SemanaSanta

En SemanaSanta no estaré.

(Esto da para un debate filosófico, pero no tengo tiempo. Pa otro día.)

Donde nada y nadie

En el vacío interestelar, a miles de kilómetros de cualquier sitio, con un frío de tres pares y sin planes a la vista, la soledad por fin fue feliz.

Las cinco

Eran las cinco y todavía no había pasado nada.

Instinto unicelular

Cuando el mundo era de plastilina y los hombres y las mujeres no eran ni una idea, una bacteria que hasta ese momento sólo se preocupaba por agarrar vida de la luz que le llegaba y con mucho esfuerzo intentaba dividirse para ser más, se detuvo un momento y se dejó seducir por una duda impropia de su inercia instintiva: quizá hacerse compleja y evolucionar hasta una forma de inteligencia capaz de surcar las estrellas, quizá, quizá no fuese una buena idea. Como fuera que una bacteria hiciese para imaginar, ésta vio un futuro de irresponsabilidad y grandes males, así es que, con las mismas, se replegó sobre sí misma y reventó, ilusa ella, suicida feliz, como fuera que una bacteria de aquellos días hiciera para sentir felicidad, por haber acabado con la evolución ella solita. A su lado, unos cuantos millones de bacterias hermanas miraron a otro lado y siguieron con lo suyo.

Es mío

Bajo la cama guardo un recuerdo que no es mío. Lo sé, soy lo peor que ha parido madre, y lo confieso, lo robé. Y no me arrepiento, que es lo que más os hará enrojecer. Pero qué podía hacer si después de tantos años no tenía nada propio que mereciera la pena. Diréis que eso no se hace, que uno ha de aguantar con lo propio, aprender a vivir con uno mismo, levantar la mirada y comerse la vida con las ganas. Y yo os digo que son tonterías, que lo decís porque habéis tenido la suerte de tener lo que a mí me faltaba y que tanto me costó conseguir.

Mi recuerdo antes fue de un vendedor de ollas a presión. Hace cinco años pasó por casa y me enseñó las maravillas que su producto aportaba a la cocina de hoy en día. Con su pelo engominado y su sonrisa de anuncio desplegó mil técnicas de venta que me resbalaron una y otra vez, pero yo le hice creer que me tenía, que le compraría hasta los calzoncillos. Cuando se descuidó, le di con una olla en la cabeza y cayó inconsciente. A continuación sólo tuve que registrarlo un poco para encontrar el recuerdo. Cuando despertó estaba tan desubicado que no me costó echarlo a la calle. Nunca más volvió y su recuerdo ahora es mío. Y no me lo vais a quitar.

El mejor reconocimiento posible

Todavía no me lo puedo creer, pero es cierto. Algunos de vosotros ya lo sabéis, otros no, y éstos va dirigido este lapo, que no es lapo sino una noticia que no puedo dejar de contar.

Hace unos años, muchos, allá por los sesenta, Almería fue el escenario elegido para rodar decenas de películas, sobre todo del género western. Si hablamos con los más viejos del lugar, muchos pueden contar sus experiencias como extras en filmes como Lawrence de Arabia o Indiana Jones. Otros incluso pueden fardar de haber dicho alguna frase, luego doblada al inglés, en alguna de esas películas. Y uno de esos es mi abuelo. Manuel Hernández Asensio, nacido en Níjar (Almería), padre de cinco hijos, incluida mi madre, y fallecido ya hace unos años, tuvo en suerte pasar por allí en el justo momento en el que necesitaban que alguien hiciera precisamente de lo que él había estado trabajando muchos años, de camarero, en una escena con James Coburn y James Mason, en una comedia, "Duffy", en el verano de 1968. Y dijo una frase. Su frase. La frase.

Él recordaba aquello con orgullo. Su experiencia en el cine. Realmente no iba a salir él, sino que lo habían cogido para enseñar a otro cómo tenía que moverse, cómo coger una bandeja... (esto me recuerda al malo de la cara roja del Episodio I de Star Wars) y después de un rato le propusieran que fuera él mismo quien lo interpretara. Con ese papel empezó y terminó su carrera como actor. Hizo de sí mismo, y a mucha honra.

Y esto viene a cuento por lo siguiente. Supongo que conocéis la base de datos de cine IMDB.com. Allí se puede encontrar casi todo lo que se ha hecho de cine y televisión. Allí encontré hace un mes la ficha de "Duffy" y por supuesto mi abuelo no aparecía. Era un papel mínimo, fuera de los títulos de crédito, claro. Pero no me corté un pelo, me registré en la web y solicité que su nombre fuera introducido en la información de la película. No esperaba que lo hicieran, pero no iba de dejar de hacerlo por eso. Y hoy, hace un rato, he entrado a mirar y allí estaba, Manuel Hernández Asensio... Waiter (uncredited). ;) No es mucho, pensaréis, pero creo que es el mejor reconocimiento posible que se puede dar a alguien que solo ha dicho una frase frente a una cámara en toda su vida, ¿no?

A rebufo

A la sombra de sus ingles sesteaban mis esperanzas,
a rebufo,
cobardes ellas,
algo anestesiadas.

Eran sus manos las mías,
y su fuerza,
el golpe de su cabeza en la mía,
y las ganas, y el aire, su aire,
mi aire.

-

Cierra la ventana y apaga la luz,
que los de afuera no sepan que
a veces
soy tuyo,
que quieres ser mía.

