Lapo mental 54

El Arte de Meter la Pata

Existe. No hay duda. Otras artes llegaron antes y las hemos asimilado en nuestra cultura con naturalidad. El arte de amar, del que mucho se habla y del que poco se sabe; el arte de la guerra, con el rojo sangre como color predominante; el arte que tienes, quillo, que te sale de dentro y que no se enseña ni se aprende; el arte por el arte, que es lo mismo que decir que eres pobre pero que disfrutas con lo que haces; y el arte puro y duro (lo de duro va por las cuevas de Altamira).

Y tras las artes de siempre, si bien en un segundo plano, surge el Arte de Meter la Pata. Cualquiera diría, desconocedor del asunto protagonista de este lapo, que cualquiera puede ser un talentoso metedor de pata (insertador de gamba, según otros); un servidor no está nada de acuerdo. Sólo unos pocos son (somos) capaces de desarrollar esta técnica artística hasta niveles que podría calificar de geniales. Sí, ciertamente cualquiera puede meter la pata, pero Meter la Pata, así, con letras gordas, es cosa de artistas natos.

Un mediocre metedor de pata podría llevar a cabo un acto de este tipo provocando daños temporales, alguno estructural, quizá, pero son los menos, y pasar por un genio del arte ante los ignorantes ojos del profano espectador o víctima de turno.

Un genio del Arte de Meter la Pata no deja puerta entornada, ni ventana mal cerrada, ni resquicio por el que buscar el perdón suplicado. Un genio de tal arte la caga al cien por cien, provoca daños permanentes y no hay cojones de arregarlo. Al meter la pata destroza todo lo que hay a su paso, y de paso, si puede, se queda sin pierna. Un genio metedor de pata devasta, asola sin criterio el espacio físico y emocional en un radio de kilómetros a su alrededor...

Concluyendo, quien Mete la Pata con arte deja un recuerdo imborrable en su víctima o víctimas y así perdura para siempre. Una forma como otra cualquiera de pasar a la Historia.

Para otro momento dejaremos otro de los dones que el caos nos dejó como regalo deseinteresado: el Don de la Inoportunidad.

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