Raúl Molina cantaba en la ducha una de Juanito Valderrama cuando el tabique que separaba el cuarto de baño del patio se le vino encima con el consiguiente ruido, polvo y gritos improvisados. Lógicamente Raúl dejó de cantar y cuando se quitó de encima los ladrillos se vio reflejado en el espejo. Sorprendetemente ileso, el profesor prejubilado parecía una croqueta humana, medio embarrada, adornada con algunos arañazos poco heroicos. Raúl salió de la ducha y se encontró con la siguiente escena: un pedrolo sideral había caído en su patio de luces, destrozando de camino las paredes de las viviendas antes de caer en el centro, parece que sobre Conchita, la vecina casi centenaria del edificio, pues asomaban los (parece que eran) pies enfundados en las características (quizá apestosas) zapatillas azules de la viejecita, ya muerta (es de suponer).
Los bomberos llegaron rápido, levantaron la piedra candente y sacaron lo que quedaba de Conchita. El olor a vieja quemada no es nada agradable (tampoco el de vieja viva, por mucha colonia que se eche encima).
La Concha, muerta por un meteorito. Quién lo iba a decir, con la de achaques que llevaba a sus espaldas, todos mortales, y tenía que venir una piedra del espacio exterior para espachurrarla. Años de pastillas, tratamientos y miedos (a los microbiios, a los pelotazos de los niños que juegan al fútbol delante de su casa, a caerse y partirse la cadera...) y mira... El destino, que es un cachondo.
Raúl, todavía desnudo, no pudo evitar una erección al ver en el piso de enfrente a su vecina Carmela en idéntica pero más curvilínea desnudez. Años después aquel recuerdo le ayudaría a sacar una sonrisa en los peores momentos, cuando sin querer le venía aquella imagen de destrucción y erotismo. Carmela, creerá recordar él, no atendió a aquel levantamiento tan poco oportuno, pero se equivocará. La vecina sí que lo vio y la verdad es que cuando le viene el recuerdo se le suben los colores y se le aviva el calorcillo ese que su marido nunca le ha podido calmar.
3 comentarios:
¡Qué bueno!
Qué jodío el destino.
¿Qué pasó después con los vecinos? ¿Se fueron a buscar entre las ruinas?
Por un momento he pensado que la erección lograba resucitar a la incombustible Concha.
Jejeje, ya no me acordaba de este. Sería una erección milagrosa.
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