Mecano oxidado

Me saldrían las palabras; si ellas quieren; pueden organizarse, siempre a su manera, pero al mismo tiempo respetándome, siguiendo algunas directrices que les grito en la oscuridad (su oscuridad, pues la luz las distrae, las revuelve y consigue que signifiquen lo que no son y esa no es la idea, ni la mía, ni la suya), y a veces se dejan aconsejar y fluyen.

Fluir no es la palabra. Nunca han fluido en sentido estricto. Las ideas sí. Esas no necesitan demasiado para formarse y ganarse una personalidad. Las palabras, en cambio, son torpes por naturaleza. Son trozos arrugados de metal oxidado que pretenden formar imágenes, pensamientos, diálogos, luces, sensaciones. Es difícil hacer fluir el metal oxidado del que hablo. Sólo si lo fundes y le vuelves a dar vida. Pero para eso haría falta ser otro.

No fluyen, pero a veces encajan. Y eso ya es mucho. ¿Pero es suficiente?

Familia Unida, de nuevo

Ha llegado a mis manos (gracias Daisy) una nueva revista en la que la secta Familia Unida vende su negocio religoso.

Aquí vemos cómo el obispo Julio, el pastor Walber y el pastor Filipe, en el valle de Gedeón, se concentran alrededor de las cartas enviadas por el pueblo que participó en la Campaña de Israel (un ritual de los suyos). Vemos primeros planos de las cartas, de ellos en actitud orante, casi invocatoria. Somos testigos del momento místico de estos enviados que convierten esas peticiones en milagros con el poder de yo qué sé (Cristo y sus hordas, quién sabe).


Se les nota concentrados, henchidos por la gracia de Dios, cada uno con su estilo particular, pero conscientes todos de la gran responsabilidad que tienen: ser los mensajeros de los fieles de Familia Unida.

Casi se me saltan las lágrimas.

Pero esto sólo es un ejemplo de lo que Familia Unida puede hacer por ti, pecador:

Aquí vemos su programa semanal: los lunes, Conquistas financieras; los martes, Oración por la salud; los miércoles, Desarrollo personal; los jueves, Consejería familiar; los viernes, Liberación espiritual, los sábados, Terapia del amor; y los domingos, Encuentro con las familias y Tarde de Milagros.

Debajo podemos leer sobre el Arrebatamiento: "Estamos llegando al límite de un momento dramático en la historia. Estamos sentados en primera fila, viendo un drama que va a tener un desenlace importante, el regreso de Jesucristo... El escenario está preparado, los personajes están listos, y la hora se va aproximando... ¿Usted YA está preparado?"

Qué decir... que se me ponen los pelos de punta.

Y al final, lo mejor: "Reciba 2 veces a la semana un sms con un mensaje de ánimo para su fe. Puede darse de alta enviand la palabra ALTA espacio FAMILIA al 7209."

Y yo trabajo al lado. ¿Entendéis que pase tanto miedo cada vez que voy a trabajar?

Mijas, ¿Almería?

Este vídeo, cazado ayer por un servidor zapeando por la oferta tdtera (que es genial... zzz), da muestra de los conocimientos geográficos de los periodistas de TeleEspe (bueno, vale, un fallo lo tiene cualquiera, pero joder...).





Para quien también ande perdido en estos temas, aclaro: Mijas está en Málaga; el incendio fue en Níjar, Almería.

A mi musa

Dice un amigo que últimamente el Calor está siendo mi Musa lapera.
Pos yo, sabes,
me cago en mi Musa,
y desde aquí le digo,
en negrita,
por si así me hace más caso:

Vete a Trainspirar a otro.

Pedrito, alias, el Despistao

A ver cómo os lo explico que quede bien claro: cuando perdí las manos aprendí en nada a comer con los pies. Así soy yo: una persona que se adapta en un parpadeo a las nuevas situaciones. De pequeño perdí el ojo derecho, que era el que usaba para apuntar con mi tirachinas: a los cinco minutos el izquierdo ya estaba listo para acertar a cualquier blanco. Así de rápido. Visto y no visto. Siendo un adolescente, no tendría los quince todavía, me diagnosticaron sordera. A esas alturas ya no oía, que por eso había ido yo al médico, así es que el resultado de las pruebas no me sorprendió en absoluto. Pero es que perder el oído me dio igual: a la media hora leía los labios como si fuera sordo de nacimiento, y el lenguaje de signos, lo mismo, fluidísimo. ¡Y es que me adapto! ¡Lo que me pongan, me da igual, me adapto! Si ya veis, que estoy escribiendo ahora mismo con un solo pie mientras con el otro bato unos huevos para una tortilla y para mí no es esfuerzo, me sale natural. Que sería mejor que no perdiera tantas cosas... pues no te digo yo que no. Pero bueno, qué se le va a hacer, las cosas vienen como vienen y yo me adapto según llegan.

