Últimos 10 minutos de Bin Laden

Había pasado una semana desde la mudanza. Osama era feliz. Hasta estaba rollizo de la buena vida que se estaba dando. Después de un huevo de años viviendo en una cueva mugrienta Osama había dado un golpe en la mesa y gritado: "¡Estoy hasta los huevos... me da igual que me maten, yo me voy de aquí hoy mismo... y ya me podéis estar buscando un sitio digno de mí, de lujo, vamos!". Y así fue. Pedazo de mansión le buscaron sus lugartenientes. Tendríais que ver lo contento que se puso. Cuando vio que iba a dormir en una cama en condiciones, comer como las personas y usar un váter relimpio no pudo evitar soltar un lagrimón de alegría. "Así ya pueden venir y pegarme los tiros que quieran, hombre. Moriré con honor, bien dormido, bien comido y bien cagado". Y así fue... o, bueno, casi.

Estaba en medio de una de sus meditaciones cuando se miró los pies. No pudo evitar torcer el gesto: tenía unas uñacas como garras de águila afgana. Y sabía que su muerte estaba cerca. Estos yanquis seguro que ya sabían que había dejado la cueva. No, se dijo, así no me pillan. Entonces pidió un cortauñas tamaño XL y se puso a cortarse aquellas excrecencias cartilaginosas inhumanas, muy útiles en la montaña, pero totalmente prescindibles en el mundo civilizado. A unos minutos de allí, Osama no se equivocaba, estaban las fuerzas norteamericanas, a punto de entrar y cargárselo, porque esa era la orden, disparar a matar. Nada de contemplaciones con el enemigo número uno. Pero llegaron tarde. Justo cuando el cabo Jones entraba en la sala en la que estaba Osama cortándose las garras, una esquirla de uña del dedo gordo salió disparada después de un clic del cortauñas, con tan mala (o buena) suerte que atravesó el ojo derecho del líder terrorista... y no se quedó ahí, sino que alcanzó el cerebro y lo dejó fiambre ipso facto. Bestial.

El gesto del cabo Jones fue de flipar. Se había quedado con las ganas de disparar a Bin Laden. A la mierda lo de ser el héroe americano. El cabrón de Osama se había hecho el harakiri con una uña del pie. Y ni eso, porque aquello tenía pinta de haber sido un accidente. Al momento se comunicó con su superior. La orden fue clara e inmediata: "¡Tiradlo al mar, hostias!, ¡¿o es que queréis que todo el mundo piense que somos imbéciles?!", le gritó el capitán, "¡y si alguien os pregunta, decís que lo matamos a tiros, como dios manda, eh!

1 comentario:

JuanRa Diablo dijo...

Esta versión sí me la creo.

Y explica esa cara de "si yo os contara" que se le ha quedado a Barack Obama desde entonces.