Debajo de mi ventana hay un muro en el que día sí día no fusilan a uno o a dos. Llegan a cualquier hora, normalmente de noche, los ponen contra la pared y se los cargan. Dos años llevo así. Al principio la muerte tan cercana me quitaba el sueño. Gritos, golpes y disparos y la impotencia, la indignación, el miedo... Ahora ya no. Me jode el pam pam pero de lo demás ya casi ni me entero.
3 comentarios:
vaya por diosssssss
Ah, entonces eras tú. Cuatro veces me han fusilado ya, con lo que duele, debajo de esa ventana.
Que te asomaras, compasivo e indignado, era mi único alivio.
Ahora ya ni eso.
Tranqui, uno se acostumbra a todo. Al final perderás la cuenta de las veces que te han fusilado y ya ni te acordarás de mí.
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