Es aquel que te da por viajar en metro/bus/tren durante demasiadas horas, con todo lo que ello conlleva: ir de pie durante una hora, hacer trasbordos y meter y sacar como un pistolero del oeste americano tu abono transporte, siempre dispuesto a fallarte cuando el dichoso torno que eliges, siempre hay alguno, está estropeado.
En las últimas dos semanas he hecho más de 40 horas de transporte para ir a trabajar. Cuatro horas diarias. Dos para ir y dos para volver. Dos en metro y dos en bus. Así de sencillo. Y todavía me queda una semana. Lo bueno es que en agosto todo cambiará. Esas cuatro horas diarias se convertirán en dos y me parecerá poco, cuando tampoco me parece normal que para ir a trabajar uno tenga que hacer una hora de transporte por trayecto. Pero por ahora será así. Mientras el cuerpo (y la mente) aguante será así: dos horas al día perdidas, que serán 10 a la semana, más de 40 al mes, más de 400 al año... ¡como para no estresarse!
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