¡Chapi en Fiestas!

Este viernes comienzan las Fiestas de Chapinería (Madrid) en honor a la Virgen del Rosario. Habrá música de baile, toros, un mercado de artesanía y muchas actividades para jóvenes y mayores.

En fin, un montón de excesos, juerga y despelote.

Por supuesto, todo el orbe está invitado a acercarse y a disfrutar de las Fiestas. Compartiremos así estos momentos de ocio rural que nos ha dado la vida.

Mudanza parcial

Como estamos viendo, en Nosonlapos se está disparando el número de reseñas de series de televisión. Esta explosión demográfica me ha dado el aviso de que las series quizá se quieran independizar del resto de entradas y por ello les he creado un nuevo blog en el que se podrán tener su espacio propio: Críticas en Serie.

Espero que estén a su gusto y sigan su habitual ritmo reproductivo. Dejaremos Nosonlapos para el resto de reflexiones y temáticas.

Momentánemente dejaré las entradas sobre series en los dos blogs. Pasados unos días, desaparecerán de este blog y podrán volar libres en el nuevo.

Un saludo.

NO a Madrid 2016

Que por qué NO a Madrid 2016...

...primero, porque en sí el movimiento olímpico me la suda mucho (dicho en fino): esta razón podría tener algún tipo de explicación pero no la tiene; segundo, que me tira patrás el rollo protagonista: Madrid, guay, qué bien, somos los mejores, vamos, olé y demás; tercero, no entiendo por qué la gente se emociona tanto con el tema, y hasta se presentan voluntarios para ayudar a conseguir que Madrid tenga los Juegos (a lo mejor no hay otros voluntariados que ayuden a la gente de otra forma... o sí, a saber). Y la verdad estas opinión más emocional que racional no tiene sentido en mí, que soy futbolero y entiendo que la gente siga unos colores y demás... pero el rollete olímpico, pos no me entra. Que luego está bien ver a la gente correr a ver quien llega antes... pues sí, aunque no deja de ser algo absurdo (lo mismo que darle patadas a un balón, pero no sé, una cosa me llega y la otra no), y lo de la antorcha de un lado para otro, y los países picaos por conseguir ser la sede... no sé, es casposete como mínimo.

Y eso.

Vuelven las hombreras

Lo que demuestra que el hombre puede pisar dos veces la misma mierda.

¿Lo puedes entender?

'Como quieras'. Eso dijo, sabes, y luego se fue. Yo esperaba algo más. No una escenita de gritos, lágrimas y retahíla de rencores. Tampoco es eso, pero un poco de más pasión, algo de frustración, un jarrón volando sobre mi cabeza, pues sí. Qué menos que un portazo, una mirada de incomprensión, un par de palabras salidas de tono. No sé. Algo. ¿Lo puedes entender? ¿Te parece normal? Se lo pedí, se fue y ahora el enfadado soy yo. Y no tengo a quien mandar a la mierda.

En qué piensan los conejos (iba a poner 'cojones' pero me he contenido)

Ayer me tiré cuesta abajo por la M-510 a todo trapo, sorteando señales de 'Peligro, curva peligrosa con peligro para tu vida y la de los demás, pero sobre todo para la tuya, que vas en bici. PD: que no se diga que no te he avisado, eh. Peligro'. Y, efectivamente, las curvas + la pendiente + los coches + mi bici + yo predecían un resultado (=) muy (+x+) sangriento.

Lamentablemente para la especie humana no fue así. En lugar de sangre salió un líquido trasparente, cálido y salado que luego supe era lo que aquí vienen llamando 'sudor'. Después de un rato reflexionando sobre el mecanismo que me hacía, humm, sudor, humm, ¿sudorar, sudar, llorar sudor?, en fin, ya me entendéis, y tratar de averiguar por qué el pecho parecía un tamtam (para mí que fue porque las cuestas a la vuelta en lugar de bajar subían, y mucho) decidí ponerme manos a la obra e inventar un sistema mecánico, autosuficiente y barato que montado en mi bici sustituyera el pedaleo humano por uno que no necesitara del esfuerzo del piloto, o sea, el mío. Tras dejarme perder toda la tarde encerrado en mi garaje ideando mi invento mi mujer me dejó caer que alguien se me había adelantado varios años en la creación del mecanismo, al que había bautizado con el obvio y simplón nombre de 'motor' (lo confirmé, está en wikipedia). En fin, no se puede ganar siempre.

Parcialmente frustrado, volví a mis meditaciones matinales y me acordé de los conejos. En mi camino suicida de ayer adelanté a un par de conejos que corrían felices (realmente no sé si eran felices, pero es lo que imagino que sentirá alguien que puede ir desnudo corriendo por el campo a las doce de la mañana sin que nadie le diga nada) y me paré a reflexionar (es un decir, seguí pedaleando mientras pensaba, lo que ahora, en frío, me horroriza: dedicar parte de mi cerebro a pensar en otra cosa que no fuera salvar la vida en esa carretera fue una tremenda temeridad (=estupidez)): ¿en qué piensan los conejos? Y en eso estoy.

