El martes, acelerón

El martes, dicen, van a darle caña al LHC. Doblarán los tera-electrón-voltios (Tev) que emiten sus haces de partículas. De 3,5 a 7. Según mis reflexiones anteriores no debería pasar nada. El objetivo es volverlo a doblar más adelante y es ahí donde petará todo. Pero como estos son tan torpes, son capaces de romper el juguete al engranar segunda marcha, gripar el sistema y calar la máquina hasta nueva orden. O pegar un acelerón y reventarlo todo. No sé. Disfrutemos hasta el martes y luego ya veremos.

Y por si no nos vemos más, ha sido un placer.

¡Sor-pre-sa!

¿Puede alguien entender que con un 7,1 sobre 10 no esté aprobado? ¿Os sorprende? ¡Pero si es lo más normal del mundo! A ver, os lo explico:

El Ayuntamiento de Madrid convoca unas oposiciones para auxiliar administrativo y un servidor se apunta. Hasta aquí bien. Ahora se lee uno las instrucciones: estudiar, hacer un examen y sacar más de un 5 y luego hacer un segundo examen y sacar más de un 5. Vamos, como toda la vida. El primer examen tiene 90 preguntas. Genial. Con 45 preguntas acertadas (-1/3 de acierto por cada fallo) he de estar aprobado y así poder hacer el segundo examen. Tras hacer el examen y comprobar aciertos y fallos con la plantilla de respuestas correctas calculo que tengo 70 preguntas acertadas, 16 falladas y 4 sin responder (estas ni suman ni restan), o sea, 70-(16/3)=64,66 preguntas acertadas, que sobre 10 se queda en un notable raspado, en algo más de un 7,1. ¿Genial, verdad? Pues no, porque la administración madrileña, un mes después de la realización del examen decide que... el 5 no estará en las 45 preguntas correctas, sino en las 68... o sea, en algo más de un 7,5.

Mirando por internet en las oposiciones de 2005 veo que hicieron algo parecido... subieron el 5 a las 53 preguntas (aquel año habría aprobado). Ahora a las 68, y lo peor, insisto, es que la decisión se toma a posteriori.

No salgo de mi sorpresa-mosqueo, y lo que me queda.

Cuando todo encajaba

Tres Hombres y un Destino

De los creadores del éxito musical



y del reciente e innovador documental




llega ahora:





Una historia sobre la superación, el sufrimiento y la amistad contada en primera persona por tres hombres que nos muestran su lucha incansable contra la Naturaleza en un viaje lleno de acción trepidante y misticismo oriental que no dejará a nadie indiferente.

* 10 capítulos.
** 12 capítulos.

¿Van a parar un año? Anda ya...

Según leo, durante casi todo 2011 el LHC va a estar parado. El objetivo es modificarlo para que cuando la enciendan pueda estar funcionando durante periodos más largos y obtener su máxima potencia.

Eso es lo que dicen... la verdad, en mi opinión, es otra: se han jiñado. Sí, amigos, se han jiñado por la presión social, por el miedo a cagarla todavía más y, sobre todo, por la certeza que se les está metiendo por debajo de sus científicas pieles y que les ha abierto los ojos. Se han jiñado porque intuyen, o quizá ya saben, que cuando pongan la máquina a todo trapo van a petar el planeta con su agujero negro de andar por casa.

Y a mí me han decepcionado, porque el fin del mundo era este año y ahora lo van a retrasar por lo menos un año y medio, si es que cuando lo tuneen y lo vuelvan a encender se atreven a pisar el acelerador al máximo, y yo hasta he tirado la ropa de verano porque se suponía que a la Tierra le quedaban dos días.

¡Malditos cobardes de mierda! ¡Me vais a pagar las putas bermudas y las camisetas del Zara!

He dicho.

"Javier", por Marco Salieri

La cajera pasa los espagueti, las natillas, el arroz y el vino por el lector de códigos de barra que responde en su lenguaje primitivo de pitidos y silencios y acaba por escupir el papel con el total: 10,52 euros.

Me gusta comprar aquí porque nadie me conoce. Llevo años comprando aquí y siguen sin conocerme. O disimulan muy bien. De vista sabrán quién soy, pero nada más. No hay confianza. Ninguna. No hay más palabras que las necesarias en la comunicación entre ellos y yo. Un "hola", un "¿tiene usted la tarjeta Tal?", un "son 10,52", un "firme aquí" y un "adiós, gracias". Y punto. Así ha sido siempre y mientras así sea yo seguiré comprando aquí.

No conocen a Javier. Ustedes, digo, los lectores que semanalmente se encuentra con mi columna. Todavía no les he hablado de él. Será hoy cuando les hable de él.

