Dicen los entendidos que no hay moco que no quiera escapar de la nariz que lo vio nacer. Es ley de vida. Nacen, crecen y tienden, por insinto, a buscar el camino hacia el exterior. Así ha sido y así será.
Siempre que puedan, los mocos intentarán salir por la nariz. Es el camino natural. Si por alguna razón el camino nasal quedara cerrado, buscarán la alternativa obvia, la boca. Pero casi nadie quiere salir por allí. Está mal visto entre los propios mocos, pero en casos extremos a falta de pan, buenas son tortas. La razón de este rechazo es simplemente estilística, formal: está feo salir escupido, no hay glamour, es burdo, plebeyo, soez. Sólo algunos mocos de baja calaña, y algo locos, optan de primeras por la salida bucal. Dicen que les va el riesgo, la velocidad, que quieren hacer algo distinto, que salir por la nariz está muy visto, que es la opción burguesa y bla bla bla. Estos mocos rebeldes son pocos, y la mayoría de sus hermanos ni les dirigen la palabra. Se les reconoce fácilmente: en la cola de salida hacia la nariz se suelen quedar los últimos para, en el último momento, cambiar de conducto y cumplir con su sueño demente. Aunque el riesgo es mayor del que ellos creen.
Hay leyendas que los mocos mayores cuentan a losmás pequeños en las que se relata que cuando un moco, voluntariamente o no, toma el camino de la boca, no tiene asegurada la salida. La historia, leyenda urbana para muchos, dice que a veces el moco acaba siendo tragado para, en el mejor de los casos, ser asimiliado por el cuerpo de su creador. En el peor (aquí es cuando los mocos más inocentes suelen jiñarse) son trasladados hacia un tercer orificio de salida que los lleva hacia el temido infierno mucoso.
Ahora que, la historia que más se oye entre los mocos es la del moco que quiso volver. Aunque hay muchas versiones de este mito, el más extendido cuenta que una vez, hace mucho tiempo, un moco que había salido por la nariz (como dios manda) se quedó pegado cerca del orificio de salida, sobre un manto velludo. Desde allí se dice que pudo ver el mundo y tras observarlo detenidamente, desde la atalaya en la que se encontraba, decidió que su destino no estaba en el exterior, que él quería volver a su cálido y húmedo hogar. Como pudo, se arrastró hacia la nariz y gritó con todas sus fuerzas pidiendo ayuda. Algunos mocos, que estaba a punto de salir, se asomaron al oír la voz de su hermano. No comprendían qué estaba pasando. Cuando el moco contactó con sus hermanos y les contó lo que había visto allá fuera, y les explicó que quería volver a su casa, lo tomaron por loco. 'Allá fuera todo es caos', les decía, 'no tenemos nada que hacer y lo mejor que nos espera es acabar pegados en algún sitio frío, lejos de los amigos y la familia'. Pero nadie le creyó y entre varios lo agarraron para llevarlo con ellos al mundo exterior. La historia se vuelve borrosa en este punto. Unos dicen que salió de nuevo, a la fuerza, y nunca más se supo de él. Otros, que corrió hacia el interior de la nariz y saltó mientras gritaba que antes de salir prefería ser tragado. Y unos pocos, que escapó y que sigue escondido allá dentro, con la mente perdida, huyendo eternamente de su destino.
En fin, historias de mocos... me da en la nariz que más falsas que una moneda de tres pesetas.
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