Temprano

Hacía mucho que no madrugaba. También hacía mucho que no compartía autobús y cercanías con otra gente a esas horas, 7 de la mañana, 8, cuando acaban casi de despertarse, o ni han llegado a ese punto aún. El silencio del autobús, las caras desencajadas, todavía en pedazos que se irán recomponiendo a lo largo de la mañana. Se me hizo raro. Parecía una caravana de presos insomnes camino de la penitencia diaria. Y yo estaba con ellos, pero a la vez estaba fuera. Yo no madrugaba para trabajar sino para buscar trabajo. Que es otro tipo muy distinto de trabajo.

Tras una hora de autobús tocó echar casi otra en cercanías. Ya era más tarde, era más de día, ya hacía calor. La gente leía más, escuchaba música, hablaba incluso. Las caras ya parecían humanas. Habría que ver, pensé, cuánto podrían aguantar así, porque más tarde o más temprano, la fuerza que une los pedazos volvería a enflaquecer y a descomponerse. Volverían las caras fantasmales que había visto tan sólo una hora antes y todo volvería a empezar. La vida, la llaman. El bucle finito, digo yo.

1 comentario:

JuanRa Diablo dijo...

La vida, el bucle infinito... y el estrés.
¡Lo que llega a cambiar una cara el estrés!