A veces me tropiezo conmigo mismo. Me adelanto, hablando, andando, haciendo cualquier cosa, nada en particular, todo. Me veo venir pero me confío y cuando llego ya es demasiado tarde: me he atropellado. En este juego suicida disfruto de ambos lados del tablero. Soy víctima y verdugo, verdugo y víctima, y no tengo nigún problema en ser las dos cosas a la vez. Porque no me queda otro remedio. Y no sé a qué venía esta cosa que estoy escribiendo. Si me acuerdo, vuelvo.
1 comentario:
No veo muy lógico que disfrute usted con esto. Tiene que hablar muy seriamente consigo mismo.
Pronto, pero sin atropellos.
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