Juegos Mediterráneos (2009)

Hace cuatro años se celebraron los Juegos Mediterráneos en Almería (España). En ese momento aquello fue 'importantísimo', sobre todo en la ciudad (en el resto del país poco caso se le hizo). Para quien no los conozca, estos juegos son como las Olimpiadas pero en cutre. Sólo participan los países que lindan con el Mediterráneo. Y ahora voy y leo en la prensa que acabamos de ganar una medalla en los Juegos Mediterráneos. Y claro, es que este año vuelven a celebrarse, esta vez en Pescara, Italia. ¿Lo sabía alguien? Yo no.

Conclusión: que estos Juegos deben de ser como la Copa Confederaciones, que sólo existe si tu país participa o si se hace en tu pueblo.

De reformas educativas

Kenya María: Sabes, Lauri, la profe de 'Gestiones administrativas I' me ha dicho que cuando su abuela iba al cole tenían asignaturas que se llamaban 'Matemáticas' y 'Lengua', ¿no es gracioso? Ma-te-má-ti-cas... suena a chiste, ¿verdad?

Laura Entrópica: Sí, jeje, en 'Procesos para la solicitud de ayudas gubernamentales'... ¿o era en 'Solución de conflictos con la Administración'? No sé, pues eso, que decían que antiguamente la enseñanza pretendía que los alumnos aprendieran cosas sober el pasado, sobre el funcionamiento de la naturaleza, y cosas sociales, además de eso que has dicho tú. Por lo visto llegó un momento en que se vio que para poder desarrollarse correctamente era necesario conocer antes que nada la forma de funcionamiento del Estado para poder interactuar y, sobre todo, defendernos de él. Así es que se reformó la educación.

K.M: ¿Ah sí? No entiendo cómo podían vivir antes sin saber cómo solicitar o reclamar ante las distintas adminstraciones cualquiera de los actos administrativos necesarios para sobrevivir. ¿Cómo harían antes para reclamar en plazo la anulación de una decisión de la entidad local en contra de la concesión de la Ayuda Básica de Alimentación para menores de quince años pertenecientes a un familia numerosa con algún miembro discapacitado en grado superior al 65%? ¿Qué harían cuándo se encontraran en una situación como esta? ¿Dejarían de alimentar al niño y lo dejarían morir?

L.E: La verdad es que yo tampoco lo entiendo. Por cierto, he presentado el impreso A-79/5 para solicitar la liberación parcial o total de la custodia que mis padres ejercen sobre mí. Pienso emanciparme el año que viene. Calculo que mi décimo cumpleaños lo celebraremos en mi nuevo Cubículo Subvencionado.

K.M: ¡Qué bien! ¿Y de qué vas a vivir? Seguro que has pedido la Ayuda para Niños Emancipados antes del Límite Establecido...

L.E: Qué va, qué va. He presentado en las tres administraciones la solicitud para recibir el Mantenimiento Continuo del Menor en Discordia con sus Progenitores. Creo que con eso y con la Beca de Estudios Permanentes para Estudiantes sin Futuro Aparente saldré adelante.

K.M: Genial. Por cieto, ¿te vienes a jugar a la comba? Es un juego nuevo que han sacado para la temporadad de verano...

L.E: ¡Vale!

Últimos 10 minutos de M. Jackson

Michael revisa él mismo su declaración de la renta. Desde que las cuentas empezaron a dejarle de cuadrar no se fía de ningún contable. Ahora todo lo gestiona él mismo. Se ha instalado el programa Father 2008 en su portátil y está revisando la facturación del pasado año fiscal. Una mierda de resultados. Si suma los dos bolos en Las Vegas y el anuncio de blanqueador dental no llega ni para pagar la luz. Ya ha donado, vendido y alquilado casi todo lo que su orgullo de rey del pop le ha permitido, y más, y todo son números rojos. Deja a un lado el papeleo y pone los pies sobre la mesa. En ese momento, uno de sus hijos entra en el salón y le pide permiso para jugar con el pinball de Thriller que le diseñaron hace unos años. Ya no está, hijo, le dice, lo vendí ayer, y quítate la máscara, que en casa no hay nadie que pueda verte, hombre. El niño sale con un mal gesto (bajo la máscara de Mickey Mouse) del salón y deja a su padre solo. Michael ha sido lo más grande, se dice el propio Jackson, que habla de sí mismo en tercera persona, quizá porque no tiene muy claro quién es (o/ni qué es). Entonces se rasca brazo. Lo ha hecho varias veces a lo largo del día pero no ha sido consciente hasta ese momento. Se quita el albornoz que lleva siempre en casa y busca el origen del picor. No es posible, piensa. No es posible, dice en voz alta. Uno de sus lunares ha multiplicado por cien su tamaño y ahora parte del antebrazo y de codo han adquirido un mil veces odiado tono marrón, oscuro, para más señas. No puede ser, grita. Entonces el dolor llega sin avisar, al pecho y al mismo brazo que ha decidido traicionarle. Quiere gritar el nombre de su hijo pero el aire ya le falta. Mierda, piensa, y el resto ya es historia.

