¿Elecciones en Mordor? Sí, amigos. Mordor ya no es lo que era. Quién la ha visto y quién la ve... ¡A Mordor no la reconoce ni la madre que la parió! Pero vayamos al grano...
El Señor Oscuro, Sauron para los amigos, después de una protesta masiva de sus súbditos, que estaban hartos de comer carne podrida día sí y día también, accedió, graciosamente, a conceder a su pueblo la capacidad de elegir a sus gobernantes directos (gobiernos locales y regionales), como si el voto fuera a quitarles el hambre.
Incomprensiblemente, esta decisión fue recibida con júbilo tanto por la masa orca y como por las minorías de semiorcos, trasgos y uruk-hais. Según declaraciones de los líderes orcos, "seguimos teniendo hambre pero se sienten mucho más libres", y eso, quieras que no, ayuda a sobrellevar mejor las horas del día, aunque sea a pan y cebolla.
A lo largo de las dos semanas siguientes se formaron los partidos políticos, hasta ahora ilegales, y se programó la campaña que habría de finalizar el mismo día de las elecciones, el primer domingo de siguiente mes, fecha elegida por el mismísimo Sauron y sobre la que no hubo ninguna discrepancia (como para llevarle la contra...).
Tras las solicitudes de legalización, fueron inscritos cinco partidos políticos de muy distintas tendencias. El Partido Legionario de Mordor y el Partido por la Invasión de la Tierra Media son los que parecían tener mayores apoyos. El Partido Libertario del Pueblo Orco fue el único que no cumplió con las condiciones para su legalización. El propio Sauron declaró "sentirse indignado" por los estatutos de esta organización que incluyen entre sus propuestas la dimisión inmediata del Señor Oscuro de su cargo como Señor de Mordor y la convocatoria de unas elecciones generales. Obviamente, los más de 15.000 miembros de esta facción fueron ejecutados inmediatamente y dados como alimento a las hordas de huargos del Ejercito Oscuro.
Tras estos retrasos burocráticos menores, la campaña electoral comenzó con fuerza e ilusión. La pega de carteles, que el pueblo hambriento se comía nada más ponerlos, fue sustituida por mítines e intervenciones más directas, siempre acompañadas de comilonas, peleas organizadas e incursiones en tierras extranjeras dirigidas por los propios candidatos, que repartían alegremente el botín entre sus futuros votantes.
El día de las elecciones Mordor era un hervidero. La participación, según los sondeos a pie de urna, fue masiva, como todo lo que hacen los orcos. Todos los vecinos de Mordor, censados previamente, pudieron presentarse en su localidad y presentar su voto casi sin ningún problema. La papeleta, por cierto, se diseñó para facilitar el voto de la mayoría analfabeta. En el papel se podía ver la cara dibujada de los candidatos (fuera de Mordor, entiendo que distinguir un orco de otro es prácticamente imposible, pero entre ellos sí que se reconocen y no hay lugar a confusión en el voto) y para elegir el votante sólo tenía que tachar una. Fácil.
Cuando decía que pudieron presentar su voto "casi" sin ningún problema me refería a lo siguiente. Es cierto que el pueblo orco es de natural brutote y a veces las situaciones se les van de las manos. La votación iba bien hasta que alguien dijo algo de la madre de no sé quién y claro... en muchas mesas electorales hubo heridos, incluso muertos. También hubo, por qué no decirlo, miembros de las mesas electorales que fueron tristemetne engullidos por algunos votantes. La cosa se desmadró un poco, algo que era de esperar conociendo el temperamento de estas gentes. Los "problemillas" que no se dieron durante la votación aparecieron durante el recuento. Ya lo dice el refran, "pon un orco a contar y acuéstate a descansar". Los números no son lo suyo, está claro, y esto inevitablemente conlleva desacuerdos, malentendidos, dimes y diretes. Y de unas palabras salidas de tono a una masacre caníbal, en Mordor hay un sólo paso.
En fin, que no salió demasiado bien el experimento electoral. Sauron los dejó hacer hasta que el número de bajas en su ejército alcanzó un punto peligroso y luego, como es habitual en él, tiró de Anillo y los puso a todos firmes.
A la semana siguiente a los orcos se le había olvidado lo de las elecciones. Seguían teniendo hambre, eso sí, pero tenían otra idea en la cabeza, más propia de su especie: invadir Gondor y ponerse hasta arriba de sus famosas empanadas de berberechos.
1 comentario:
Yo solo sé que al final son siempre los mismos Orcos con distinto collar.
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