No me digas que no

Si te fijas en el naranja rosado de las tardes-noches de tu tierra, ya sabes cuál, el que se acaba escurriendo por detrás del mar de tus entretelas, tienes que reconocer, no lo nieges, el rubor de tus orgasmos.

¿No?

Para el siguiente tendré un espejo de mano a mano y verás.

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