El rito del fuego

Suena una de Blur y todo parece arder. La barra del bar, la banqueta que aguanta mi culo, la copa, que se queda sin hielo en un parpadeo. El verano entra con ganas de llevarse todo por delante. En la playa ya están las hogueras a punto de salir a escena. Fuego al fuego, como si no hubiera ya suficiente en el ambiente. Arden las miradas, febriles casi todas. Esperan la llegada del fuego que tornará la madera en brasas, y estas en ceniza. Las chispas prenden y la playa se ilumina de naranja. El fuego que todo lo purifica. El fuego del solsticio. Y yo en Madrid.

Ataque desde el sur

Nadie está preparado para lo peor. Ni el mejor de los soldados, ni el tuareg en el desierto, ni una compradora compulsiva en rebajas. Se me acaban las balas, el agua, no encuentro la blusa que me gusta en mi talla. Nadie está preparado para lo peor. Y lo peor está llegando: las medusas.

500 medusas (¿cómo las han contado?, y lo que es más inquietante: ¿cómo se han contado ellas mismas para juntarse en ese número tan exacto?) han sido avistadas en el Estrecho. Y no son medusas cualesquiera sino que pertenecen a una especie muy peligrosa: la carabela portuguesa. (¿Es así cómo quieren los portugueses caernos bien? No veo que sea la mejor forma de conseguir que dejemos de ignorarlos. Así sólo conseguirán que los volvamos a reconquistar.)

La carabela portuguesa no es de las que te deja una marca dolorosa. La carabela portuguesa te puede provocar un paro cardiaco en toda regla. Y eso si te muerde una. ¿Y si te muerden las 500?... no quiero pensar qué podría pasar. Este inesperado ejército de medusas lusitanas no parece venir en son de paz. De hecho ya han picado a un pescador que estará cagándose en los muertos de Viriato. Y él no será el último (ni el pescador ni Viriato). No se conoce a ninguna medusa que se retire cuando tiene a huevo a miles de suculentos bañistas que chapotean inocentemente en las cálidas aguas mediterráneas. 500 medusas hambrientas con ganas de provocar un infarto a todo el que se cruce en su camino subacuático. Lo único que nos puede salvar es que al ver que la crisis ha dejado en casa a un buen montón de guiris las medusas se vuelvan por donde han venido, desilusionadas al encontrarse con el monótono y mil veces mordido producto nacional.

Para quien a pesar de todo quiera arriesgarse con esos bichos demoniacos, solo una recomendación: pringue repelente al cante.

Sol y sombra

La mujer se puso su vestido más ligero. Era su forma de luchar contra el calor. La única que había. Temerariamente, salió a la calle cuando el sol aún no se había escondido tras los altos edificios. Bajo la sombra, comenzó a caminar. No iba a ninguna parte. Era un paseo, sólo eso, y esa misma idea le trajo a la cabeza lo que últimamente la tenía mental y espiritualmente desubicada. Caminar sin destino, por un camino lleno de piedras y sin calzado. Así describía en su mente (todavía no lo había convertido en palabras del todo) los últimos meses, quizá años. Se había ilusionado con su trabajo, con su pareja, y ahora no todo era como se había imaginado. Quizá había puesto el listón muy alto. Quizá (se) exigía demasiado. Era lo que se decía sin demasiada convicción. La sombra la protegía en su camino del sol, ardiente y molesto. Con el final del tramo de calle llegó también el de la sombra y, tras dudarlo unos segundos, se metió bajo el sol, indefensa, acelerando el paso en busca de la salvadora sombra del siguiente tramo.

La página 46

El libro se cayó por el hueco del ascensor. Se abrió al momento, desplegando unas improvisadas alas de papel que no impidieron que se diera de lomo contra el suelo. Quedó abierto por la página 46 (y 47, pero sólo nos interesa la 46) y su único párrafo cortado.

"y más esclarecedor fue encontrarse con su mirada acusadora, de rabia incontenida, porque ya no había nada que ocultar. A esas alturas el disimulo obligado por el protocolo había caducado y el odio sincero salía a borbotones de ambos, más de ella, si es que había lugar a comparaciones."

