Ando, ya veis, escaso de saliva últimamente. Es el trabajo, que me quita mi mojo. Sequito de creatividad, falto de espíritu, el simple hecho de pensar en esputar me deja sin aliento. Hoy domingo he decidido ponerme delante del ordenador y tratar de dar lo que me queda, que es bien poco. De hecho, si esto fuera una serie yanqui de televisión, la falta de creatividad del guionista, o sea de un servidor, me llevaría a hacer un lapo recopilatorio con los mejores momentos, a modo de relleno. Sería un lapo nostálgico, un retrolapo, un conjunto de flash-spittle-backs, dicho en argot.
Ahora que me doy cuenta, así, después de unos segundos dándole a la tecla, me doy cuenta de que me está saliendo un metalapo. No sé si he escrito ya alguno. Alguna vez tenía que tocar. Hacer un lapo en el que se hable de los lapos, o del proceso de creación es metalapismo, así, improvisando el palabro. Es lo que hace Marco Salieri cuando escribe sobre el género, él y cuatro gatos más que no llegan a cuatro, realmente. Teóricos de la literatura esputada, ni más ni menos. No es mi costrumbre divagar sobre el género en sí, pero me habéis pillado con flojera creativa y sin querer te pones a pensar sobre cosas sobre las que no sueles rallarte habitualmente. Es como cuando uno se fuma un canuto o similar. Las ideas fluyen sin freno ni sentido, apenas. El cansancio hace algo parecido. La parte del cerebro que controla deja el volante y vamos por la carretera haciendo eses. Y claro, las cosas salen como salen. Me gustaría releer lo escrito hasta ahora para confirmar que estoy flotando sobre la pantalla en lugar de escribir sobre algo con sentido pero entonces ya no sería un lapo, claro.
Hoy he montado varios muebles de IKEA y me duele hasta la llave Allen.
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