Javier es un ex convicto que estuvo diez años en la cárcel por homicidio. No voy a entrar en detalles. Javier me buscó al salir de prisión por algo que escribí y que le ha hecho reflexionar sobre su vida y sobre su futuro. Javier vive en mi casa y duerme en mi sofá hasta nueva orden. Javier es como dos veces yo y todo él es músculo y tatuajes. Y me tiene en un altar, por mucho que yo le digo que no exagere, que aquello fue una simple reflexión hecha en un momento de depresión y asfixia carcelaria, pero no me escucha. Soy su maestro, su mentor, su guía espiritual, aunque yo me niegue.

Javier hace una tortilla para chuparse los dedos. En la cárcel trabajaba en la cocina y se nota: tiene una mano que ni Ferran Adrià. Ahora vive conmigo y me cocina todos los días. Y viene a la compra conmigo.

Hoy va a hacer arroz y a tal efecto hemos comprado arroz. Y vino, y espagueti, que se me estaban a acabando y son muy socorridos, y natillas para el postre. Y después de firmar el pago con tarjeta de 10,52 euros Javier le ha dicho a la cajera "Señorita, ¿sabe usted quién es este hombre? Es Marco Salieri, el polémico escritor, columnista, ensayista y tertuliano, y me está convirtiendo en una mejor persona".

Jamás podré volver a esa tienda.

En misa

Largos paseos calle arriba y abajo. Saludos a los vecinos, "buenos días"-"buenos días". Arrastrar de pies y las cigüeñas en sus nidos con sus ruidos de otro planeta. A las diez y media, la campana llama al rezo y, por primera vez en medio año, obedezco y me dejo entrar en el templo. La campana sigue sonando. Todavía vacía, la iglesia es un reflejo gris del cielo nublado, en penumbra suficiente. No veo a nadie. Siento que soy un intruso mientras recorro el camino hacia el altar. El cura estará preparándose para la misa, entiendo. Una señora entra por la puerta y busca su banco. Claro. Aquí la gente se sentará siempre en el mismo sitio. De pronto me ve y se sobresalta. Sí que soy un intruso, me confirma con la mirada. Mi aspecto es poco piadoso pero ella acaba medio sonriendo, saluda, se sienta y se santigua. A los pocos minutos llega el resto de fieles, casi siempre por parejas de mujeres, y algún hombre. El cura ya está en su sitio. No lo he visto llegar. Busco asiento y espero. Realmente no sé qué debo hacer. No quiero molestar y quiero pasar desapercibido. Quizá pueda imitar sus gestos, movimientos, sus rezos. Pero podría ser considerado como una burla y no es así. Simplemente no quiero ser observado por los vecinos mientras les observo yo a ellos.

El cura habla. Es sudamericano, por el acento. Resulta curioso, no me lo esperaba. Sí que es verdad eso de que falta vocación. En el sermón de hoy el sacerdote trata de explicar la muerte de miles de personas en un terremoto reciente. En resumen, su dios no tiene la culpa y si hay alguna culpa es del mal humano que hay en el mundo. Nadie discute su planteamiento. No sé si hay turno de preguntas y respuestas pero si lo hay nadie hace uso de él. Rezan por ellos, por esos miles de fallecidos, y con eso basta. El murmullo de los rezos que se alterna con los silencios y las palabras del párroco es hipnótico. Apenas entiendo lo que dicen. Las palabras salen arrastradas de sus bocas y se deforman al reverberar en la iglesia. Como en una marcha de soldados, a eso me recuerda, el cura dice unas palabras y los fieles le responden, en una especie de conversación ensayada, mil veces repetida, quizá carente de contenido y reflexión, tan sólo dicha con inercia ritual. También cantan, con ese tono tan reconocible, de ecos monjiles medievales.

En un momento determinado la gente empieza a levantarse y se acercan al cura. Es el momento de comer el cuerpo de Cristo. En ese momento decido salir de la iglesia. No quiero que piensen que vengo por la comida. Además, soy vegetariano. Afuera el sol trata de atravesar las nubes, sin éxito.

El fin de Harry Potter

La serie de pelis se acaba y el actor, Daniel Radcliffe, que lleva diez años viviendo de estas novelas pasadas al cine, se encuentra buscando trabajo de casting en casting.


Los Angeles,
12.35 am,
Casting para la película 'John Lennon'.