La rata salió por el agujero habitual. En su recorrido diario por el edificio había siempre un momento para el ocio. Ver subir y bajar el ascensor, con su ruido ensordecedor a la vez que inofensivo era de lo más divertido para ella. No entendía muy bien qué era aquello pero podía pasarse perfectamene quince minutos parada en el fondo, viendo venir esa enorme mole amenazadora que a pocos centímetros de su cabeza se detenía, invariablemente, sincronizada con en el clímax de adrenalina de la rata. Era su particular montaña rusa. Después de pasar por allí, tenía optimismo para todo el día. Claro que su pequeño cerebro no contemplaba la posiblidad de un accidente. Si el ascensor se estropeara y cayera sobre ella, no tendría tiempo ni de arrepentirse de haber participado en aquel contemplativo y temerario juego.

Ese día la rata encontró un libro abierto en el fondo del hueco del ascensor. Si hubiera sabido leer habría visto el único medio párrafo de la página 46, y debajo, en el extenso espacio en blanco de la página, el desgastado texto manuscrito con lápiz.

"¿No te parece?"

Un caso para el inspector Jiménez

-Y cuál piensa que fue la causa del incendio, señor inspector. -El cabo esperó con atención reverencial las conclusiones, siempre iluminadoras, del inspector Jiménez (con J).
-Es bien sencillo, querido amigo. Fíjese bien en la escena del crimen. -El brazo derecho del inspector hizo media circunferencia para señalar toda la habitación mientras el cabo siguía con la mirada, obediente, el gesto de su superior-. La habitación estaba cerrada desde dentro, Ramírez, la ventana también, con la persiana bajada completamente...
-Pues no veo yo dónde está la sencillez, inspector... -saltó el cabo.
-Espere, que no he terminado.
-Ah, perdone -respondió Ramírez algo azorado.
-Verá -continuó el inspector. -La puerta cerrada, como la ventana, las altas temperaturas del verano, y la víctima sentada delante de su ordenador, en ropa interior, imagino que pasando mucho calor. Tendría conectado un ventilador... que será ese amasijo de plástico y metal de ahí... ¡pero no lo toque, hombre, que es una prueba! -dijo Jiménez tirando de la chaqueta del cabo.
-Perdone, señor -se excusó el cabo, dando un paso atrás.
-Pues bien, en algún momento de la tarde, quizá en la hora de más calor, el ventilador se le ha parado. Se habrá roto de tanto estar funcionando. Ya tendría unos años, imagino...
-Entonces... -azuzó el cabo para evitar la dispersión habitual del inspector cuando verbalizaba su famoso proceso de deducción.
-Entonces el hombre, al sentir el brutal cambio de temperatura producido por el repentino cese de las aspas del aparato, ha sido víctima de su propia y espontánea combustión.

Fueron dos segundos de silencio los que siguieron a la conclusión del inspector, más que suficientes para que el cabo hilara un par de preguntas.

-¿En serio? ¿Me está diciendo que es un caso de combustión espontánea? -El cabo quería creer, pero le costaba, y se le notaba en la cara.
-Como lo oye. Se apagó el ventilador y en décimas de segundo hizo 'puf'.
-¿Y tiene alguna prueba?
-No, y además, me estoy fijando ahora en los dos cables pelados que hay tras el ordenador y a lo mejor va a ser por esto y no lo otro... mmm. -El inspector se echó la mano a la cara, en un gesto pensativo muy suyo.
-Ya. -El cabo dio media vuelta y salió del piso incendiado a la vez que se planteaba muy seriamente pedir un traslado; o mejor una excedencia.

Bajo la tarima

Pasó diez años bajo la tarima de la casa. Allí podía oírlo todo. Desde el crujir de la madera, que siempre estaba ahí, como perenne banda sonora, las pisadas lentas y profundas de los adultos, las pequeñas y ligeras de los niños, que se hicieron más firmes con el tiempo, las risas, los gritos, llantos, broncas, portazos, gemidos.

Bajo el suelo el tiempo pasa muy despacio pero a todo se acostumbra uno. Los primeros meses, todo es desesperante. Querría participar, interrumpir, poner orden cuando el caos campa sobre el techo, que es el suelo de los demás. Cuántas veces se mordió la lengua para no gritar. Cuántas pensó en salir, en agarrarlos, abofetearlos y sacarles del error. Cuando los meses se han hecho años la tranquilidad, la paciencia, se hace con la situación. Observar como testigo neutral se hace más fácil, casi natural. Ya ni siquiera existe el impulso de ser como ellos. Se mira pero no se toca.

Y si salió no fue por no soportarlo. Tampoco por ansiar algo más. Salió porque tocaba.

