Lapo mental 43

Miro las letras en mi teclado y parecen bailar bajo mis dedos. No dicen nada, están vacías, sólo son signos carentes de valor y función. Pero mis dedos saben qué hacer con ellas, las ordenan, las perfilan, como el escultor con su cincel o el jardinero con sus tijeras. Letra a letra, palabra a palabra, un reflejo distorsionado del pensamiento, un intento por decir lo que no se puede expresar, si acaso un acercarse, un apuntar sin concretar, una visión borrosa maquillada, que es lo único que soy capaz de transmitir, y ya es mucho, y con eso me contento. Pero no es cierto. Los matices se me escapan, los colores se diluyen y nada es como era. Y quien lo lea verá lo que quiera ver, interpretará, filtrará, transformará unas palabras en ideas, en imágenes quizá, y le dará su toque, su deje, y entenderá lo que quiera entender, o menos, o más. Y mi idea, como en un primer momento, será sólo mía, porque el lector se quedará con la simple imagen filtrada de lo que una vez fue puro y simple pensamiento y que ahora, manoseado, sucio, malmirado, apesta.

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