Echa la cuerda
Échala, le dices al portero automático. Entonces entras en el portal y te pones bajo el hueco de la escalera, con la compra esperando en el suelo, en su bolsa, y al poco ves aparecer sobre tu cabeza el gancho metálico atado en el extremo de la cuerda, la que siempre ves enrollada a un palo y guardada en el armario, junto al dominó y el superglue. Cuelgas la bolsa en el gancho y la cuerda se tensa. Al segundo empieza a subir. Y si asomas la cabeza por el hueco puedes ver la bolsa subir a tirones, y arriba, en el cuarto piso, en el otro extremo de la soga, los fuertes brazos y la calva siempre morena de tu abuelo.
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1 comentario:
Tan conciso como evocador.
Me ha encantado este lapo.
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