Con la lengua fuera

Mujeres y hombres, gordos y flacos, jóvenes y viejos todos corrimos avenida arriba, sudando como nunca antes lo habíamos hecho. Corrimos todos respetando el juego limpio. Al menos los primeros veinte kilómetros. Los que llegamos a los últimos cinco, unos dos o trescientos mil olvidamos, obviamente, todas las normas de educación. Sería incapaz de reconocerme si me viera haciendo lo que llegué a hacer... A mi derecha corría un señor con traje y corbata. Como establecían las reglas llevaba el maletín en su mano derecha, acorde a su categoría. Su aspecto era desastroso, como el de todos. Alguno tenía la suerte de ir con ropas más cómodas, pero todo dependía, claro está, de la categoría en la que corriera. Yo, por ejemplo, corría con bermudas y chaclas. La ropa era cómoda, lo admito, pero las suelas de las sandalias estaban destrozadas y llevaba diez kilómetros corriendo con una medio colgando porque una de las tiras de piel se había ido rasgando con el rozamiento. El señor de la corbata tendría unos cincuenta años y, como casi todos los demás, andaba más que corría. Algunos kilómetros atrás un chaval con un aspecto similar al mío trató de hacerme caer en una fuente. La sorpresa fue parcial. Yo era su directo competidor y contaba con dejarme atrás. Inesperadamente para ambos, su empujón le salió fatal y acabó resbalando y doblándose el tobillo. No pude evitar sonreír. Con el hombre de la corbata no habría problema. Cada uno iba a lo suyo. Sólo a un par de kilómetros del final tuve que elegir entre mis convicciones y la victoria. Otro hombre de similar vestuario al mío, pantalones cortos y zapatillas, corría unos metros por delante. Lo pensé, pero no demasiado. Aceleré y justo cuando pasamos al lado de la fuente que casi me como varios kilómetros antes lo zancadilleé y lo mandé al agua.

Cuando alcanzamos la meta y se cumplió el tiempo límite las pantallas gigantes anunciaron el resultado: algo más de doscientos mil habíamos entrado dentro del tiempo; el resto, hasta los cinco millones, se habían quedado definitivamente sin trabajo.

Gotas y gotas

Conozco a uno que se murió porque una gota de agua le dio justo en el medio de su cabeza. Por lo visto, explicó el médico, hay un minúsculo lugar a mitad de camino entre la coronilla y la frontera con la frente, que varía según la persona (según les haya crecido la frente), y que si es golpeado con la fuerza justa puede llegar a, bueno, lo que ya os he dicho, la muerte. Sería algo así como el punto débil de la Estrella de la Muerte pero en orgánico.

Las gotas suelen parecer inofensivas. No creo que nadie se asuste por ver una gota caer. Si acaso puede ser molesto oír una gota y la que le sigue al rato a ciertas horas de la noche. Un grupo organizado de gotas pueden joderte el sueño sin mucho empeño. Pero también las hay peligrosas: están las gotas de sangre ácida alienígena, que de primeras no asustan pero viendo lo que pueden hacer con una chapa de metal mejor no acercarse.

Para mí, personalmente, en mi opinión... creo que las peores son las gotas que colman el vaso. Son a priori igual de inofensivas que el resto de sus hermanas. Cuando salen en fila, a chorro, en reguero, no saben, ni siquiera intuyen, cuál de ellas va a ser la protagonista de la historia. La ganadora se lleva un premio de dudoso honor: la convierte en famosa entre las gotas, para muchas incluso un ídolo, pero, sin duda y por contra, en infinitamente odiada por todos los demás (nos incluimos).

Y luego está la gota.

Lo que es no llevar bien el calor

Cierro los ojos e imagino. Qué fácil, ¿no? La brisa (falsa, regular, insuficiente) sintética del ventilador se convierte tras mis párpados en un fresco y fuerte viento que tensa la vela de mi ágil velero (¡hacia el horizonte, marinero!, grito imaginario dibujado por estos labios resecos que se resisten a no participar), el sudor en la frente (en los brazos, la espalda, las manos) deja de ser un castigo cuando en mi mente se disfraza de agua-espumeante-de-olas-que-rompen-contra-mi-barco. Deslizo las manos por el timón, y cierro los ojos, también en mi farsa, para sentir más intensamente el agua sobre la cara.

Qué forma más estúpida de sobrellevar el calor, me dice el sentido común, que aprovecha la interrupción para recomendarme varias tiendas donde podría comprar un cacharro de aire acondicionado.

No, si cuando tiene razón, hasta hay que agradecerle que me joda estos momentos de sugestión refrescante.

Despertares

Me levanto. Me arrastro. Embarro mi cara con agua. Busco el cepillo de dientes. No está, o está pero no acierto a agarrarlo. Me arrastro. Pantalones. Camiseta. No hay. Rebusco en el armario. La ropa de invierno sigue ahí, esperando ser deportada. Encuentro una. No huele, o eso creo. Parece limpia. Me la pongo. Sandalias. Móvil, llaves, cartera. Salgo a la calle.

Hace frío. No tiene sentido. Me arrastro.

Aceras, coches, semáforos, escaleras.

Mi trabajo. Mi cubículo. Mi ordenador. Trabajo una hora.

Levanto la cara del monitor.