La autovía

Qué pasa si tu coche se queda sin carga en medio de la autovía, me preguntaste una vez. Hace cien años te habría dicho que nada, que simplemente tendrías que haber llamado a la grúa, o hacer dedo hasta la gasolinera más cercana. Ahora la respuesta, te dije, sería un gesto de sincera lástima. Antes de que el virus H, el antiguo N1H1, creara por mutación las nuevas especies todo era mucho más seguro. Actualmente las ciudades mantienen un cerco de seguridad bastante aceptable, pero siempre hay alguno que se cuela y provoca masacres puntuales en los barrios periféricos. Es algo que ya hemos aceptado como normal e inevitable. En los trayectos entre ciudades es donde el peligro es una constante, y conviene tenerla siempre en cuenta. Creo que mi respuesta fue clara. Estabas avisado.

El coche se detuvo en el arcén. El marcador de energía indicaba que todavía te quedaba carga para otros mil kilómetros pero la realidad era muy distinta. No tuviste tiempo para enfadarte con la mala suerte. En cuanto la manada te olfateó, el final de este lapo, lo siento amigo, se hizo más que obvio.

Blandiblú

Dimos la orden de cerrar el hostal en cuanto los sensores hicieron saltar la alarma. Cuando llegué los clientes salían cargando sus maletas y con cara de mala leche. Me hubiese gustado empatizar con ellos en ese momento pero la alarma era de Grado 1 y no había tiempo para mostrarse humano. Los equipos de detección y contención ya estaban montados en el sótano, casi a pleno rendimiento. El oficial al cargo miraba atentamente los valores en la pantalla de su ordenador. Al verme entrar en el improvisado centro de mando me resumió la situación: en menos de dos horas el hostal y probablemente la mitad del barrio colapsarían. Para que el lector pueda hacerse una idea de lo que significa 'colapsar' según nuestra gradación estándar diré que lo que hasta ahora eran unas diez manzanas de edificios quedaría convertido en una masa pegajosa y azul que desprendería un fuerte olor a cabello de ángel. Es decir, algo inexplicable para la mayoría, con muchos muertos y un montón de preguntas que habría que responder con mentiras muy creíbles, ya desarrolladas, por cierto, en el Protocolo 1 iniciado al saltar la alarma. De media teníamos unas tres o cuatro alarmas de este tipo en Nueva York al año. Esta iba a ser la séptima en seis meses, lo que tenía al departamento en un perpétuo estado de histeria. Los análisis no paraban de dar valores fuera de escala. Algunos técnicos había aventurado hace años un posible colapso total. Nadie les había hecho caso. Un augurio demasiado malo como para tenerlo en cuenta. Y ahora qué, les preguntábamos. Pero ellos no sabían más que nosotros. Sólo habían leído los datos y dado sus conclusiones. No sabían cómo evitarlo. Trataron de explicarnos que el efecto era parecido al de meter un animal vivo en un microondas, sólo que iba afectando por zonas hasta ese final previsible. ¿Y el moco azul en la que se convertía todo? Ni idea, decían. La habían analizado y se parecía bastante al 'blandiblú'.

El oficial me miró buscando la orden que ya conocía; era la misma que le llevaba dando todo el año: sacad al mayor número de personas de la zona y esperad. Después del colapso, sellad el área. Mandaré a los de limpieza y los comunicados a la prensa.

Salí de allí deseando que el colapso se adelantara y nos quitara a todos de en medio.

De hormigas

En el mundo de las hormigas, Mao es un dios y los EREs son cosa de la ciencia ficción. Allí nadie es más que nadie, ni la hormiga reina, a la que llaman así para que no se sienta un simple medio de producción, una máquina alienada al servicio del hormiguero, pero ni es reina ni nada parececido. El bien común es ley y sus endoesqueletos, la única y homogeneizadora vestimenta. Una única clase y un único objetivo: sobrevivir.

En el mundo de las hormigas, las hormigas rojas son una redundancia.

Las campanas

Quiero ser el que tañe las campanas de la iglesia del pueblo. Y hacerlo al ritmo de una de Juanito Valderrama, si me dejan.

Acaban de sonar las de las 10.30, bien puntuales. El hombre de las campanas debe de llevar una vida tranquila, y entre concierto y concierto quizá estudie para cura. A lo mejor está en prácticas y si no supera la prueba de las campanas lo dejan de monaguillo. Qué frustrante sería. Pero este pasará la prueba. Las toca bien, a su hora y con energía. Su momento estelar será cuando tenga que tocar a muertos (seculares, párvulos...) o alguna señal particular que se salga de la rutina diaria. Emocinante. Pero eso será sólo el principio. En poco tiempo se le sabrá a poco. Entonces querrá dar misa, casar, dar el bautismo, escuchar las confesiones de los pecadores del pueblo y escribir sermones que elevarán el espíritu a los fieles. Porque quiere ser cura del todo.