-A ver, Daniel..., en la escena siguiente tú eres Lennon, estás en la puerta de tu casa y un hombre te va a disparar cuatro tiros por la espalda. Vamos a ver cómo pasas de la normalidad a la sorpresa y cómo mueres...
-Sí, vale, pero mmm, ¿perdone, puedo decir algo?
-Claro claro, Daniel, dime, está bien que aportes cosas, claro.
-Pues bien, yo había pensado en que quizá Lennon de alguna manera siente que alguien va a matarlo y gira sobre sí mismo para enfrentar al asesino y...
-¿Siente que alguien...? Daniel, Lennon murió así, no puede cambiarse ni puede 'sentir' nada que no sea las balas en su cuerpo.
-Ya, si lo sé, pero y si Lennon tuvo un pasado desconocido... mmm, quizá él pertenecía a una secta cuyos miembros practicaban la brujería, no sé, quizá hasta podría llevar una varita mágica o algo parecido que le permitiese defenderse del ataque del asesino... no sé, no creo que sea tan descabellado...
-A ver, Daniel. Ya sé que acabas de terminar la última de Harry Potter y quizá todavía te cuesta meterte en otro personaje pero has de saber que en esta película no hay nada mágico, ni paranormal. No hay varitas mágicas ni dragones ni magos ni nada de eso, Daniel. Está basada en hechos reales.
-¿Reales?
-Sí, Daniel, reales.
-Mmm... ya... y ¿cuántas partes tiene?
-¿Partes? Daniel, en la película John Lennon muere y se acaba la historia. No hay más partes.
-¿Sí? ¿Sólo hay una parte, una película nada más? Vaya... eso sí que no me lo esperaba... ¿Y Lennon no podría resucitar para una segunda parte? Así podría vengarse de su asesino y...
-No, Daniel, no. No habrá segunda parte.
-Bueno, vaya, pues no sé... no termino de verlo algo viable. Es todo tan...
-Ya, Daniel, si te entiendo. Sabes, creo que será mejor que te vayas a casa y descanses...
-Ya, vale, hablamos otro día mejor, me llamas... o te llamo...
-Mmm... si veo ya que tal ya si eso...

El lapo carcelario

Me gusta dar de comer a las palomas y cuando no estoy escribiendo son ellas quienes reciben la mayor parte de mi atención. Frente a casa hay un parque donde mis palomas y yo pasamos las horas muertas, ellas comiendo y yo viéndolas comer. Es relajante e inspirador. Allí nadie me molesta. Pensarán que estoy loco o algo peor y no se atreven, quizá. A lo mejor ni me ven.

Ahora estoy en paz.

-¿Es usted el M.S. que escribió esto?

Ahora no.

Me parece intolerable que algo así pueda suceder. Es de mal gusto. Rompe todo mi equilibrio. Si creyera en el karma ahora mismo habría perdido varias toneladas. Hace un segundo podía ver perfectamente cómo las palomas picoteaban las migas de pan que magnánimamente les había regalado, cómo unas se perseguían a otras, rodeado de paz y armonía... Ahora un libro garabateado se interpone entre mis ojos y mis palomas.

-Diga, ¿es usted M.S., Marco Salieri, y escribió esto en la cárcel?

La cárcel. Mil imágenes pasan por mi imaginación, todas cargadas de sufrimiento. Una semana en prisión que me perseguirá toda la vida. Vuelvo la vista hacia el exterior de mí, al libro que alguien sujeta, tembloroso, frente a mí. Es un libro de biblioteca, con su cinta blanca en el lomo y las siglas que el bibliotecario conoce y que le dice en qué estantería ha de ser colocado. En el margen hay unas palabras manuscritas. Sí, son mías. Un lapo carcelario, más inspirado quizá que ninguno. Un lapo que creía olvidado, dejado en otra vida. La mano que lo sujeta es enorme y el brazo que le sigue, musculado y tatuado, sube hasta el hombro de gigante sobre el que descansa la melena que medio cubre el gesto inquisitivo que refleja el rostro curtido del gladiador, o eso me parece, que ha roto por hoy mi necesario momento de calma espiritual. Y ha ahuyentado a mis palomas.

-Sí, yo soy ese M.S.

El hulk tatuado respira hondo, cierra el libro y se sienta a mi lado.

-Yo soy Javier y usted ha cambiado mi vida.

LHC Returns

El segundo semestre de 2011 será el momento elegido por los freaks del LHC para poner la máquina a toda hostia e intentar responder todas las dudas del mundo empezando por la composición de la energía y materia oscuras y acabando por descubrir de una vez por todas al bosón de Higgs. O sea, que será el momento tan esperado en el que provoquen el fin del mundo (¡aleluya hermanos!)

O eso dicen, porque con el gafe que tienen...

Pero bueno, confiemos una vez más y planteémonos el próximo año y medio final como debe ser: nos queda año y medio de vida y hay que vivirlo a tope.

Yo, para empezar, he decidido dejar de reciclar, afeitarme con el grifo abierto y poner la calefa todo el rato para ir en camiseta de manga corta, porque si al mundo le queda año y medio... ¡qué carajo!