Me despierto. Por fin.

Me faltan dedos

Me faltan dedos para escribir aquello, con todas las palabras, con todas sus letras, tú sabes a qué me refiero. Tengo diez, cinco en cada mano, y el teclado se me encoge hasta hacerse de juguete, con las teclas minúsculas, y mis gordos dedos, torpes, son simple escuadrón en retirada, sin refuerzos que los salven de la derrota mil veces escrita. Me faltan dedos, teclas y pantalla, que se oscurece y me obliga a encender una vieja vela, la que escondo bajo la cama, por si acaso.

Es noche cerrada en mi pantalla y mis dedos son cada vez menos. Las palabras, cada vez más.

'Privilegio', de Asimov

Cada vez que hay elecciones me viene a la cabeza ese relato de Asimov, 'Privilegio', en el que cada vez que hay elecciones, el superordenador Multivac elige de entre todos los habitantes a uno, uno solo, que será el encargado de elegir al candidato ganador. De esta manera, el votante único se convierte en el representante de todos los demás, en el poseedor único del sufragio universal. Para el elegido, tal responsabilidad es un honor, aunque se hace difícil tomar una decisión que afectará a todo el mundo. Lo que sucede, si leemos hasta el final, es que ni siquiera ese votante elige directamente al ganador. Es el ordenador quien, tras hacerle algunas preguntas, deduce cuál sería la respuesta del elegido y proporciona el resultado de las elecciones.

La de votos, recuentos, estadísticas y tensiones nos ahorraríamos...

Últimos 10 minutos de D. Carradine

D. Carradine fue encontrado muerto desnudo y atado de una manera muy extraña dentro del armario del hotel de Bankok en el que se hospedaba.

Últimos 10 minutos de D. Carradine

-Señorita, no quiero que me pasen llamadas durante las próximas dos horas.
-Clalo, señol Caladine, no se pleocupe.

David se miró en el espejo. 72 años son muchos años para seguir haciendo películas en las que se requiere cierto fondo físico. Se mantenía en forma y eso nadie lo podía negar. Muchos a su edad estaban ya para el arrastre y él todavía se atrevía con alguna que otra escena complicada, aunque reconocía que la mayor parte del trabajo físico lo hacía su doble. No obstante, David no faltaba nunca a su cita con el gimnasio. Además, corría unos 10 kilómetros diarios.

Encendió la radio y buscó algo de música americana movida. Entonces se desvisitió repasando casi inconscientemente las distintas marcas que tantos años de cine le habían ido dejando en el cuerpo. Cicatrices de accidentes durante el rodaje. Eran sus óscars, como solía decir en tono jocoso cuando le preguntaban los periodistas y fans. Abrió la maleta que siempre le acompañaba en sus rodajes y sacó una cuerda.

35, 36, 37, 38... saltos a la comba, 39, 40. Le gustaba verse delante del espejo mientras hacía sus ejercicios. Verse sufrir era verse mejorar. Así lo había aprendido desde que siendo niño comenzara con las artes marciales. 41, 42, 43. Recordó tiempos mejores. Kuan Chan Kein y la fama que le había traído. Bill, más recientemente, con Tarantino, que le había sacado del olvido. 44, 45, 46, 47. Entonces sonó el teléfono, y se desencadenó el caos: el ruido inesperado le sacó de su estado de concentración, perdió el ritmo, se pisó el pie derecho con el izquierdo (maldita sea), se dobló el tobillo lo que le llevó a perder la verticalidad mientras la cuerda, que trataba de seguir el movimiento mil veces repetido, se hacía un lío y se enroscaba cual serpiente traicionera en torno al cuello de David quien, todo en menos de un segundo, y sin más tiempo a la reacción, de traspiés en traspiés fue tropezando hasta caer dentro del armario, golpearse la cabeza contra el duro fondo de madera, y quedar hecho un caótico ovillo de piel, sudor y cuerda. El golpe se llevó la consciencia. La cuerda, el oxígeno y con él, su vida. Tan rápido. Tan inesperado... Ni siquiera le dio tiempo a pensar en lo ridículo de su muerte.

El teléfono volvió a sonar.

Diario de un Director de Teatro, III

Madrid, 6 de junio

Estoy desesperado, querido diario,

Y no sé para qué te cuento nada si sé que no puedes ayudarme. Que sí, que escribir me ayuda a pensar, a ordenar mis ideas, pero ahora mismo mi única idea es mandarlo todo a la mierda. Esta obra no tiene futuro. Hace unos días todo me parecía fácil, y ni de lejos.

