"Hay que tener cuidado al andar si bajo tus pies el terreno pierde consistencia, se esconde bajo la hierba o simplemente no está pensado para un paseante confiado. Un montón de hojas puede esconder un agujero y éste a su vez un esguince; una piedra algo suelta, mojada, cubierta de musgo resbaladizo es una trampa mortal que no dudará en joderte la vida si no prestas la atención necesaria."
Así es "De piedra en piedra" desde la primera hasta la última página. El lector debe estar atento a cada giro, a cada vuelta de tuerca que Morris da con su prosa ágil y despiadada, porque una lectura confiada de esta obra puede dejar la boca seca y el corazón desmayado a más de uno.
Cuando Morris presentó su obra ante el exigente público del Ágora Presbiteriana de San Francisco, el silencio, un largo silencio, fue la primera respuesta de los críticos que allí se encontraban. Morris cerró el libro tras leer el primer capítulo y espero la reacción "con las manos sudadas y el aliento agarrotado", explicó años después en su autobiografía. Cuando parecía que tendría que salir protegido por la policía, las quinientas personas se levantaron a una y le brindaron una ovación jamás vista entre las regias paredes del Ágora.
Paradójicamente, veintidós años después, Morris perdía la vida dando un paseo por la colina que había detrás de su casa en Brenkingshire. Tropezó y se dio contra una losca por despistarse con la hipnotizante visión de una señora que hacía sus necesidades detrás de un abedul.
1 comentario:
los caminos de la ironía son inescrutables.
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