Lapo mental 77

En lo alto de la montaña una piedra enorme, no sé, como un tanque de grande, más o menos. Abajo, a mil metros, el sujeto X, mirando la roca fijamente. Bueno, como un tanque la ve el sujeto x; si, pongamos, hubiera un sujeto Y quinientos metros más arriba de donde se encuentra el sujeto X probablemente la vería más grande, quizá como tres tanques juntos, o un tanque grande del tamaño de tres tanques... La piedra es enorme. El sujeto X (nos ceñimos al sujeto X y dejamos fuera de la historia al sujeto Y que es un personaje creado sólo para intentar transmitir con más claridad el tamaño, enorme, del tanque, perdón, de la piedra que hay en lo alto de la montaña), repito, el sujeto X mira fijamente la piedra y espera. Al poco rato la piedra se tira contra el sujeto X. A ver, en realidad no es que se tire, porque todo el mundo sabe que las piedras no se arrojan contra nadie sino que son arrojadas, dado que por carecer de vida en general y de cerebro en particular no les queda otra que caer, ser arrajadas, empujadas o simplemente olvidadas en cualquier parte. Digamos que la piedra pasa de estar inmóvil a deslizarse montaña abajo siguiendo la trayectoria que el azar y la gravedad le imponen, que da la casualidad de que la lleva directamente contra el mencionado sujeto X. Cualquier persona con un mínimo de instinto de supervivencia, al ver una piedra enorme en actitud agresiva, haría lo posible por quitarse del camino de ésta y así evitar lo peor. El sujeto X no se mueve; sus razones tendrá y en eso no vamos a entrar ahora, si acaso luego. La piedra baja a trompicones, rebota, se da contra otras piedras pero no se detiene. El sujeto X sigue esperando, mirándola fijamente. A lo mejor cree que tiene superpoderes y que con el poder de la mente podrá evitar que la piedra se lo lleve por delante, no sabemos. Casi seguro que no los tiene, no es probable, y si le da la piedra, no saldrá bien parado, eso es seguro al cien por cien. Mientras especulo la piedra sigue bajando, imparable. Pero sucede algo que cambiará el aparentemente irremediable final. La piedra, en su caída, va dejando trozos atrás, partes de su enorme pedreidad que se despreden tras cada golpe. El sujeto X no altera su posición, ni su gesto. No parece asustado, ni confiado, sólo está ahí, quieto y mirando. Quizá está loco, o es subnormal, o ciego y hace que mira si poder ver, o está pensando en sus cosas y realmente no se da cuenta de lo que se le viene encima, puede ser. La cuestión es que la piedra sigue bajando y aunque se acerca más y más, no parece aumentar de tamaño. Esto se explica por esa pérdida continua de masa; a ojos del sujeto X o de cualquiera que pueda estar allí, yo, por ejemplo, y así usamos un ser real y no un sujeto Y imaginario, la piedra mantiene su tamaño de tanque, que no es moco de pavo. También hay ruido, que hasta ahora se mantenía en un segundo plano o plano sordo. La piedra, conforme cae, es inevitable, hace ruido y con sólo tener una o dos orejas se puede oír sin más, clonc clonc, hace la piedra, y cris cris, la tierra que se desprende ladera abajo. El sujeto X, parece obvio pero lo voy a decir, tampoco reacciona ante esta banda sonora. Calculo que la piedra habrá recorrido tres cuartos del camino, unos setecientos cincuenta metros o así, y sigue cayendo. No he dicho si es de día o de noche, la verdad es que da igual, si es de día, nada, todo normal, si es de noche, hay luna, que si no de nada sirve todo lo dicho anteriormente. La piedra no parece querer parar, y el sujeto X... a ver, en realidad no se llama sujeto X, tiene nombre y apellidos, como todo el mundo, pero he querido mantener el anonimato, dado lo extraño del asunto, y además, no sé cómo se llama. La piedra está a punto de llegar a la falda de la montaña, llegar y superarla será cuestión de segundos y de otros tantos llegar al sujeto X y aplastarlo. Y en esto está la piedra, llegando y el sujeto X reacciona, sonríe, y con su pie la detiene, ahora que sólo es un simple e inofensivo chinorro.

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