Por el campo
Por donde yo vivo los conejos suelen ir a su bola por el campo. No hay orden. No hay reglas. Nadie inventó jamás, ni pensó en inventar, un Código de Circulación para Conejos, Liebres y otras Bestias, aunque no habría sido mala idea. Así es que cuando vagabundeo por el campo (es lo que hago, no andar, ni pasear, ni marchar ni correr (plantear esto último va más allá de la ciencia-ficción según mi estaticus modus vivendi)) y veo dos o tres conejos salir disparados en una huida loca (¿huyen de mí?), desenfrenada, me pregunto si no sería posible cogerlos un día, sentarlos como las personas, y explicarles que no es necesario que vayan follaos por la vida, que no hay prisa, que la slow life es posible, que nada tienen que temer de un inocente urbanita metido a homo ruralis como yo, que además no me gusta el conejo (soy más de pollo), que si quieren venir a mi casa están invitados, que hasta tengo zanahorias si las quieren... no sé, un poco más de cordura y menos correr, que eso es de no tener cabeza y muchas ansias, y de la malas. ¿Y viviendo así, con esas prisas, cómo pretenden evolucionar?
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1 comentario:
El conejo no elucubra pero apuesto a que siempre aparece uno entre mil que tiene verdaderas intenciones de unir lazos con la humanidad.
Lástima que suela ser el que acaba en la paella.
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