Picor (II)
Tenía un bigote a lo Poirot y unas gafas de cerca apoyadas en la punta de la nariz. ¿414?, dijo, mirando a la pantalla de su ordenador. Sí, soy yo, le dije y me acerqué a la mesa de madera oscura y a la silla que había delante. Siéntese, añadió, y me senté. Aquello parecía la consulta de un médico de los de antes. El ordenador no encajaba. Tendría que haber sido de madera o forrado en tela aterciopelada para conseguir integrase en el ambiente. El hombre tendría unos setenta años, arrugado y enjuto detrás de su pomposo bigote. El bigote tampoco encajaba en todo aquello. ¿Sería de pega? Por un momento pensé en tocárselo, tirar un poco de una de las puntas y comprobar si, No lo haga, dijo, es de verdad, y se llevó la mano al mostacho para dar un par de tironcitos. No me dio tiempo a reaccionar. ¿Y dice usted que ha muerto?, preguntó, como quien no se cree del todo que algo así pudiera pasar. Por un momento dudé en responder. Sería una broma, pensé, y se me escapó media sonrisa. Entonces fue cuando por fin se dignó a mirarme, No, no se ría, señor mío. Más de uno llega y todavía no es el momento. ¿Ha visto a la señora de la salita? Claro que la había visto. Sólo le faltaba roncar. Asentí. Pues, esa está todavía con un pie en el otro mundo. Va y viene, y así lleva una semana. Ayer entró sin esperar turno y tuve que mandar que la echaran. La gente se cree que esto es llegar y pegar, y no. Cada cosa tiene su momento; hay un orden y tenemos que cumplirlo. Volvió la mirada al ordenador. ¿Y cómo fue?, preguntó, y acercó las manos al teclado. Me caí de una escalera, respondí, había subido para arregl, Caída de escalera, ¿es usted albañil? No no, estaba en casa, iba a arregl, Mmm, ya. Entonces se levantó, o eso pareció, porque de pie era casi tan alto como sentado. Dio la vuelta a la mesa y se puso delante de mí. Su cabeza estaba a la altura de la mía. Sacó una lupa enorme del bolsillo y la usó para mirarme a la cara. Mmm, ya veo. Se quedó pensativo unos segundos, volvió a mirarme a través de la lupa y sentenció, Sí, definitivamente está usted muerto, y lamento decirle que no, no se cayó de la escalera, sino que lo tiraron.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
¡¡Qué bueno!! ¿no hay III?
No sé. Lo mismo sí. :)
Publicar un comentario