Al día siguiente de publicar el anuncio empecé a recibir llamadas de candidatos para el papel protagonista. Estaba realmente emocionado. Creo que los mismos candidatos lo notaron. Me era imposible disimular mi estado de alegría infinita. De hecho el primer actor no hizo ni la prueba. Creo que al verme tan extasiado se asutó o pensó que todo era una broma. Mi representante me pidió calma y después de un rato llamándome al autocontrol seguimos con el cásting. A partir de ese momento todo fue en picado hacia el desastre. Buscamos un actor que sepa de medicina, a ser posible de cirugía, o un cirujano que pueda servirnos de actor. Pues bien, ni uno. Quince actores infumables, fracasos andantes, sin ni un solo conocimiento médico. Bueno, uno sabía hacer el boca a boca; y otro era donante de órganos y voluntario de la Cruz Roja, pero cuando le dijimos que intentara manejarse con el escalpelo con el muñeco que habíamos dispuesto sobre la camilla se mareó y tuvimos que llamar a una ambulancia porque el soponcio era de órdago. Y yo me fui con él, claro, porque al ser consciente de lo complicado de mi tarea pasé de la frustración a la histeria y al cuasi-infarto en cuestión de segundos.

Después del alta médica me he encerrado en casa. No quiero saber nada de nadie. Lo sé, es infantil. Tendría que haber sabido que esta obra iba a ser como ascender al Everest. Pero no sé, ahora no tengo fuerzas. Necesito plantearmelo de otra manera, pero no sé cómo.

Idealistas inconformistas

Cinco bombas en una mañana. No es normal. La media está en dos.

Uno no termina de acostumbrarse a esto... Miento. (Casi hablo como si alguien especialmente sensible que me importara me estuviera leyendo.) Sí que te acostumbras. De hecho, si pasa un día sin su explosión, al irte a la cama notas que te falta algo.

La semana pasada murieron tres personas. Que son pocas para la cantidad de bombas que caen por aquí. Se podría pensar que con tanta explosión habría más bajas, pero no. Casi todas las bombas se quedan en puro ruido, y algún cristal roto. Nunca he creído que el FLPZ tuviera intenciones asesinas. Si miras bien las bombas con muertos, no hay ninguna que pareciera querer llevarse a alguien por delante. Suelen ponerlas en lugares poco transitados, hacerlas explotar muy temprano, o muy tarde. Que con esto no quiero quitarles culpa, ni de lejos...

El Frente de Liberación del Pueblo Zurdo, está claro, es un grupo de niños de papá con pasta y con ideales, que no digo yo que no sean ideales respetables, y con mucho tiempo libre. Hasta ahora solo han detenido a uno de sus miembros y al los cinco minutos estaba confesando todos sus planes. Valientes no son.

Pero son ya tres años con las bombicas, y ya cansa. Nadie que yo conozca, zurdos incluidos, está de acuerdo con la idea que defienden: los zurdos tienen que tener los mismo derechos que los diestros. La IHLC (Igualdad de los Hombres en cuanto a su Lateralidad Cerebral) ha sido uno de los muchos derechos reclamados en el último siglo. Otros muchos se han introducido en la Constitución, unos con más polémica que otros, y con el tiempo se han convertido en indiscutibles. Así, los grupos de defensa de los derechos y libertades han conseguido traernos la igualdad capilar, el derecho al aire limpio, la libertad de gusto culinario, el derecho (ahora fundamental) al suicidio... y otros muchos más. Pero los del FLPZ se están empecinando, y con formas poco respetables, en sacar adelante algo que la mayoría, incluido el pueblo zurdo, no comprende ni desea.

No conozco a ningún zurdo que se sienta discriminado por tener algunos derechos menos que los diestros (o normales). Para empezar, se les permite ser zurdos, cosa que durante el anterior régimen era impensable. Pueden hacer vida normal y comportarse zurdamente si así lo desean. Es legal, completamente legal, ser zurdo. Ahora, la tradición marca unas diferencias y siempre las hemos respetado. Si hubiera un clamor popular por cambiar esta situación entendería que se pidiera un cambio, y que se realizara. Pero no es así.

Y es que no es fácil hacer cambiar a la gente. Supongamos que mañana el Parlamento decide aceptar la IHLC. Sé que es algo difícil de imaginar, pero hagamos un esfuerzo. ¿Creéis que un diestro de toda la vida le daría la mano izquierda a un zurdo a modo de saludo cuando toda su vida ha sido el zurdo el que ha dado la derecha? ¿Querrá un diestro ceder su puesto en la cola de la carnicería a un zurdo que ha llegado antes que él? ¿Querrán las empresas desarrollar aparatos y demás servicios preparados para zurdos en respuesta a sus necesidades? ¿Admitirá el cuerpo de funcionarios del Estado la entrada de zurdos en el servicio público en igualdad de oportunidades a la hora de conseguir plaza fija? Sinceramente, me parece poco probable.

Quizá más adelante, quizá la próxima generación. Pero no esta, esta no.

