquina, razón por la cual gritó '¡Me han dejado sin letras!'. La frase saltó a la calle y pronto quedó como la conocemos hoy en día. Curioso, ¿verdad?

'Poner la mano en el fuego': La procedencia de este dicho se remonta a la época en la que se practicaba el llamado juicio de Dios. También conocida como Ordalía, ésta era una institución jurídica que dictaminaba, atendiendo a supuestos mandatos divinos, la inocencia o culpabilidad de una persona o una cosa acusadas de quebrantar las normas establecidas o cometer un pecado. Esta costumbre pagana, que fue común entre los germanos y otros pueblos antiguos, se ejecutaba de formas muy diversas. No obstante, casi todas consistían en pruebas de fuego. Ante el tribunal, el acusado debía sujetar hierros candentes o introducir las manos en la lumbre o en una hoguera. Posteriormente las pruebas se dejaron de realizar con fuego y se sometía al acusado a pruebas con distintos tipos de picante, quien tenía que tragar grandes cantidades sin beber agua. Si aguantaba sin perder la conciencia, era considerado inocente. En Japón todavía se hacen pruebas similares a la hora de entrar en grupos mafiosos como la Yakuza sólo que allí usan wasabi.

'Más se perdió en Cuba': El saber popular y la poca seriedad de los historiadores apuntan a que esta frase se empezó a decir tras la pérdida de las colonias españolas en el desastre de 1898. Y nada más lejos de la realidad. La frase se acuñó popularmente en La Rioja cuando el oidio, una enfermedad procedente de Norteamérica, llegó a esas tierra a finales del siglo XIX y se llevó toda la cosecha de vid, lo que redujo al mínimo la producción de vino de ese año. Por esos pueblos se empezó a decir 'más se perdió en las cubas', con el mismo uso que le damos ahora pero claramente asociado a la epidemia sufrida en sus campos. El timpo y el boca a boca acabó por mutar la frase y cambiar 'las cubas' por 'Cuba' aunque manteniendo el mismo significado de fondo.


Salieri, M. Estudio (curioso) de la lengua española; 143 p. Vol. I, Ed. Truño. Chapinería, 1998.

El último café

"La vida es como cuando vas al baño en mi curro… nunca sabes cuándo te va a tocar respirar la mierda de otro".



Se acabó el café de la máquina. En estos casos la gente se enfada mucho, la golpea y demás catarsis particulares. Yo no. Lo que hago es imaginar que para acabarse el café de la máquina los de la oficina hemos tenido que usarla varios cientos de veces. Y la recargaron sólo hace dos días. Inmediatamente después me vienen a la mente los efectos que el delicioso miercafé que le meten tiene en el organismo humano. Miro el reloj: las 14.35. Es decir, que el váter lleva siendo usado toda la mañana.

Entonces siento un alivio interior-masivo por no haber sido el 'suertudo' que se ha tomado el último café de la máquina, con todos los posos y los efectos intestino-destructores que le habrán llevado invariablemente a necesitar hacer uso de las a estas alturas infrahumanas instalaciones para el desalojo de materia orgánica sobrante de origen humano.

¿En la Estrella de la Muerte tendrían máquina de café? Humm.

Mi ansiado encuentro

Laura y Jacinto dijeron que sería "incapaz". Y un huevo. Por lo pronto le he echado morro y no he tenido ningún problema para entrar, porque esto lo he visto hacer mil veces en la tele y yo hago lo que sea por poder ver a mi ídolo. Cualquiera que me vea pensará que soy un profesor de literatura: llevo chaqueta de pana marrón con coderas verdes, vaqueros, gafas de pasta, una maletica bien grande para libros y demás y barba de tres días. Y ha sido más fácil de lo que pensaba. He entrado, he dicho mi nombre falso (profesor Juan Pérez) y he pasado a la sala de conferencias. Así de fácil. Hasta me han dado una identificación con mi nombre y una foto en la que sale un señor canoso que curiosamente se llama Juan Pérez, como falsamente me llamo yo. ¿Ha sido suerte? Quizá. Yo no lo creo.

