Quiero ser el que tañe las campanas de la iglesia del pueblo. Y hacerlo al ritmo de una de Juanito Valderrama, si me dejan.
Acaban de sonar las de las 10.30, bien puntuales. El hombre de las campanas debe de llevar una vida tranquila, y entre concierto y concierto quizá estudie para cura. A lo mejor está en prácticas y si no supera la prueba de las campanas lo dejan de monaguillo. Qué frustrante sería. Pero este pasará la prueba. Las toca bien, a su hora y con energía. Su momento estelar será cuando tenga que tocar a muertos (seculares, párvulos...) o alguna señal particular que se salga de la rutina diaria. Emocinante. Pero eso será sólo el principio. En poco tiempo se le sabrá a poco. Entonces querrá dar misa, casar, dar el bautismo, escuchar las confesiones de los pecadores del pueblo y escribir sermones que elevarán el espíritu a los fieles. Porque quiere ser cura del todo.
Yo me contentaría con tañer las campanas, aunque fuera sólo una vez. Hasta ahí me llega la vocación.
3 comentarios:
Te dejo tu anterior musa, el calor, y llegó la nueva, el pueblo xD
Claro, como Picasso... yo he pasado mi etapa calorista y ahora estoy explorando la técnica rural.
Jajajaja, pues seguro que hay muchos rincones que explorar en el universo rústico que te rodea, ánimo ;)
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