al oído

al oído le dijo algo aquella mujerona de rulos y olor a aceite frito que lo dejó pensando durante horas, sentado donde solía, frente al parque, junto a la fuente sin agua, bajo el cielo sin nubes, sobre un banco aburrido de tan quieto. y al irse el sol y vaciarse el parque, y quedar solo, bajo el cielo sin estrellas, el hombre que pensaba se levantó y siguió el olor del aceite frito hasta la casa del final de la calle.

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