Me gusta comprar aquí porque nadie me conoce. Llevo años comprando aquí y siguen sin conocerme. O disimulan muy bien. De vista sabrán quién soy, pero nada más. No hay confianza. Ninguna. No hay más palabras que las necesarias en la comunicación entre ellos y yo. Un "hola", un "¿tiene usted la tarjeta Tal?", un "son 10,52", un "firme aquí" y un "adiós, gracias". Y punto. Así ha sido siempre y mientras así sea yo seguiré comprando aquí.
No conocen a Javier. Ustedes, digo, los lectores que semanalmente se encuentra con mi columna. Todavía no les he hablado de él. Será hoy cuando les hable de él.
Javier es un ex convicto que estuvo diez años en la cárcel por homicidio. No voy a entrar en detalles. Javier me buscó al salir de prisión por algo que escribí y que le ha hecho reflexionar sobre su vida y sobre su futuro. Javier vive en mi casa y duerme en mi sofá hasta nueva orden. Javier es como dos veces yo y todo él es músculo y tatuajes. Y me tiene en un altar, por mucho que yo le digo que no exagere, que aquello fue una simple reflexión hecha en un momento de depresión y asfixia carcelaria, pero no me escucha. Soy su maestro, su mentor, su guía espiritual, aunque yo me niegue.
Javier hace una tortilla para chuparse los dedos. En la cárcel trabajaba en la cocina y se nota: tiene una mano que ni Ferran Adrià. Ahora vive conmigo y me cocina todos los días. Y viene a la compra conmigo.
Hoy va a hacer arroz y a tal efecto hemos comprado arroz. Y vino, y espagueti, que se me estaban a acabando y son muy socorridos, y natillas para el postre. Y después de firmar el pago con tarjeta de 10,52 euros Javier le ha dicho a la cajera "Señorita, ¿sabe usted quién es este hombre? Es Marco Salieri, el polémico escritor, columnista, ensayista y tertuliano, y me está convirtiendo en una mejor persona".
Jamás podré volver a esa tienda.
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