La ciega y el pedigüeño

La ciega se va tropezando con todo. Con la silla, con la señora que está sentada en ella, con la mesa. Pide disculpas mientras agita el palo que le sirve de parachoques. La veo buscar la pared, siempre con una sonrisa en la cara. Siente el sol y hacia él se dirige. Al rato vuelve por donde ha venido. No sé hasta dónde ha llegado pero ha decidido volver. Será un simple paseo. Un pedigüeño se le acerca. Lleva un cartón en una mano donde explica sus penas pero con esta mujer de poco le sirve así es que se lo explica: que es pobre, que si la voluntad, y sin más la coge del brazo y la guía hasta el paso de peatones. No sé si la ciega quería ir allí pero se deja. Tampoco si le da algo por el favor o el rapto. La ciega se va y el pedigüeño se queda.

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