Yo me contentaría con tañer las campanas, aunque fuera sólo una vez. Hasta ahí me llega la vocación.

Oigo voces (y III)

El técnico de Telefónica ha venido. El Salvador vestido de Azul. Y para nada, el pobre. Cientos de kilómetros en su TelMóvil en vano.

Su diagnóstico: nada mal hecho en la instalación, ningún problema del cableado, de la acometida, del cajetín, del par de cobre, de la línea (la 'línea' como concepto, intangible, ente intelectual, ánima de segunda). La culpa: de mi teléfono, que por lo visto además de teléfono es una megaantena captadora de señales de radio. Entiendo que mi chicharra (robada hace 8 años en uno de mis miles de cubiles teleoperísticos) ya tenía su tiempo, pero hasta hace la mudanza me ha ido perfectamente. ¿Era demasiado pedir que siguiera así otros 8 años? Al parecer sí.

De todas formas le pienso sacar más rendimiento: se la voy a vender a los del proyecto SETI y seguro que con ella consiguen escuchar algún ruidico alienígena (no sé, la retransmisión de un partido de fvqjrgyàrgbol, que tanto gusta por Andrómeda).

Ayer y hoy

Oigo voces (II)

No soy yo. Es el teléfono. Definitivamente.

Para salir de dudas he seguido el método científico y concluyo: sólo oigo voces cuando hablo por teléfono, y más concretamente por el teléfono fijo. Además, no son voces cualquiera. Es la radio. Se oye la radio. La radio se oye por mi teléfono fijo. Por mi puto teléfono fijo se oye la radio. Y no sólo una emisora. Si presto atención puedo oír dos distintas. Una en primer plano y otra al fondo. Y no soy sólo yo (descartada la locura) quien oye las voces. Quien esté al otro lado del hilo telefónico sufre la misma alucinación (que no es tal, finalmente).

En fin, que la radio se mete en mi teléfono, y no sé cómo. He llamado al 1002 y Carlos, el teleoperata, me ha dicho que lo mirarán. Antes de que colgara le he preguntado si en el caso de que no se pudiera arreglar podría elegir yo la cadena de radio que va a martirizarme durante todo un año cada vez que hable por teléfono. Me ha dicho que no sabe, y ha colgado.

Oigo voces

¿Será por la mudanza que oigo voces? Tanto cargar y descargar, empacar, colocar, recolocar, subir, bajar no puede ser bueno para la cabeza.

Un adiós

No nos despedimos como debía ser. Tendrá que ser así.

No hay mucho que decir. No hay palabras para algo así. Si me oyeras seguro que estarías de acuerdo conmigo. Siento no haber sido más y mejor amigo tuyo. Ahora ya da igual. No hay tiempo para cambiar nada, para corregir nada. Casi nos vemos, casi quedamos para vernos. Casi. Ya estabas mal. Egoístamente prefiero recordarte como eras antes de. Tampoco nos esforzamos demasiado. Pero eso son mierdas. Tendría que haber estado más cerca. Aunque no éramos esa clase de amigos, ¿verdad? Podríamos haberlo sido. Quizá. Y esto son más mierdas.

Ahora ya no estás y eso es lo que hay, y da igual lo que yo diga o haga. Todos jodidos, y tú el primero en esta fila de mierda.

Adiós JP.

Más ecológico

Ya no me despierta el ruido del tráfico. Ahora lo hace el ladrido de los perros y los pájaros y su sinfonía de porculeo animal.

El camino de baldosas amarillas

Hay cosas que te hacen sentir bien en este mundo, y no son las que todos pensamos. La familia, los amigos, la salud, el trabajo, el amor, etc. Si preguntas por ahí todo el mundo te hablará de lo mismo. Pero eso es porque la gente no se para a reflexionar sobre qué es lo que los mantiene unidos a algo, a la historia, al planeta, lo que hace que merezca la pena seguir viviendo, lo que nos motiva a levantarnos cada día, a seguir respirando. No voy a ir yo ahora de místico... no penséis que he creado de la nada una filosofía de vida. No me puedo apuntar el mérito de algo así. Lo que nos hace lo que somos siempre ha estado ahí. Sólo hay que fijarse un poco. Sólo un poco, nada má, y el camino de baldosas amarillas se iluminará ante vosotros. Y cada uno tendrá su propia verdad, tan real como la de los demás. La mía, y con esto os abro mi corazón mucho más de lo que hecho jamás, mi gran verdad, el gran motivo, la causa y razón de ser de todo lo que soy, para lo que soy...

(perdonad un momento, es que..., he visto algo en internet..., quizá, quizá deba replantearme..., sí, lo siento, no creo que sea el mejor momento para esto, estoy... abrumado, todo lo que hasta ahora daba por..., no entiendo. Mirad, es tan...)