Ruido humano

Anoche me desperté y no era cuando tocaba. Pasa que te despiertas y no sabes qué te ha sacado de tu éxtasis onírico y te jode. Te jode despertarte y te jode no saber por qué estás despierto. A los pocos segundos un ruido que parecía provenir de la planta de abajo me dio una pista. Esperé un poco más buscando una nueva confirmación y ésta llegó al momento en forma de ruido. Ruido humano, pensé.

El ruido puede ser simple ruido, fruto del azar, de un animal que corretea por el tejado, del viento contra una cortina (ese ruido no se suele oír, pero está ahí), o ruido humano. El ruido humano es el que tiene su causa en un acto del hombre. La definición no es nada sorprendente después de saber que se llama ruido humano, lo sé, pero es lo que hay.

Sin pensármelo demasiado, enfundé los pies en las zapatillas y me acerqué a la escalera, tratando de situar el ruido en la cocina, el salón, cerca, lejos, fuera de casa (esperaba tontamente), dentro (no no no no).

Dentro. Claramente. El ruido humano venía del salón, y con una banqueta del ikea en la mano bajé a enfrentarme con mi destino. Con dos huevos (temblando, ambos). Pensé en gritar "¡quién anda ahí!" como hacen en las pelis americanas pero no quería despertar a mi novia, que era de sueño profundo y también de delegar en mí los temas que implicasen luchar con extraños en mitad de la noche. Estaría en la cama bien dormida. Concluí que gritar no ayudaría y que quizá pillar por sorpresa al intruso sería una ventaja para mí.

Bajé la escalera lo más despacio y en silencio que pude. La puerta del salón estaba cerrada. A través del cristal de la puerta vi que había una luz encendida. Agarré con fuerza la banqueta y sin más abrí la puerta y entré violentamente. El ruido era el de las bolas del bingo mezclándose dentro del minibombo. Sentados en el sofá había un niño y un viejo. Por un momento pensé que estaba en un cuento de Borges y que el viejo era yo (de viejo) y el niño era yo también (de niño). La verdad es que habría sido la hostia de coñazo. El niño me recriminaría por no cumplir con sus sueños y el viejo por no haber hecho deporte durante el resto de mi vida lo que le había conllevado decenas de achaques que ahora lo tendrían postrado dolorosamente hasta su muerte. Así es que suspiré de alivio cuando el niño me dijo "estás soñando, no te preocupes, siéntate con nosotros y coge un cartoncico, que estoy en racha y tengo toda la noche para sablarte".

2 comentarios:

David Yuste dijo...

jajajaajajajaa lapazo!

MSalieri dijo...

Vuelvo al ruedo lapero, que llevaba un tiempo en las nubes...