Lapo mental 33

Crítica literaria del "Lapo mental 32"

por Nexus 6

¡Qué decir sobre este fragmento que no se haya dicho ya antes...! El ya trillado quiero y no puedo, el siempre actual no elegí esta vida, preferiría otra, el moralizante quien algo quiere algo le cuesta y, como no, un final feliz y dramático al mismo tiempo hacen de este fragmento* de la obra "La Nube y la Golondrina, Cuentos del Aire" un ejemplo claro de la fábula con moraleja en la que los personajes, seres a priori carentes de inteligencia, la nube, la gota, sufren y sienten como si fueran humanos, alegorías cargadas de vida donde el lector, aun sabiendo que es pura ficción, acepta la propuesta del autor y le sigue en su camino hacia ese final con suicidio seminconsciente que justifica el sacrificio, la muerte, a cambio de lo anhelado, el sueño de otra vida.

No hay elemento en la obra que no tenga significación, que no esté lleno de simbolismo, a veces tan cargado que su densidad permite mil interpretaciones. La nube, ser sin voluntad que como oveja se deja llevar por el rebaño que se deja llevar por el perro pastor que obecede a su amo. La más baja de las existencias en lo más alto del firmamento, arrastrada por el destino, encarnado aquí en el viento, el perro pastor que hace con ella lo que quiere su amo. Una nube que se aliena al dejar libre parte de su esencia en forma de agua, la gota, la gota que puede emanciparse, que puede surcar el cielo hasta tocar con sus propias manos el mundo soñado de la nube, una nube que espera el regreso de la gota, enviada como embajadora, que muy remotamente volverá a ser parte de ella en su nuevo retornar al estado gaseoso. La esperanza es lo único que le queda en su eterna atalaya; el resto es sufrir. Un sufrimiento que no cesa, pues la vida contemplativa no es sino una cadena perpetua que sólo tiene fin con la muerte. Y es en ese punto cuando entra la voluntad divina, aletoria, quizá, conscientemente malvada, más probablemente, que lleva de la mano a esa nube frustrada hasta ponerle ante sus ojos el sueño hecho realidad, a cambio, eso sí, de un triste final que ella desconoce aunque en el fondo intuye (porque sabe que las nubes desaparecen cuando pierden su masa), pero que acepta porque cumplir con su deseo está por encima de todo.

Todo esto, que en principio puede parecer obvio, es a todas luces una de las muchas visiones que puede tener la obra. Las otras no las voy a desarrollar aquí, quizá lo haga en otro sitio y en otro momento. Lo que está claro es que el autor parece buscar dar respuesta a sus propias inquietudes, o quizá ya las tiene de antes y las pone de manifiesto para hacerlas públicas, a saber, pero tampoco importa mucho porque al fin y al cabo la interpretación la tiene el lector y su lectura y por mucho que el autor se empeñe en transmitir algo, al final el que lee manda y no hay más que hablar.

* Monterroso nos recuerda algo sobre los fragmentos:

Fragmentos (2)

Los fragmentos, como hemos dicho en otra parte, han sido cultivados en todas las épocas; pero fue en la Antigüedad cuando más florecieron. En cualquier época, los mejores fragmentos que se han dado, en Europa, en la arquitectura y en la escultura; por lo que a nuestras culturas autóctonas, en la cerámica.

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