gripados

Al despertar he visto entre lágrimas febriles que la gripe se había metido en mi cama, había dormido conmigo toda la noche y ahora amanecía jodiéndome vivo. He intentado levantarme pero me dolía todo, articulaciones, músculos... hasta los ojos. Gripe. La fiebre hace los ojos tan pesados como plomos e intentar moverse se convierte en algo sobrehumano; no obstante, he podido llegar a mi minifarmacia casera, he revuelto entre decenas de cajas medio usadas y he encontrado mi anticatarral salvador. Agua, una cucharilla, mi sobre y para adentro. Me he arrastrado hasta la ventana y he mirado la calle. Tardaré varios días en volver a salir. El vecino de enfrente cruza su mirada gripada con la mía. En la ventana de al lado, una señora sujeta varios pañuelos de papel y bajo ella, en el tercero, una pareja con cara de moribundos pasan la enfermedad en compañía. Todos gripados, la epidemia ha llegado.

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