No, no tengo

¿No? No, no tengo.

¿Y cómo lo sabes? Me lo dijeron en una revisión rutinaria.

¿Así, sin más? Sí sí, yo iba por otra cosa, papeleos sobre el uso de la vivienda compartida, el permiso de respiración diaria, la compra de derechos básicos... y la señorita de la ventanilla me dijo que no tenía alma.

¿Pero cómo la perdiste? Eso le dije yo, que para mí que de siempre que había tenido y que no había notado la pérdida. Se ve, me dijo, que en alguna de las renovaciones se me olvidó firmar alguno de los impresos, posiblemente el referente a alma. No se dieron cuenta, yo tampoco y mira, han pasado tres meses, ando sin alma y yo sin darme cuenta. Pero claro, digo yo, si hasta ahora me han estado descontando impuestos por el alma, 40 años y tres meses, y realmente no sirve para nada (te digo yo que no sirve, que no la echo en falta), es que nos están engañando, nos están cobrando por algo prescindible. No es como si respirar fuera gratis o el gasto en compañías temporales y otros contactos sociales. Entiendo que eso se cobre... pero si me van a retener, cuánto es, un 0,3% del sueldo anual en concepto de posesión de alma por la cara, pues mira, chica... ¡las cosas no son así! ¡¿No crees?!

¡Pues no, mira, con lo tranquila que estaba yo hoy y con lo que me cuentas hasta el pulso tengo alterado, niña!

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