A los adoradores

Si los adoradores de Satán decidieran cantar juntos "Con un poco de azúcar esa píldora que os dan, la píldora que os dan, pasará mejor" la historia del mundo sería otra. Esto es lo que me vino a la cabeza ayer al despertar. Había soñado que el mundo se encogía hasta convertirse en un chicle aplastado en la suela del sumo creador con lo que el despertar había venido acompañado de sudores, espasmos y hambre (esto último, el hambre, me pasa siempre, pero omitirlo sería casi mentir y he decidido decir siempre la verdad), y cuando tengo estos sueños raros me siento distinto al resto y me llevo la mano a la boca para ver si tengo labio leporino o busco en mi coxis un vestigio de cola que lucha por salir. Es enfermizo. En estos casos tengo que esperar a que el mundo a mi alrededor se detenga, recupero el aliento, el vértigo se va y me hago de nuevo con el control. Luego sólo queda el hambre y me como lo que haya en el frigorífico, lo que sea. Lo nuevo, lo que hizo diferente ese despertar fue esa visión casi mística de una solución a todo que había llegado de forma instintiva, como una verdad absoluta imposible de negar por su sencilla obviedad. Si los adoradores de Satán... Entonces entré en un foro satánico de internet. Me puse de nombre "Luz y Fer" y me puse a hacer amigos. Desde ayer he hablado con más de quinientos seguidores del maligno (Maligno) y ya he convencido a setenta de mi plan. Uno incluso está montanto una web para llegar a más gente. Soy feliz. Y si algún amigo del Diablo me está leyendo, por favor, intenta serlo y el día 6 del 6 a las 6 de la tarde canta con nosotros "Con un poco de azúcar esa píldora que os dan, la píldora que os dan pasará mejor".

Ya es hoy

Escondida en tu perfil
disimula,
humo que a ritmo de tango se escapa.

Arañada en tus labios
la espero,
recuerdo de pasos a tu espalda.

Susurrada entre tu pelo
se pierde,
aliento, dulce,
como a cocholate.

Adormiladas,
tras tus párpados,
las niñas, irisadas,
ya despiertan, ya sienten,
ya es hoy,
ya no es mañana.

Cosas mías

Cuando era pequeño y todo el mundo era enorme y las calles y los coches y todo era gigantesco, yo, como supongo todo el mundo, era feliz. Después la cosa cambió. Conforme a uno se le estiran los huesos parece que también, teorizo, del tuétano va supurando una alergia vital que no se va hasta que yo qué sé o hasta que te mueres. Y no puedes hacer nada. Sí, a ver, que hay miles de cosas que suman, ya sabéis, pero eso sigue ahí, subcutáneo. Pero vamos, no me hagáis caso. Serán cosas mías.

Los hombres del cielo

Dice todo el mundo
que los hombres del cielo son verdeeeees...

Que tienen grandes ojos y largas piernas
y unas cabezas enormes como de ballenaaaa...


Cuán equivocados estáaaan...
no tienen ni puta ideaaaaaaa...


Porrrrrqueeeee los hombres del cielo
son color carne,
tienen pelo,
hablan normal,
beben cerveza,
los hay feos,
comen paella,
tienen almorranas...

Aunque son algo raros porque...

Los hombres del cielo no tienen pilila
no tienen pilila
los hombres del cielo no tienen pilila
no tienen pilila

¿Y para mear? lloran noche y día
lloran noche y díaaaaaaaaa.

Fin.

Sin bragas

Me he despertado sin bragas, he mirado a mi alrededor para intentar echarle la culpa a alguien pero dormía sola, como siempre. He encendido la luz y levantado la manta y allí estaban, acurrucadas en una esquina. Me he reído como una tonta y luego al ver la ventana medio abierta, me ha dado cangelo y he pensado que quizá alguien... pero no puede ser, he pensado, qué boba soy. Me lo he quitado de la cabeza, he ido al baño a mear y a ducharme y mientras me lavaba he encontrado en mi vagina un papel enrollado en el que ponía: "Feliz cumpleaños, Fdo. Tu admirador secreto".

Culo de mono

Tenía la cara como el culo de un mono. Sin exagerar. Peludo por todas partes menos por el centro, donde una nariz apatatada concentraba todo el protagonismo. Qué nariz... ¿y los ojos? Ni idea, pero veía como todo el mundo. Nunca lo vimos tropezar. Sus amigos sospechábamos que la cejas en cascada los ocultaban y que con los años se habían atrofiado con lo que había tenido que desarrollar un sistema de radar, como el de los murciélagos. Él nunca lo negó. En esos momentos, imaginábamos que bajo la densa barba rojiza se formaba una sonrisa, pero sólo era una hipótesis. Una vez le vimos la lengua. Fue comiendo, claro. Cuando abrió la boca para pegarle un bocado a un bollycao aprovechamos para asomarnos, para confirmar su humanidad, convinimos luego, y vimos algo grande y rojo. Su lengua. Nuestra teoría sobre la posibilidad de que su lengua fuera también peluda se fue al traste.

Con los años, nuestro amigo Culo de mono sufrió, como todos, el tiránico azote de la alopecia. Su caso, no podría ser menos, fue especial. Ni uno solo de sus pelos aguantó en su sitio y de bola peluda pasó a pelón total. Ni cejas le quedaron al pobre. Y eso fue su final. Al menos su final como amigo, pues ninguno de nosotros fue capaz de mirarle a la cara tras esa transformación. No fue nada planeado, pero al poco tiempo dejamos de llamarlo. Y él de llamarnos a nosotros. Qué habrá sido de Culo de mono...