Me caí de culo y me cambió la vida

Salí camino de la panadería (1 barra/55 céntimos) y metí la pata en el medio charco que me hizo ver todas las estrellas en pleno día. Es duro caer de culo pero más duro es hacerte añicos el coxis, que no sirve nada más que para hacerse uno polvo si se cae de culo. En el suelo estuve, gritando, llorando, dos horas, y no es que la gente pasara a mi lado haciendo como que no me veía. Es simplemente que no pasaba gente, que es lo más normal del mundo en mi pueblo apenas habitado.

La ambulancia llegó, me recogió como pudo y me llevó al hospital. Fractura de coxis, me dijo el doctor después de hacerme una radiografía. Eso ya lo sabía yo, señor doctor, desde el mismo momento en que me la di contra el suelo. Me miró algo enfadado y me explicó con demasiado detalle, mal dolor le dé, cómo sería el proceso de curación: largo y doloroso, en resumen.

Dos meses estuve tumbado de lado en el sofá, mirando por la ventana de mi casa. Y ahí fue cuando descubrí mi afición por los pájaros. Frente a la ventana hay un árbol en el que siempre hay alguno que o pasa, o se va, o se posa. Qué bonitos son, pensé, me gustan, esto es lo mío.

En cuanto pude sentarme, me apunté a un curso por internet de taxidermia de aves y animales pequeños. Después de varias práctias online me di cuenta de que así no iba aprender nada y me compré unas redes para intentar atrapar pájaros a los que disecar y así ir cogiéndole el tranquillo al asunto. Esperaba labrarme un futuro así, ya que no había visto nunca una tienda o negocio dedicado a la taxidermia y supuse que ese sector estaría falto de gente experta en el tema que ofreciera sus servicios por un módico precio. Después de disecar al cuarto pájaro dejé de vomitar, y el quinto bicho la verdad es que me quedó bastante presentable.

En pocos días me hice una página web donde ofrecí mis servicios: www.momificaves.com. A las pocas horas de colgar la web, recibí el primer pedido: mi primer cliente quería un guacamayo, pero yo no tenía ninguno, ni en mi pueblo suelen vivir, que yo sepa. Rechacé el trabajo y dejé bien claro en la web que los animales los ponía el cliente. En un mes tuve dos clientes: uno quería disecar a su loro, que estaba muy viejo, y el otro pretendía que yo viajara hasta su pueblo, que estaba en la quinta hostia por cierto, para hacer lo propio con una mula. De locos. De la mula pasé, claro, por grande, mamífera y lejana. Con el loro el problema era que el animal seguía vivo y el trabajo no era inmediato, así es que era como no tenerlo. Le hice un presupuesto al señor y prometió llamarme en cuanto "tuviera lugar el fatídico deceso de su cariñito", me dijo el tío.

En fin, que ahora, si algo soy es taxidermista, y todo por caerme de culo.

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