Ellas no paraban de parlotear sobre tal o cual vestido monísimo, sobre tal o cual bikini hiperultratransparente... y ellos a lo suyo, arañando con sus imaginarias pestañas kilométricas los escotes de todas las que se cruzaban camino del baño, de la barra, de su grupito de amigas macizorras de labios brillosos y sonrisas made in Ortodonciland. Me pedí la cuarta de la noche y caminé inseguro hacia la máquina del tabaco. No quería fumar pero allí me quedé, leyendo para no ver.
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