Atropelladamente yo

A veces me tropiezo conmigo mismo. Me adelanto, hablando, andando, haciendo cualquier cosa, nada en particular, todo. Me veo venir pero me confío y cuando llego ya es demasiado tarde: me he atropellado. En este juego suicida disfruto de ambos lados del tablero. Soy víctima y verdugo, verdugo y víctima, y no tengo nigún problema en ser las dos cosas a la vez. Porque no me queda otro remedio. Y no sé a qué venía esta cosa que estoy escribiendo. Si me acuerdo, vuelvo.

Escribiendo en mi tele

He conectado mi tele enorme a mi portátil y estoy viendo esto mientras lo escribo en dos pantallas al mismo tiempo, en chico y en grande. Es una tontería, sí, pero me da la sensación de que yo estoy escribiendo en el ordenador mientras otro, un alguien que no soy yo, escribe lo mismo que yo en la pantalla de la tele. Está escribiendo exactamente lo mismo y al mismo tiempo. Es en este momento, ahora, justo ahora, cuando me pongo borgiano y dudo si el que escribe primero soy yo o el de la tele, porque quizá él, el otro yo que no soy yo, está escribiendo antes y yo, consecuentemente, después. Sería yo un imitador de ese eco digital y nada de lo que digo sería original (nada lo es, estoy seguro), sino un plagio involuntario de una mente (de otra mente, quizá no humana, seguro que no lo es).

Ahora escribo OJETE en la pantalla del portátil, en mayúsculas, OJETE, y en la tele, frente a mí ,se ve bien grande, enorme, OJETE. Brutal.

Desblogando la margarita

A veces, cuando quieres hacer algo sin decidir, dicen, se puede desblogar una margarita. Pétalo a pétalo. Arrancas los blogs, uno a uno, alternado el sí y el no, reduciendo la dicotomía hasta quedarse con la única opción posible y con  una margarita muerta que acabará en el cubo de la basura.

Desblogar la margarita, blog a blog, implica caminar hacia adelante sin importar los medios, sin importar que tras de ti quede un cadáver, aunque sea una simple flor y sus pétalos internáuticos llenos de letras que ya no recuerdas.

Hace tiempo que desblogo la margarita. Parece tener infinitos pétalos.com, .net., .org, .es... de todas las formas y colores. Quizá no tenga fin, es mi miedo, y la dicotomía irresoluble y permanente sea mi única opción.