Sentencia 4745/2010

M.S. se levantó cuando le dio la gana. Para eso era sábado. Miró el reloj: las 11. Una buena hora para despegarse de las sábanas y hacer algo de provecho. Encendió el ordenador para leer la prensa mientras el pan se tostaba en la cocina y el café comenzaba a darle a la casa el típico olor matinal. El plan para ese día consistía en limpiar un poco (sólo un poco), escribir un rato, ver alguna peli, algo de deporte (en la tele) y leer otro rato. Si sobraba tiempo lo utilizaría para escribir otro rato, ver otra peli y algo de deporte (esta vez en la calle, esquivando viandantes con su torpe carrera). El perfecto plan para un sábado. Pero lo primero era lo primero. Cogió el café, las tostadas y se sentó ante la tele a disfrutar de su desayuno con un trozo de capítulo de Stargate.

Lamentablemente su momento de felicidad de fin de semana duró poco. Tan sólo lo que tardó en comerse media tostada y tomar un par de sorbos de café. Sin más aviso que la sorpresa, tres hombres vestidos de negro entraron en su casa a través de las ventanas del salón. El estruendo de cristales sumado a su grito y a las voces broncas de los intrusos duró apenas cinco segundos. Rotura de cristales, grito del desayunante y orden firme de los asaltantes: "¡Policía Social, tírese al suelo, las manos sobre la cabeza, ahora!" M.S. obedeció y allí se encontró, tirado en el suelo, rodeado de cristales, con la tostada en la mano y mirando fíjamente las botas del agente que tenía delante. Uno de los policías recorrió la casa y gritó "¡Despejado!". El segundo policía comprobó que el ciudadano no iba armado, lo levantó del suelo y lo dejó caer en el sofá. El policía al mando (el único que no había hecho nada desde la espectacular entrada) se quitó el casco dejando su rostro al descubierto. Era un tío alto, rubio, cargado de músculo y al parecer bastante aliviado de que no hubiera habido ningún tipo de resistencia. "¿Ciudadano M.S?", preguntó mientras sacaba un papel de dentro de su uniforme de asalto. Sin aparente capacidad para hablar, el tembloroso M.S. asintió con la cabeza. "Por orden del Ministerio Social le comunicamos el inmediato cumplimiento de la sentencia 4745/2010 según la cual se le multa con 30 mil euros y un mes de confinamiento social en las instalaciones de recuperación sociabilizadora del Estado para discapacitados sociales y deshumanizados de grado 2. Tiene quince minutos para recoger lo estrictamente necesario y a continuación le acompañaremos a sus nuevas dependencias en el centro asignado. ¿Ha entendido todo?" M.S. tardó unos segundos en asimilar lo que le estaban diciendo. El policía esperaba su respuesta. Entonces se atrevió a articular un par de palabras: "¿Por qué?" El agente de la Posol hizo un gesto de incomprensión. Quizá nadie le había hecho antes esa pregunta. Entonces volvió la mirada al documento que había estado leyendo segundos antes y respondió con otra pregunta: "¿Qué tenía planeado para este fin de semana?". M.S., algo aturdido por la pregunta, balbució un "Bueno, no sé... había pensado en quedarme en casa y descansar..." El policía sonrió entonces y con una mueca irónica soltó un "¡Equilicuá!"

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