Las puertas no se cerraban. Lo vimos todos y no nos sorprendimos. Antes de hoy había sucedido mil veces y al final siempre acaban por cerrarse. Saber popular. Certezas heredadas de nuestros padres que algún día enseñaremos a nuestros hijos o, en su defecto, escribiremos en nuestras memorias. Pero esta vez no se cerraron. Éramos muchos y agobiados y apareció el conductor, más agobiado todavía. "Ejem, por motivos técnidos es necesario desalojar este tren." Y se quedó tan pancho.
Como manda el protocolo de rebaños y otras especies pastoreables, la mayoría de los presentes, con legañas en los ojos y prisas en los pies, salimos del vagon, de los vagones, hacia el andén, hacia una solución, llámenla taxi, llámenla me vuelvo a la cama y paso de todo. La sorpresa llegó cuando vimos que algunos no se iban. Muy al contrario se quedaban, que suena fatal pero así fue. Y como una voz coral se pusieron a gritar, cada uno en su tono, consignas revolucionarias, hastaloshuevismos y demás armas pataléticas con las que, admito, me abdujeron, y acabé por fundir mi voz con las suyas y grité hasta perderla.
Dos horas, dos. Y los seguratas nos pidieron, nos rogaron, nos exigieron, nos agarraron, tiraron y tiraron y al final nos sacaron, cabrones, perros pastores del sistema, putos ellos, ovejas negras nosotros, víctimas y entre risas y enfado nos rendimos. Qué otra cosa quedaba. Era el final cantado pero, joder, algo había que hacer.
3 comentarios:
Eso. A gritar!!!
Volvez amigoa rima gascilegre zenzados bat em la querra saetti! Sel frudediantea cui tuonos yit amo, fam lui re non! Te yaktuito unon finostrasseu, existo?
Tú no eres de los que pegan gritos en la masa. Ficcionas guay: te he imagindo y casi me lo he creído.
Lo suyo en estos casos es agarrar un puñao de chinorros o medio bocadillo de chorizo (como hizo mi hermano en el estreno de La amenaza fantasma) y tirárselo al segurata desde lejos, por el cabreo y sobre todo por haber elegido esa profesión.
Eso de que el de Madrid es el mejor de Europa... A otro madrileño con ese metro.
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