El tarro, ese gran desconocido

ERE en LM102

Como sabéis este blog no es fruto del trabajo de una sola persona. Muchos colaboradores han pasado por aquí y han dejado huella a lo largo de los años. Hasta ahora la plantilla de LM102 ha estado compuesta por 5 personas, incluyendo al fundador, quien ahora os habla. Pero esto recientemente ha dejado de ser así.

Lamentablemente la situación económica mundial también ha llegado a nuestro humilde rincón y no hemos tenido más remedio que solicitar la ejecución de un ERE. Ante todo quiero decir que no acusamos a nadie de la situación que estamos viviendo. Menos aún a nuestros fieles lectores que nunca habéis dejado de visitar nuestro blog. Es precisamente por vosotros que antes de declaranos en bancarrota y suspender la publicación hemos consultado con nuestros asesores y hemos llegado a la conclusión de que el ERE es la única forma de evitar el desastre.

Para que el proceso sea lo más transparente posible, explicaremos a continuación en qué ha consistido esta regulación de empleo.

De los 5 trabajadores de LM102, 3 han cesado en sus funciones: el corrector de pruebas y estilo, el diseñador web y el contable. Desde este momento las labores hasta ahora realizadas por estos tres queridos compañeros corren a cargo de los 2 que quedan (quedamos) en plantilla. Intentaremos mantener el nibel de calidad por el que este blog ha destacado hasta ahora aunque comprendemos que quizá no estaremos tan finos en ciertos aspectos como ha venido siendo habitual. Hos pedimos perdón por adelantado.

Los 2 trabajadores que continuarán en plantilla serán 2: yo y el director de teatro (que probablemente será despedido en cuanto termine su obra y el diario que recientemente comenzó a publicar en el blog). Lamento, vuelvo a repetir, que la situació haya llegado a este putno, pero qué se le va a hacer, no?. Las crisis son así. Eso sí, en cuanto la cosa vaya mejor, es probable que recontratemos a todos o a alguno de los desde hace un rato ex miembros de la plantilla.

Espero que nos apoyéis en este duro momento!

Un saludos.

Fdo. M.A. García, edditor de LM102.

Fin de la Historia

Hace unos quinientos años la gente pensaba que el desarrollo de la inteligencia artificial conllevaría la subordinación del hombre a la nueva especie cibernética, mucho más inteligente y poderosa que la humana. Como suele pasar en estos casos, la realidad superó a la ficción, a los peores agoreros y a los mejores escritores de ciencia ficción. La especie humana no se convirtió en la esclava del nuevo mundo androide. La especie humana, literalmente, pasó a la historia.

Extracto de una conversación entre dos mandos androides en la Tierra.

"Año 120 D.H., Centro de Mando de la Tierra.

A1K45: 010101010010100010 0101 10101010010101 0101010101010101.
BH454F2: ¿0101010101010101?
A1K45: 1.
BH454F2: ¿0100101?
A1k45: ¡1!
BH454F2: 1..."

Esta fue la última conversación captada por las sondas alienígenas antes de que la nueva especie dominante en la Tierra se desapareciera. Según los técnicos alienígenas, todo se debió a un error en la programación que había quedado implementado en todos los cerebros androides desde la creación del primero de ellos. Ni siquiera ellos habían visto que sus sistemas no estarían preparados para el cambio de siglo. Se le llamó Efecto 3000, en recuerdo del antiguo Efecto 2000. Irónicamente, la especie humana venció a la androide aun después de haber desaparecido.

Cuando los alienígenas comprobaron que sobre la Tierra no había ninguna especie inteligente que se hiciera cargo del Sistema Solar, llegaron con sus naves desde sus lejanos sistemas y se quedaron con el planeta. Fue la conquista planetaria con menos bajas de la historia del universo. Sólo hubo dos muertos, y fue porque a un caza se le gripó el motor unos cientos de metros antes de aterrizar y la tripulación no sobrevivió al accidente.

La nueva especie se hizo pronto con la situación. Lo primero que hizo fue hacer desaparecer cualquier recuerdo de las anteriores civilizaciones. Luego contruyeron sus ciudades, y a vivir.

Cuando los míos llegamos a la Tierra la especie dominante llevaba tanto tiempo viviendo allí que ya ni siquiera recordaba que su origen se encontraba a miles de años luz del Sistema Solar. Para ellos, el planeta azul había sido la cuna de su civilización. Cuando tratamos de explicarles cuán esquivocados estaban se enfadaron y trataron de destruirnos. A nadie le gusta que le saquen los colores, y menos que se les acuse de desmemoriados. Su reacción fue lógica, como lógico era que nosotros no viajáramos desde nuestra galaxia desarmados. La lucha duró lo que tuvo que durar, que no fue mucho, y nos quedamos con todo el Sistema.

Y esta es la historia del planeta Tierra, hasta que nos hartamos.