Lo compró meses después del portazo final. Estaba medio tirado en el rastrillo de su barrio, se vio reflejado en él y se gustó. Lo llevó a casa contento por la compra y se creyó preparado para seguir adelante. Incluso se permitió una sonrisa tonta que contagió a más de un vecino en el camino. Al día siguiente se levantó con ganas de morirse y su yo feliz del espejo seguía con aquella sonrisa de bobo iluminado.
En el espejo era feliz. Qué duro es para el hundido ver la felicidad que un día... Tendría que deshacerse de ese espejo si quería despertarse otra vez y otra vez y ser él mismo sin escupirse. Su triste yo, como solía decir ella. Ella. Ella ya se había ido, con todo. Cuando cerró la puerta en la casa sólo quedó él y un par de libros sin pastas. Fue (casi) gracioso darse cuenta de lo poco que él era sin ella, casi..., y qué ganas tengo de reírme sin acabar llorando, parecía querer decirle a quien fuera, pero allí no había nadie, sólo su yo cabrón-feliz del espejo... y a él le gritó hasta quebrarse la voz.
4 comentarios:
¿tendrá un problema de doble personalidad?
No lo sé. No se lo he preguntado. Espera...
...
No, qué va, dice que no le hagamos caso, que es un exagerado y le gusta dar pena, que ya está bien, se ha comprado un perro y ahora va por los parques ligando con rubias despampatontas.
Sois pa comeros. Y la rizosa (la del vídeo de abajo) ni te cuento.
Lapo-comentario inspirado en el comentario anterior:
El hombre comestible
Se levantó con mono de café y tostada con tomate, jamón, ajo y aceite, y como no tenía na en la despensa, se comió su brazo izquierdo, que es el que no sirve pa na y no iba a echar de menos.
Lapo-comentario inspirado en el anterior lapo-comentario:
El brazo que fue deglutido
Jamás había soñado algo tan extraño. Era un brazo y bajaba en forma de bolo alimenticio por el tracto digestivo de un cualquiera cuando de pronto encontró la gracia al asunto y quiso aplaudir, pero no pudo.
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