Al otro lado

Cuando Platón hablaba de su caverna y de las sombras, ese mundo deformado que vemos y creemos real pero que tan sólo es un eco de lo verdadero, parece que estuviera pensando en mis vecinos.

No los conozco. Apenas los veo. Pero los oigo. Porque están al otro lado. De la pared. (Sirva este párrafo para la publicidad de la próxima película americana remake de una japonesa de miedo en la que me juego el cuello a que sale un niño con la cara pintada de blanco que da mucho mucho miedo.)

Con el tiempo he aprendido muchas cosas de ellos. Lo que a cualquier profano en el tema le pueden parecer ruidos inconexos y vacíos de contenido para mí es información valiosísima. Un golpe en el suelo, un grito, un portazo, el motor de un coche o el llanto de un niño se van hilando hasta conformar el tapiz algo pixelado de la vida de mis vecinos.

Ellos son dos, aunque a veces son más. Son marido y mujer, y rondan la cincuentena, por arriba o por abajo, y a veces tiene a una hija y a la hija de su hija, la nieta. He decidido que sea niña aleatoriamente, por no asexuarla. A esas edades no distingo mucho por el llanto. Un bebé llora igual tenga o no tenga pilila. Y este llora que da gusto. Por suerte no siempre está. Llega para pasar el fin de semana y luego se va por donde ha venido.

El motor del coche suena al rato de cerrarse la verja de la casa. Siempre a la misma hora. El hombre trabaja, o bien decide irse todos los días a la misma hora de casa por instinto rutinario, quizá, o por dar cierta imagen de normalidad al vecindario. Quizá coge el coche para dar una vuelta y dar sentido al hecho de tener un coche. No sé. Los ruidos informan, pero no tanto.

Tienen mucho frío y siempre tienen encendida la calefacción. No, no me meto en su casa para comprobarlo. Simplemente es que a todas horas se oye el motor de la calefa de gasóleo que, como el mío, estará en el garaje.

La mujer es silenciosa y el hombre se tinta el pelo. Lo segundo lo sé porque lo he visto. No mientras se lo tinta, claro, pero es que ese pelazo negro zaíno no puede ser real. Por eso paso las mañanas dudando cartesianamente si es tinte o peluquín. Un día le preguntaré o le tiraré del pelo. Paso de rebuscar en su basura a ver si encuentro el cartoncico usado de su Just For Men. Uno tiene su reputación.

Tienen perros o una grabación que simula los distintos ladridos, gemidos y aullidos de un par de perros. A veces tienen conversaciones, sus perros, con otros perros de fuera del barrio, casi siempre de noche. Imagino entonces lo pueden significar sus ladridos: "hola", "hola", "qué tal", "bien, yo fuera", "yo dentro, estoy en una casa, mis dueños me dan de comer", "ah, yo soy un pobre perro callejero, hambriento pero libre", "¿libre? ¿eso qué es? ¿una raza?", "...otro imbécil sometido al imperio del hombre y a la ignorancia", "¿qué?", "nada, olvídalo y lámete el culo de perro esclavo", "vale".

Y son del Real Madrid. Eso lo sé por los gritos que dan cuando su equipo marca gol.

En fin. Estos son ellos. Serán algo más, imagino. Ya me iré enterando.

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