Me he sentado en uno de los asientos reservados en la segunda fila y me he tragado dos conferencias hasta que ha llegado la de mi ídolo. Al verlo casi me orino encima de la emoción. Marco Salieri ha entrado como si nada, como si estuviera en su casa. De hecho he creído ver que llevaba unas pantuflas de cuadros. Qué seguridad transmite. Como en su obra. He hecho una lista con las preguntas que le quiero hacer, unas cien o así, y seguro que cuando dejen preguntar a los asistentes no voy a ser capaz de levantar la mano, y no digo ya de abrir la boca. A mi derecha se sienta un señor calvo con un portatil. Mientras presentan al señor Salieri el hombre este no para de escribir y su tecleo me pone nervioso. Sin poder evitarlo leo en su pantalla: "El mundo onírico de M. Salieri". Pienso si decirle algo pero espero y cuando mi ídolo empieza a hablar, mi vecino se pasa a la libreta, mucho más silenciosa que el ordenador.

La conferencia trata de la "literatura de farmacia", como él la denomina. Nadie hasta ahora se había atrevido a hablar tan claramente de un tema tan polémico. Porque no sé si lo he dicho, pero Marco Salieri es un polémico escritor, el más polémico de todos, diría yo. Durante un par de horas ha hablado Salieri. Sólo ha parado para beber agua un par de veces y otra para tomarse unos phoskitos. Todo el mundo sabe que tiene bajo el azúcar y no le dicen nada, claro. Alguna risita ha habido cuando se lo ha sacado del bolsillo, pero han sido acalladas rápidamente. Lo que es el no saber...

Cuando ha llegado el turno de preguntas he levantado la mano tan rápido que creo que me he dislocado el hombro.

Historia de una patada

No sé, estoy confuso. No soy un hombre inteligente. Mi herencia genética es pobre y me cuesta hilar pensamientos y razonar con ellos. A veces lo intento pero pocas veces llego a conclusiones fundamentadas. El otro día me puse a ello y la cosa acabó muy mal. Hay tantas cosas que no entiendo... Cuando paseo pruebo. Es donde mejor pienso y aprovecho para entender el mundo que me rodea. La otra noche estaba en ello cuando se cruzó aquel periodista. No fue culpa suya. Yo ni siquiera sabía quién era. No suelo ver la televisión a no ser que haya fútbol o algún programa de zapping o bromas de esas que tanto me gustan. Yo pensaba en ese momento, y es mal momento para cruzarse conmigo, lo admito. A ver si me acuerdo: pensaba en el lío de Tiger Woods, en Raúl en el banquillo, en los crucifijos de las escuelas, en el curioso color rosa de los billetes de metro, en cómo será estar dentro de un acelerador de partículas y en el origen misterioso del telexto de la tele. No sé qué me pasó. Me bloqueé, quizá. Algo en mi cabeza se recalentó, se saturó, no pudo más, y no sé cómo ni por qué, le solté un patadón al tío ese, tan fuerte que hasta sentí sus costillas quebrarse contra mi pierna. Y me arrepiento. Porque es culpa mía, por intentar hacer algo para lo que no estoy preparado, porque, ahora lo sé, pensar es realmente peligroso; sobre todo si lo hago yo.

1.641 días

Son muchos días, pero más son los que quedan por delante (digo yo...).

Naturaleza de guante blanco

Un pájaro -me gustaría concretar la especie pero sólo distingo entre grandes, pequeños y gallinas- pequeño me roba una aceituna del árbol -me gustaría deciros qué tipo de árbol es pero es que sólo distingo entre verdes, rojos, marrones y sin hojas; este da aceitunas: aventuro que será un 'aceitunero', pero es mucho aventurar- que crece frente a mi ventana y que, a su vez, se queda con los pocos rayos de sol -sería increíble concretar el tipo de estrella pero es que... ¿amarilla?- que logran sortear el muro de nubes -si fuera por mí, en serio... ¿cirros? ¿cumulonimbos?... si es que es mejor no concretar y así no liarla más- que esta noche no me dejará ver las estrellas.

Lapositando

"Lapositar" es un nuevo verbo que un servidor quiere ofrecer a los hispanohablantes para cuando lo necesiten, que nunca se sabe. La verdad es que lo mismo no lo usan nunca. Yo mismo me lo acabo de inventar y a saber cuándo lo vuelvo a utilizar. Para que se entienda bien el significado de esta palabra de nuevo cuño la incluiré en la siguiente frase:

'Ahora mismo estoy lapositando.'

Creo que queda claro el significado. Clarísimo.

¿No?

A ver, para los torpes:

Lapositar: acción de escribir un lapo mientras se empollan unas oposiciones.

¿Ya?

(De nada.)