Lapo mental 91

Las Aventuras de SuperLadilla

¿Cómo es posible que entre tanta ladilla común surja una que destaque sobre las demás? ¿Cómo puede ser que una de ellas de ese paso evolutivo que la convierta en otra cosa, en otro ser, en una SuperLadilla? Fácil, SuperLadilla, cuando todavía no era una ladilla con superpoderes, recibió unas ondas chungas que le dieron en to los morros durante unos segundos, tiempo suficiente para que su metabolismo ladillero mutara y adquiriera los superpoderes que tanto molan.

Esto ha sido un flash-back, porque en realidad SuperLadilla lleva ejerciendo como tal desde hace meses, salvando ladillas comunes de insecticidas maléficos, llevándolas de un pelo púbico a otro con su superfuerza y su supersalto que casi es vuelo pero no llega porque no da pa tanto. Todas las ladillas la adoran, menos una, claro, la ladilla mala, porque todo superhéroe tiene su némesis, su sombra porculera, su Archienemigo, y el de SuperLadilla es Pelopotrón, la ladilla inmune al insecticida y que es capaz de doblar pelopos casi sin esfuerzo y que es odiada por todas las ladillas porque es fea, le huele el aliento y tiene mal perder.

Aclaración
Superladilla y Pelopotrón sólo se han visto una vez, y hubo sexo, claro, que ya se sabe que del odio al amor hay un paso, y del amor al catre, un dejarse caer. Y de su odio hecho sexo nació una ladilla mitad Super mitad Chunga, mala de día, buena de noche, no sé, mixta, a medias, ni sí ni no, ni fu ni fa, ambigua a más no poder, toda dudas, esquizo, qué mala suerte.

Aparte de eso, entre Superladilla y Pelopotrón reina la envidia, los celos y la mala leche, y se odian a muerte.

Aquí vendrían unas cuantas aventuras de Superladilla salvando más gente ladilla, haciendo el bien y eso, y algunos actos poco éticos de su enemigo, puteando a las ladillas buenas, a sus hijos y a los hijos de sus hijos, por joder.

Continuará...

Lapo mental 90

Lo que más le gustaba era agarrar el cuchillo y buscar la mejor parte, blanco y carmín, la mezcla perfecta. Y así lo hacía cada día al volver del trabajo. Subía las escaleras sabiendo que él la esperaba impaciente sobre la encimera, colocadito en su guillotina, ansioso como ella por sentir el cuchillo, hambriento de filo y generoso de sabor. Meter la llave, girar y casi oler su salado aroma, y correr hasta la cocina y quitar con mimo el paño... manjar divino, su droga, pensaba, y cortaba sin cesar, mudo el jamón, feliz, como ella.

Para Tania.

Lapo mental 89

"Me miró a los ojos como nadie me había mirado nunca antes, y se arrastró hacia mí, como herido, medio muerto y sin más esperanza, toda ella gastada en tiempos que ya son recuerdo. Di un paso atrás sin pensar y mi espalda dio con el frío espejo, me volví y vi un rostro que no era el mío, o quizá sí, quizá estuviera tras el miedo que me había cambiado por momentos, quizá."

Estracto de "Marco contra el calcetín de Julián III, the revenge".

Lapo mental 88

A la mosca le dolían los pies una barbaridad. Y es que claro, había estado paseando durante horas por aquel enorme sofá y no estaba acostumbrada a hacer tanto ejercicio, porque ya se sabe, las moscas, si pueden, van volando a todas partes, que el andar no se hizo para ellas. Y eso era precisamente lo que sus amigas le decían cuando la encontraban yendo de un lado para otro sin usar sus prácticas alas. Al principio todas pensaron que sería algo temporal, que la mosca paseaba por hacerse la rara y llamar la atención, pero cuando pasaron los días y seguía sin volar, estuvieron de acuerdo en que se había vuelto loca de remate.

Mientras sus compañeras de casa atravesaban las habitaciones en un segundo, ella tardaba todo un día en cambiar de sala, cansada y con dolor de pies, pero satisfecha. La mosca estaba loca, pensaban, y algo de razón tenían, puesto que en su pequeña cabecita llena de ojos y antenas había nacido una idea que nadie consideraría de mosca cuerda, sino fruto de una mente desequilibrada: la mosca quería evolucionar, como habían hecho los hombres bajando del árbol, y convertirse en una supermosca de largas piernas y fuertes brazos, como los hombres a los que tanto temía. ¡Qué flipada!

Lapo mental 87

Un sueño de Frodo

"Pues en mi sueño me veo desnudo en un lago, con el agua hasta la cintura. Sam está en la orilla con un carrito de la compra del Eroski y grita "mira mira, el atún está de oferta". Entonces no sé por qué pero ya estoy vestido, llevo un tutú y una malla blanca y Gandalf me está contando algo de no sé qué de ir juntos a un viaje y me toca la pierna y me mira raro, y Sam aparece con un hacha ensangrentada y me habla con la voz de Bertín Osborne: "Frodo, eres mi estrella" y entonces me despierto sudando en una cama, pero el sueño sigue y por lo visto alguien ha pintado mi casa de verde y violeta y me enfado mucho pero como no sé quién lo ha hecho me enfado más todavía y lloro. Entonces saco el anillo del bolsillo y me lo como con chocolate".

Lapo mental 86

Las mejores cosas que me han pasado han venido mientras dormía, y nunca las recuerdo. No son sueños, aunque aparecen como tales, y cualquiera, yo mismo, diría que lo son. Son verdad, son mi vida sin tropiezos, sin tomas falsas ni colesterol, es la vida que debí vivir y que escribo en mi diario, porque allí celebro mis no cumpleaños y nadie sopla mis velas sino yo.

Lapo mental 85

Cuando despertaron, la cucaracha muerta todavía estaba allí.

Lapo mental 84

Las campanadas llegaban apagadas por la doble capa de cristal de la ventana. Seguro que Ramón García y Ana Obregón hacían el bobo delante de millones de españoles; perdido ya el sentido del ridículo, este par de momias se atreven a todo, pensé. Aburrida, hice coincidir el sonido del badajo con chorros de vaho de mi boca con los que rompía el frío que me daba en la cara sin compasión. Sonó la última y comenzó el año nuevo. Aplausos, besos y abrazos. Abajo, algunas personas salían del edificio, vestidas de punta en blanco, achispadas por el vino y el cava, con ganas de pasar una buena noche. Una rubia miró hacia arriba y no sé cómo, me vio, y sin llegar a creérselo del todo, hizo que sus amigos también me miraran. Debe de ser impresionante ver a una señora mayor, entrada en carnes y medio desnuda, entrar en el nuevo año sentada en la cornisa de una ventana. Debe impresionar, pensé, y la situación me sacó una carcajada que sólo yo oí. Agarré mi copa de vino y brindé en mi honor mientras abajo mis vecinos seguían gritando no sé qué.