Convictos

Javier, alias el Descuartizador, pidió en la biblioteca el último libro de Pérez Reverte. Procuraba pedir los últimos en llegar ya que todavía olían a nuevo, y a libre, como decía él. Con el tiempo algunas hojas se perdían y la historia perdía sentido. Este libro no sólo le haría pasar unos días desconectado de su mundo enrejado; también le haría pensar, y no por las palabras del autor, sino por la anotación que un preso había dejado al margen:

"La vida en la cárcel te cambia por completo. Ese que fuiste ya no está. Quizá murió, quizá vaga por las calles, perdido. Y aunque mantienes su rostro, sus formas, sus recuerdos, ahora eres otro y según te vaya aquí dentro podrás salir más fuerte, las menos veces, o destruido para siempre, como fue mi caso. Quien fuiste ya no importa. Las decisiones que tomes de ahora en adelante conformarán quién quieres ser."

Javier repasaba esas palabras, que ya sabía de memoria, y la firma del autor "M.S.", a quien esperaba conocer algún día. Quizá cuando llegara la libertad condicional en unos pocos años, quién sabe, y compartir con ese sabio e inspirador desconocido sus historias carcelarias, su pasado común, de años sin vida en prisión, quizá hasta ser amigos.

Esto mismo fue lo que le dijo al juez cuando se revisó su condena mucho tiempo después. A él le enseñó el libro y las palabras manuscritas del autor desconocido y se sinceró como nunca había hecho antes. El juez no pudo evitar conmoverse y preguntó a su ayudante por el misterioso "M.S." El ayudante se acercó al juez y le susurró al oído: "ya lo hemos investigado, señoría, el tal M.S., por las fechas de adquisición del libro y los presos de aquellos días sólo puede ser una persona: el autor Marco Salieri, detenido por escándalo público y otros delitos menores." "¿Y cuánto estuvo en prisión?", preguntó por lo bajo el juez. "Una semana, señoría", le contestó su ayudante. "¡¿Una semana?!, y cómo le digo yo a este..." masculló el juez. Entonces miró a Javier, quien llevaba un rato conteniendo las lágrimas, y tras dudar unos segundos sentenció: "Javier, no sabemos quién es ese M.S. y no hemos encontrado nada que nos sirva para localizarlo. Me temo que será imposible que conozca alguna vez a esta persona. No obstante, por su buena conducta y por lo dicho en esta sala, le concedo el tercer grado penitenciario."

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